72 HORAS ANTES
La nevada arreció. Nada podía oírse por sobre el silbido agudo del viento, era como una escena sin sonido: el cuerpo de Maks, con el cuello todo dañado de intentar salvarse, Jov llorando, el Juez y el resto de los presentes sin saber qué hacer o cómo ayudar. Ángela se adelantó, sintiéndose responsable por haber dirigido los votos que terminaron matándolo, y ayudó a descolgar el cuerpo de Maks. No esperaba que fuera tan pesado. Cuando Jov terminó de desatarlo, casi se le cae encima. Lo sostuvo con una mano en la espalda y otra en la pierna, luchando para acomodarse y no perder el equilibrio.
Black se acercó a ayudarla. En el intento de pasarle el cuerpo a él, le metió la mano en el bolsillo del pantalón. Tocó algo frío y pequeño. Al principio se asustó, pensando que podría ser un cuchillo, pero no tenía la mano lastimada. Impulsada por la curiosidad, volvió a tomar el objeto metálico. Cuando comprobó qué era, le temblaron las rodillas. Era una herradura. Pequeña, brillante, nueva. De plata, tallada con motivos tan finos que eran casi incomprensibles.
—No puede ser.
—¿Qué es? —Preguntó Black, mientras ayudaba a Jov a envolver el cuerpo en una manta para llevarlo a enterrar. Le cerraron los ojos despacio, le taparon el rostro, y su expresión risueña pasó a la historia.
Ángela le mostró el amuleto, temblando, no sabía si de frío o de frustración. La Herradura, el símbolo de los Aldeanos.
*****
—Si esta Alianza va a funcionar en las Noches que quedan, tenemos que estar seguros de que quienes estamos aquí decimos la verdad. Y quien tenga dudas, que se vaya.
El tono de Alek no dio pie a réplicas. Miró a todos, uno por uno, pero nadie se levantó de la mesa. Levka mascaba una flor amarilla que había arrancado de una planta de calabaza, mientras asentía a todo lo que decía Alek como si no le preocupara.
—Y ahora que eso está dicho —continuó Alek—, es hora de pensar en un plan de acción. Solo quedan tres personas fuera de nuestra Alianza, y si todos aquí decimos la verdad, al menos un Lobo está entre esas personas.
—Quizá dos —acotó Logary.
Ángela trató de visualizar los rostros de Jov, Lisbeth, y Oksana. Tenía que haber un Lobo entre ellos, pero, ¿quién? Y había otra pregunta que la ponía aún más nerviosa: ¿Uno, o dos? Por alguna razón, le parecía poco probable que dos Lobos se escondieran en ese grupo tan reducido. Observó a las personas reunidas en la mesa; tenía buenas razones para confiar en cada una de ellas. Pero también tenía dudas, y una intuición que le decía que lo que Logary acababa de plantear era demasiado fácil.
—Si hay dos Lobos en ese grupo —aventuró—, deberíamos tratar de terminarlo rápido. Quizá usar el poder de la Bruja para eliminar a uno esta Noche.
Logary intentó hundir la cabeza entre los hombros, aterrada ante la posibilidad de matar. Negó, casi imperceptiblemente, pero Ángela supo leer su miedo.
—Podríamos equivocarnos y matar a un Aldeano —negó Lev, jugando con lo que le quedaba de la flor—. Tenemos que guardar el poder de la Bruja para cuando sea estrictamente necesario.
Esas últimas palabras terminaron de colmar su paciencia.
—¿Necesario? ¿Cómo decides cuándo es necesario? Se nos están pasando las oportunidades. Maeve ya se murió, y a ella no la salvó nadie.
Ahí estaba. La verdadera razón de su bronca. Los demás se miraron, preocupados, como si compartieran una verdad que Ángela ignoraba. Logary continuaba intentando desaparecer.
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LUPUS I - A los Lobos les gusta jugar
FantasíaDe las tantas cosas que pueden causar que el mundo se desmorone, a Ángela le tocó la peor. Los Lobos están al acecho y no le queda mucho tiempo para decidir si será una simple víctima o si saldrá a darles caza. Mientras lucha por comprender la anti...