Capítulo 13: Sexta Noche

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32 HORAS ANTES

Esa vez fue Ángela la que tuvo que arrastrar a Alek a casa. Y lo llevó a la de él, porque la suya propia le parecía tan ajena que no podía estar más tiempo ahí. Sin importar cuántos buenos recuerdos tuviera, no quería ser parte de ese oscuro lugar. Intentó pensar en algo, una palabra para hacerlo sentir mejor. Levka acababa de sacrificarse; y de una forma dramática que solo era digna de él. Imaginó cómo se sentiría ella si su mejor amigo hiciera algo por el estilo. La verdad, no querría que nadie la consolara. Nadie excepto él.

Le sirvió un vaso de kirsch de la estantería de Czar. Él lo tomó de un trago, sin emitir sonido alguno, y lo volvió a dejar en la mesa con un movimiento brusco. Ángela quería mimarlo, decirle que no estaba solo, pero no sabía cómo hacerle llegar el mensaje. Se acercó a él lentamente y llevó sus manos al broche de la capa, para quitársela y hacerle un masaje, pero Alek la apartó con una mano firme.

—Lo siento —dijo.

Alek se encerró en la habitación y se acostó a dormir. Ángela no creía, ni por un segundo, que realmente fuera a poder pegar ojo. Pero quizá necesitaba estar solo. Y ella, también sola en la enorme casona, se sintió perdida. Atravesó el comedor y se metió en la biblioteca, vacilante, pasando la mano sobre cada textura de terciopelo y madera tallada. Por un momento pensó en buscar aquella Biblia que había encontrado la vez anterior, pero otro libro le llamó la atención primero. Era el tomo de Lupus, un tomo incluso más viejo que el que había en su casa. El libro estaba fuera de lugar, apoyado sobre el piano de cola, y parecía zumbar, como si intentara decirle algo. Ángela sacudió la cabeza y pensó que había terminado de volverse loca, pero sintió que el libro la llamaba, y avanzó hacia él.

Tenía una pluma puesta, suponía, en la hoja donde la lectura había sido interrumpida. Era la página que hablaba del final del Juego.

"...ambos bandos pelearán por eliminar al equipo contrario. En el caso de los Aldeanos, incluyendo a la Bruja, Cupido, al Cazador y al Visionario, la victoria del equipo será alcanzada solo cuando todos los jugadores de grupo hayan perecido. El equipo de Lobos podrá declarar la victoria cuando supere en número a los Aldeanos, es decir, cuando haya matado al menos a diez de ellos."

El texto continuaba, hablando de un aullido que daría fin al juego y a los personajes de todos. Por primera vez, Ángela pensó que ese aullido final no debería estar tan lejos. Miró al techo, como tratando de ubicar la habitación de Alek. Quizá ya era demasiado tarde para que el aullido final los salvara. El mal estaba hecho.

Estaba tan sumergida en las páginas del libro que no oyó que tocaban la puerta hasta que Alek se asomó por la escalera preguntando qué era ese ruido. Solo entonces, dejó el libro abierto, de vuelta sobre el piano, y fue a abrir la puerta. La voz de Black atravesaba las paredes como un eco grave que los llamaba. Al abrir, el rostro blanquísimo de su amigo estaba coronado por dos aureolas rojas bajo los ojos que parecían rogar por una tregua. Ángela se halló rodeada de repente por sus brazos fornidos, y no supo quién de los dos se había lanzado primero hacia ese abrazo, quién era el sostén y quién el que caía.

—¿Estás bien? —le susurró él al oído.

—No. Pero un abrazo nunca bien mal.

Ambos voltearon al escuchar a Alek aclararse la garganta. Tenía el pelo encrespado y la cara hinchada, de dormir o de llorar.

—Quédate a cenar, Markov. Creo que ya venías a eso, de todos modos.

Siempre resultaba sorprendente cómo ambos chicos podían hablar de forma tan distante, y aun así entenderse con pocas palabras. Se dirigían al otro como si pudieran leerse la mente, como si las ideas de uno fueran, sin lugar a dudas, las del otro.

LUPUS I - A los Lobos les gusta jugarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora