capítulo doce

305 24 0
                                    

¿Seremos amigos?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¿Seremos amigos?

—No podemos ser solo amigos si me tocas así —susurro, jadeante.

—Qué bien, no me molesta la idea.

Me rio por lo bajo, respirando su aroma.

Sus manos recorren mi abdomen, tocando y rozando mi piel con suavidad, sus palmas suben por mis costillas, atrapando entre sus manos mis senos, pellizcando mis pezones sobre la tela.

Abro los ojos, solo para encontrármelo mirándome de una manera que no logro entender del todo.

—¿Por qué me miras así? —pregunto curiosa.

—No lo sé —admite en una risa.

Antes de poder preguntar de qué se trata, él ya se ha atrapando mi rostro entre sus manos, capturando mis labios en un beso. 

Su lengua se funde con la mía mientras sus manos se aferran a mi cintura, intento pasar a estar sobre él. Una risa se escapa de mis labios al sentir el cosquilleo en mi piel, pasando mis piernas por encima de él.

Dex niega con la cabeza, no queriendo cederme el control de la situación. Se levanta de la cama, llevándome consigo, no hay a dónde huir, estoy sentada en un escritorio encarcelada por sus brazos. 

Cara a cara, su aliento alcoholizado mezclándose con el mío, ambos nos miramos a los ojos, con mi pecho subiendo y bajado, agitada, excitada. No quiero irme de aquí.

Deja un beso suave sobre mis labios mientras sus manos tiran de mis piernas, dejándome expuesta ante él. Mi corazón deja de latir, la electricidad corre por mis venas, toma una de mis piernas, estirándola hasta dejarla sobre su hombro. Besando desde mi talón hasta la rodilla, mi piel desnuda se eriza y jadeos se escapan de mis labios.

Sus ojos azules me retan a guardar silencio mientras sus besos se acercan cada vez más a mi centro y él se va agachando hasta quedar de rodillas frente a mí. Me enderezo un poco, intentando verlo, pero tira de mis piernas una vez más, quedo echada sobre la fría madera con sus manos separando mis piernas.

¿Qué carajo está pasando?

Llevo mis manos a mi cara y cierro los ojos con fuerza, mientras sus dedos acarician sobre mi ropa interior, puedo sentir lo mojada que estoy en el vértice de mis muslos.

—Dex... —susurro.

—Shh... —me silencia despacio.

Sus dedos se enganchan en mi falda y ropa interior y desde los costados tira de todo hacia abajo, besa la piel descubierta, me apoyo en mis antebrazos para poder verlo. Él me ve a través de sus pestañas, mis mejillas arden no sé si de vergüenza o de deseo, o quizá sean ambas.

Una sonrisa casi malévola se extiende por sus labios y la promesa de que me va a hacer sufrir brilla en esos ojos y así, en el momento en el que su húmeda boca hace contacto con mi punto más débil es que sé que parar no es opción.

Enredo mis dedos entre sus despeinadas ondas castañas y muerdo mis labios en un tonto intento de permanecer callada. 

Gimo despacio, casi avergonzada de ello.

Su trabajo no para y las sensaciones en mi interior se van acumulando, intento moverme lejos de él pero se sujeta a mis caderas negándose a dejarme huir. No puedo hacer más que ver su cabeza moverse entre mis piernas.

Mi vista se torna nublosa, no logro oír lo que susurra con claridad, mi espalda se quiebra, sus manos me sujetan de la cintura mientras sus labios vuelven a los míos, silenciando un grito. Siento mi propio sabor en él y siento su sabor también.

Me deja tomar aire pero eso dura poco.

Y no sé qué está pasando pero no quiero pararlo. Su toque es casi mágico, el roce de sus labios contra los míos se vuelven chispas en el fuego, sus dedos contorneando mi cuerpo encienden cada uno de mis sentidos y es bueno recordar que me puedo sentir así.

Su cuerpo se pega al mío, dejándome sentir su presencia contra la mía. Jadeo sobre su boca antes de que esta se deslice por mi cuello. Con las palmas de las manos pegadas a su pecho caemos ambos sobre la cama, a horcajadas sobre él me toma por las caderas, acercándome más a él. Mis caderas responden con un movimiento ante la presión de su miembro contra mí.

Sus dedos se enganchan en el broche de mi brasier tras mi espalda. No digo nada mientras se deshace de él, mis pechos son recibidos por el frío de la habitación y mis manos corren a esconderlos. Sus manos atrapan mis muñecas a mitad del viaje.

Hace un sonido con la boca, negando con la cabeza a la par.

—No lo hagas, Liv.

Está sobre mí, está en todos lados en esta habitación, su habitación. Sus sábanas blancas tienen su aroma, su piel se siente suave y caliente sobre la mía. Su boca se vuelve adictiva danzando con la mía entre jadeos y suspiros. Mis manos completan su viaje, en una dirección diferente, arrastrando su ropa interior fuera de su cuerpo.

Gimo contra su pecho al sentir su dureza contra mí. Piel contra piel, carne contra carne. Resopla, estirando la mano hacia un cajón de su mesa de noche y con el invitado indispensable entre sus manos me siento más tranquila.

Me río por lo bajo sobre sus labios y el me responde de la misma forma. Solo toma un breve beso y un momento.

La expectativa me mata, su mirada me mata, mi piel sigue ardiendo y sigo queriendo más. Y de pronto la única manera de saciar esa sed, llega. Su miembro rozando mi humedad, sus labios jadeando sobre los míos y de pronto se detiene.

—¿De verdad lo quieres? —pregunta en un susurro.

Elevo mis caderas para él y asiento mientras cierro mis ojos.

Se desliza en mi interior, llevándose con él mis latidos, haciéndome preguntarme a mí misma en dónde estuve todo este tiempo. 

Mis pies se arquean, mi espalda también, mis pechos se pegan al suyo y mi cuerpo halla su alivio en suaves quejidos.

Oh, no sé si esto será un error por la mañana, si no volveremos a vernos o si huirá en cuanto este momento haya acabado, pero por ahora estoy de acuerdo con este trato. Mi cuerpo lo acepta, mi mente se calla, mi piel y carne le ruegan por más.

Su ritmo es adictivo, agotador e incesante. Me aferro él y él a mí, sus manos me recorren, lo siento por dentro y por fuera, tomando todo de mí. Mi cuerpo llega a su punto máximo, con las uñas aferradas a las mantas y echando la cabeza hacia atrás.

—Olivia —dice mi nombre, entero, una sola pieza y todo se detiene.

Basta eso, un último empujón y el hambre en sus ojos para dejarme ir entre sus brazos.

Puedo sentirlo presionar sus labios contra mi pecho para después besarme la frente, saliendo de mí.

Me quedo perdida con la mirada en el techo, notando por primera vez la bonita lámpara sobre nosotros.

—Quédate aquí —me pide—, duerme aquí.

El Novio de mi Mejor AmigaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora