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Supuse que le gustaría cualquier cosa.

—¿A quién te tocó? —le pregunté a Klaus en el desayuno.

—¿Se puede decir? —volteó para preguntarle a Gray, ella lo pensó por unos segundos.

—Sí, se puede.

—A Diego y ¿a ti quién?.

—Cuchillos, habla —ignoré su pregunta.

—Allison.

—Dios mío, ojalá no sea un ratón muerto.

—Exacto, eso te daré.

—Oye ¡noo!.

—¿Allison?.

—A este... Luther —le pregunté a Luther.

—¿Por qué ignoras sus preguntas? —escuché decir a Ben.

—Porque quiero.

—No fuera nosotros porque somos groseros.

—¡Klaus!.

—Dime.

—Le tengo que dar un regalo a Klaus.

—A mí... a mí —habló Vanya desde un rincón de la mesa.

—No revolviste bien los papelitos, Allison.

—¿Qué? ¿Yo qué?.

—Entonces te puedes regalar algo para ti.

—¿No se vale cambiar?.

—Te podría tocar a ti misma, es el destino, así que no.

Le pregunté a ella.

—Ben.

—¿A quién se me ocurrió lo del intercambio?.

—A Allison.

—Oigan ¿con quién quedó mi nombre? —ella preguntó.

—A mí —contestó Luther.

—Entonces Ben...

—Sí, me tocó tu nombre.

—Te lo cambio Luther.

—No, no, no, no le voy a dar nada a Klaus, no es por ofender Klaus.

—Tranquilo.

—¿Cómo vamos a darnos regalos si no podemos salir?.

—Papá regresa en una semana.

—Deberían estar entrenado —entró Pogo.

—Nos entre tuvimos hablando, perdón Pogo.

—¿Que tanto hablan?.

—Queríamos hacer un un intercambio de regalos en nuestro cumpleaños, pero no podemos salir —hablé antes que todos.

Entre dos estrellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora