Chapter 15

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Habían transcurrido un poco más de seis meses y el embarazo de Ginny iba de maravilla. Tenía ocho meses y casi tres semanas de gestación. La ropa que usaba antes ya no le quedaba para su completa frustración, en esas fechas solo debía usar vestidos, porque los pantalones le causaban una comezón tremenda en las piernas. Su vientre parecía un verdadero globo terráqueo. Sentir a su hijo moverse dentro de ella había sido la mejor experiencia. Siempre le hablaba en las noches que era el momento en que más se inquietaba, parecía tener un rechazo a la cama. Cada vez que ella se acomodaba para dormir comenzaba el festín del bebé dentro del vientre de su madre. En los últimos meses había sentido la obsesión de comer todo lo que tuviera chocolate, mientras veía una novela en la televisión y a los cinco minutos lloraba, Ron pensaba que el su estado anímico dependía completamente de la luna.

Ese día Teddy Lupin le hacía compañía y ambos disfrutaban de la compañía del otro. Este último tiempo se habían vuelto más cómplices que nunca. Los dos estaban tirados en el sofá que estaba en la sala de la casa de Ginny riendo a carcajadas porque el niño aseguraba que el bebé se parecería a él, estaba feliz con la idea de un hermanito.

Hermione había ido a dejar a Ted a casa de Ginny para luego volver presurosa a su propia casa para atender las necesidades de su hijo recién nacido, Hugo Weasley. Ese niño era la perfecta semejanza con su padre, sonrió, sino fuese por sus hermanos pero sobre todo por Ron no sabría que habría hecho durante esos meses. Sus padres la visitaban todas las semanas, Hermione, Rose y Hugo casi no se movían de su lado y desde que Ted saliera de vacaciones de Hogwarts la visitaba a diario, claro, él siempre llegaba con Hermione. Para Ginny era un tremendo aire renovado ver al ahijado del padre de su hijo, adoraba con el alma a ese niño. Harry era un signo de interrogación en su vida, lo que era un alivio y un martirio a la vez, ni siquiera coincidió con él en el nacimiento de Hugo, y por Ron sabía que él preguntaba siempre por su hijo o si necesitaba algo. Él siempre le insistía a Ron que ante cualquier inconveniente le avisara, pero gracias al cielo el embarazo de Ginny iba perfecto. Pero los antojos eran tremendos, a veces sentía la necesidad urgente casi mortal de beber agua mineral... pero argentina, o comer esas ricas empanadas chilenas, o lo que llamaban en México "pico de gallo" que contenía cebolla, picante, tomates picados mezclados con cilantro y un poco de limón. Se había vuelto una adicta a la comida extranjera, o beber malteadas de chocolate o al desayuno las medialunas de manteca... estaba hecha una vaca. Toda la culpa la tenía el energúmeno de Potter por embarazarla, por dejarla sola, por haber interpretado sus palabras al revés, por estar preparando su boda, por casarse en una semana más. Sus ojos volvieron a brillar y por inercia se acarició el vientre.

― Ginny no quiero que estés triste, le puede hacer mal a mi hermanito ― Le reprochó Ted Lupin con dulzura.

― Tienes razón cariño ― Suspiró. Necesitaba dejar de sentir ese amor que brotaba en cada poro de su piel por Harry, esa descarga eléctrica que subyugaba en su interior y clamaba por el contacto.

― No quisiera dejarte sola, pero...

― Hoy saldrás con tu padrino y su futura esposa y debo ir a dejarte a casa de Ronald, lo sé enano ― Sonrió ella y Ted la abrazó.

― Así es.

― ¿Vendrás mañana? ― Preguntó mientras le besaba la coronilla.

― ¡Claro que si! ― Respondió entusiasta.

― ¡Muy bien! ahora ayúdame a salir de este sillón que sola no puedo ― Ted rió y la ayudó a levantarse.

― ¿Podemos ir en auto?

― ¿Quieres que tu padrino me mate?

― No, pero no puedes aparecer y usar la red flú también me parece arriesgado ― Respondió Ted compungido.

Atado a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora