Capítulo 4

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Definitivamente esa noche la suerte NO estaba de su lado.

A menos de la mitad del camino, la cadena de la bicicleta se había salido de su lugar de nuevo, ocasionando que Avery se diera de bruces contra el suelo en la oscuridad de la calle.

Por lo menos agradecía que no hubiera nadie cerca para verle caer de forma tan patética.

Como pudo, y con todo el dolor del mundo en sus rodillas y las palmas de sus manos, se levantó lentamente recogiendo la cadena. Justo en el momento que una van demasiado conocida para su gusto llegaba lentamente a su lado.

—¿Qué pasa, mocosa? Parece que la vieja bicicleta no te ha tratado muy bien estos días.—Dijo Eddie sonriendo de forma juguetona desde dentro del coche luego de bajar el vidrio de la ventanilla.—¿Estás bien?¿Te golpeaste muy fuerte?—preguntó ya un poco más serio, preocupado al notar la rojez en las sucias palmas de la chica y un pequeño hilo rojo cayendo por uno de sus dedos.

Avery solo el miró sin decir nada por unos segundos, con el ceño fruncido, enfadada consigo misma por lo que estaba a punto de decir luego de considerar bien sus opciones.

Tener que llegar a casa caminando, cansada por tener que cargar con el peso de la bicicleta.

O aceptar lo que seguramente el mayor le ofrecería por su amabilidad incuestionable y acabar con la poca dignidad que le quedaba a cambio de llegar pronto a casa.

—Me subiré a tu auto, pero solo porque necesito llegar a casa y eres la única opción que me queda.—dijo, dejando muy en claro su posición.—Eso no cambiará nada...— hizo una pausa mirando como la preocupación del rostro de Eddie se transformaba en una sonrisa triunfante.—Y abre la maldita puerta trasera para meter la bici.—terminó mientras se dirigía atrás del furgón.

—Exigió la princesa...—fue la respuesta del chico mientras se bajaba del vehículo para abrir la maleta.

En cuanto la bicicleta estuvo dentro, ambos se montaron en el auto.

Avery tuvo que subir en el asiento trasero al del conductor al notar la figura femenina en el asiento del copiloto.

—¿Que haces en el auto de Munson?—Le cuestionó a la rubia en cuanto el auto se puso en marcha.

Se veía nerviosa al notar la intensa mirada color verde sobre ella.

—Pensé en ir a tu casa esta noche y Eddie se ofreció a llevarme.—dijo Chrissy rápidamente, esperando que le creyera.

Pero su prima le conocía mejor que a si misma y sabía leer su lenguaje corporal, demasiado como para saber que esa pierna moviéndose inconscientemente y ese labio siendo mordisqueando significaban mentira.

—No trates de engañarme, Chrissy. No soy estúpida.—Había notado durante el día que era demasiado obvio que algo andaba mal con la animadora, y ya había llegado al punto límite en que podía ignorar el malestar de su prima.

—Mira. No voy a sermonearte por nada porque no tengo el derecho ni la cara para hacerlo. —continuó al ver que la chica no respondía. Sabiendo perfectamente que nada podía hacerla cambiar de parecer cuando decidía algo, pues en eso eran idénticas. Y que al ella misma haber consumido alguna droga alguna vez, no tenía ningún derecho a reprocharselo.—Pero si bien no puedo impedir que hagas alguna locura, nada ni nadie me puede impedir estar ahí presente para cuidarte. ¿No es así, Eddie?

El chico, que todo ese tiempo estuvo con su vista fija en el camino, intentando pasar desapercibido en la posible discusión de las primas Cunningham, por fin miró a la pelinegra por el retrovisor, encontrándose con una firme mirada de quien amenazaba con golpearle muy duro si afirmaba lo contrario. y sabía por experiencia que los golpes de Avery dolían muy feo y dejaban marca.

If only you knew 『Eddie Munson』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora