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—Ya viniste, ¿qué hora es?.

—No es muy tarde, ¿que tienes?.

—... Puede que tenga miedo, a veces oigo como Pogo le dice a papá cada cosa que hacemos, ¿recuerdas la vez en la que Luther y Diego rompieron el jarrón azúl? Ellos le dijeron a Pogo que fue un accidente y que no le dijera a papá, y él se lo dijo.

—Hay cosas que le tiene que decir, papá confía en él.

—Y nosotros en él.

—Papá tiene a Pogo pendiente de nosotros.

—Siento que fue mala idea.

—Oye... Un día, Pogo me prometió no decir nada sobre nosotros, no creo que le diga esta vez —dejé el juego sobre su cama.

—Pero ¿y si él sólo lo descubre? Puede hacer que nos arrepintamos.

—Es un viejo, no creo que lo note.

—Me puede des-adoptar, No te volvería a ver, no quiero que eso pase, ¿Y sí nos...

—Nos acabamos de casar hace dos horas ,¿y ya quieres el divorcio?.

—¿Tú no tienes miedo?.

—Podemos aguantar algunos años para irnos de aquí. Cuando te des cuenta estaremos a miles de kilómetros de aquí, compraremos una casa, adoptaremos un gato y seremos felices.

— ...

—Sabes que tiene que pasar medio año para que nos podamos divorciar he —me abrazó—Todo está bien, no te preocupes, cariño.

Por fin logré calmarla luego de unos minutos.

Puede que ella lloré la mayoría de veces por cosas inútiles, pero está vez tenía razón, si el viejo nos descubre nos dejaría sin herencia.

La mayoría de la noche fue linda, le enseñé a jugar algunos juegos que tenía desde pequeño y que ella no conocía.

A mitad de la noche Pogo fue a revisar si estábamos dormidos, ya nos conocía.

—¿Qué tal su luna de miel? —preguntó Ben entrando a mi cuarto.

—Quería el divorcio.

—¿Tan rápido?.

—Ajá.

—Pero ¿por qué?.

—Ella tenía miedo, que papá nos descubriera y nos distanciara.

—¿Y sí se van a divorciar?.

—No, nunca.

—Sabes que ese tema no lo va a olvidar hasta dos meses después.

—Espero que lo olvide pronto.

—Bueno, dime ¿que tanto hicieron?.

—Que esperas que hagamos? .

—No sé, cosas —se sentó en la cama.

— ... Somos niños idiota, si tenemos un hijo a esta edad tú te lo cuidarás, le cambiarás su maldito pañal, le darás de comer. Y solo por preguntón.

—Tranquilo, solo era pregunta.

—Una pregunta —me burlé.

—Perdón pues, pero dijiste Luna de miel, ¿en qué otra cosa podía pensar?

—Dios mío contigo —tomé mi corbata.

—Oye, ¿qué se siente?.

—¿Qué cosa?—lo miré.

Entre dos estrellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora