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Luego de todo el día en ese autobús, ella bajó y buscó la dirección del papel que su padre le había dado.

Iba a ser difícil, ni siquiera conocía su cuidad de origen, mucho menos una que era aún más grande, a sus catorce años no había conocido algo más allá de la cerca de su casa.

Había muchos anuncios de niños con máscaras y uniformes, los había visto en alguna ocasión en las noticias.

Antes de que fuera noche encontró la casa, tenía sombrilla en los cristales de la puerta.

Tocó, su mente pensaba en varios escenarios, ¿y si el señor no creía en qué tenía un don?
¿a dónde iba a ir si eso pasaba?
No tenía más que un poco de dinero para un pasaje de regreso.

Se asustó al ver un animal abrir la puerta, un mono con ropa, que hablaba.

Ella le mostró la nota, él la dejó pasar para después ir a buscar a Reginald Hargrevees, el padre de los niños con máscaras.

¿Podría esperar aquí unos minutos, señorita? —ella asintió.

La casa era muy grande, su casa era casi del tamaño que el cuarto en donde estaba parada.

Dejó su maleta en la sala y subió la escalera que estaba al lado, quería ver más la casa.

Vió demasiadas habitaciones, pero no quería pasarse abriendo las habitaciones cerradas ya que podría ver algo que no debía.

Caminó hasta ver una habitación abierta y no lo pensó dos veces para entrar, la habitación era de color verde, tenía algunos juguetes y varias tasas de café, algunas vacías otras casi vacías, eso hacía que la habitación tuviera aroma a café.

Un chico de ojos verdes con la misma edad que ella entró a la habitación, sostenía un plato con un sándwich y un vaso de café.

Vió como una niña con unos vans rojos, jeans y una sudadera amarilla se encontraba en su habitación dándole la espalda, le pareció raro, no podría ser ninguna de sus dos hermanas.

—¿Te perdiste? —preguntó dejando sus cosas en su escritorio.

Ella volteó a verlo, pero no contestó.

—Te hice una pregunta, ¿te comió la lengua el gato?.

—Hablo perfectamente bien.

—¿Por qué estás en mi cuarto?, no te estarás robando algo ¿verdad?.

—Mi papá me mandó aquí, esta fue la dirección que me dió —sacó un papel de su sudadera —me dijo que un señor llamado Reginald "Hargrever"me adoptaría para ser parte de algo así como una —en ese momento llegó el simio haciendo que no acabara su oración.

Señorita, ¿por qué se movió de la sala?, le habían dicho que se quedará allá.

—Perdón señor... ¿cómo puedo llamarlo?.

—Pogo.

—Pogo, ¿conoces a esta niña?.

—La conocí hace unos minutos, joven amo.

—Y ¿por qué esta aquí?.

—Lo sabrá más tarde, señor. Jovencita, por favor venga conmigo.

Ella y el mayordomo caminaron de regreso a la sala, donde se encontraba Reginald Hargreeves, junto a una mujer de cabello rubio.

Entre dos estrellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora