Capítulo 6: Segundo Juicio

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103 HORAS ANTES

Alek siempre desprendía un aroma a naranjas y agujas de pino. Ángela se había acostumbrado tanto a identificar esa fragancia con la tranquilidad y la seguridad, que lo resintió cuando este se alejó para hablar con los gemelos. Quería sentirlo siempre. Levka le dio una palmada en la espalda; Alek era mucho más alto que él, pero ambos tenían el mismo aire de grandeza. Ángela no logró escuchar lo que hablaban, pero se dedicó a observar los rostros de los tres. Mientras más se acercaban a la Taberna, parecía que los tres iban discutiendo. La cara de Tosya sudaba preocupación.

Alek volvió a tomarle la mano cuando se sentaron en ronda. Tenía los ojos verdes oscuros entre las sombras de aquel sitio húmedo. Miraba directamente a su padre, sentado en frente de él, como si ya estuviera saboreando las palabras amargas que veían.

—Hoy es por nuestra compañera Leonora —comenzó el Juez, haciendo la señal de la cruz—. Si alguien tiene algo que decir sobre su muerte, que comience el debate.

La ronda permaneció en silencio unos segundos. En ese lugar, todo hecho de madera hinchada, los muebles parecían absorber hasta la respiración. No se oía nada, ni el más mínimo crujido, hasta que alguien habló. Logary se enderezó en su silla y tomó aire.

—No sé quiénes querrán creerme, pero Laika se pasea por la Calle Central a cualquier hora de la madrugada. La estuve observando desde mi casa.

La sonrisa impúdica que se le extendió por el rostro fue tan inmediata que Ángela temió que Laika fuera a sacar unos colmillos y morderla allí mismo. Levka maldijo por lo bajo, y cuando Ángela lo miró, le advirtió con un gesto que guardara silencio.

—Ah, ¿sí? —Laika se inclinó para mirar a Logary directamente—. ¿Y qué haces tú despierta toda la madrugada?

Mantenerse despierto y hacer guardia estaba justificado para todos, eso no levantaba sospechas. Pero Laika habló con una determinación imponente; había algo gélido en su voz que hizo a Logary retraerse en su silla. Ángela trató de concentrarse en la mano áspera de Alek que rodeaba la suya. Él seguía con la vista fija en Czar, sin mover un músculo, pero no la había soltado. Laika y Logary comenzaron a discutir, acusándose una a la otra, y Ángela pensó que debían hablar pronto con Logary para que se uniera a su Alianza. Los Juicios podían darse vuelta tan fácilmente que una acusación impulsiva como aquella podía resultar en su propia muerte. Volvió a mirar los rostros a su alrededor, sopesando si debía contar que Laika era un Lobo, que Logary era la Bruja y que no debían dejarla morir. Se chocó con la mirada seria de Lev, fija en ella. Sin emitir ningún sonido, articuló tres palabras, muy claras, como si le hubiera leído la mente: no te metas.

—Yo también vi a alguien pasear por la noche. Sale con su capa gris, creyendo que nadie va a reconocerla con esa capucha. Y mírala ahora, calladita y con cara de miedo mientras Laika se lleva toda la atención. ¿Pensaste que nadie iba a darse cuenta, Ángela, cariño?

La melena roja de Oksana le ocultaba partes de la cara, dándole un aspecto sombrío a esos ojos que la miraban fieros. Ángela tardó un segundo en procesar que, de la nada, ahora todas las miradas estaban posadas en ella, esperando una respuesta.

—Jamás me alejé de la puerta de mi propia cabaña, no lo hagas ver como si no estuviéramos todos despiertos hasta el amanecer, tratando de salvar el pellejo —escupió sin pensar, aunque la confianza se le esfumó al darse cuenta de que era su palabra contra la de ella, y Oksana podía ser muy avasallante—. Además, ¿por qué cambias el tema? ¿Tienes miedo de que matemos a tu compañera de equipo?

Lanzar acusaciones sin base parecía ser la forma más efectiva de quitarse la atención de encima. En realidad, Ángela no tenía buenas razones para creer que Oksana era un Lobo también; le parecía más factible que solo quisiera verla sufrir porque había apoyado la decisión de Black de separarse de ella. Se repitió mentalmente que nada era seguro, y que, ante la duda, lo más sabio era tener miedo. Miedo y cuidado, era lo que decía su padre.

LUPUS I - A los Lobos les gusta jugarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora