capítulo ocho

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Siento el tacto de Dex sobre mi piel, con el agua rodeando nuestros cuerpos

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Siento el tacto de Dex sobre mi piel, con el agua rodeando nuestros cuerpos. Las yemas de sus dedos presionan sobre mi piel, y sus brazos tiran de mi al fondo de la piscina. Abro los ojos, apenas logrando reconocer su silueta entre la pantalla borrosa.

Me impulso hacia arriba, nadando a la superficie y tomando un profundo respiro, reconozco que estoy mucho más relajada que hace dos horas.

Él emerge de la profundidad, echando su goteante cabello hacia atrás, despejando su frente y con los ojos más azules que nunca.

—Pareces hijo de poseidón —señalo.

Dex sonríe, mimado. No tengo que obtener una respuesta verbal para saber que se le está subiendo a la cabeza.

Me echo hacia atrás, flotando en silencio, con los ojos en el cielo y el cosquilleo cálido de la luz del sol sobre mi piel húmeda.

—A veces siento que te conozco desde siempre —confieso.

—A veces yo también —responde, su voz, cerca.

—Supongo que es el resultado de la complicidad de un plan como el que teníamos —respondo.

—¿Eso significa que has olvidado el plan? ¿Te rindes?

—¿Rendirme? —repito la palabra, pensando en lo que significa— ¿Rendirme a tener algo que ya no es mío? Si lo único que puede salvarme y jugar a mi favor es algún sentimiento enterrado que pueda tener por mí. Anoche no me sentí bien y no quiero sentirme así otra vez.

—Yo creo que esto es...

Y no importa qué iba a decir, no creo que pueda decirlo, pues en el momento en el que Sofía entra al jardín, él guarda silencio.

—¡Llegó la modista! —exclama hacia mí, con las manos sujetas a sus caderas como una madre reprendiendo a sus hijos— Mírate, te has metido a la piscina... Ahora vas a estar incómoda y mojarás el vestido con tu cabello.

—¿Upsie? 

Me quedo de pie sobre la tarima, aguantando la respiración, quieta como solo un maniquí puede estarlo mientras la modista le da las últimas puntadas a la parte inferior del vestido.

—¿Le aprieta?

Suelto un poco de aire.

—No —respondo.

Sofía me observa desde la esquina, subiendo y bajando la mirada, observando cada detalle del vestido.

Conocía bien a mi amiga, era muy buena y amable, pero como toda persona adinerada, tenía sus estándares y exquisiteces por llamarlo de alguna forma.

—¿Es la tela que pedí? —pregunta, pasando sus dedos por la cola de mi vestido.

—Sí, la misma —afirma, la mujer acomodando sus lentes de marco rojo—. Mmh... —me da un último vistazo antes de asentir—. El lila es un color que le luce, resalta.

El Novio de mi Mejor AmigaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora