Capítulo 3

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Un nuevo día en la Facultad y mis propósitos estaban más claros que nunca. Mi actitud era diferente, caminaba por los pasillos con toda la seguridad del mundo. Me sentía renovada, una nueva yo estaba naciendo o tal vez siempre estuvo ahí, sólo era cuestión de motivarme un poco.

—Hola, Amanda —Mauro me sorprendió por la espalda.

—¿Qué necesitas? —crucé los brazos y lo miré fijamente.

—Escuché lo de tu proyecto, es algo raro y extraño, dime, ¿qué te inspiró?
Si supiera que él era la inspiración de todo, pero no le daré el crédito, simplemente no se lo merecía.

—Una idea vaga que de pronto tomó sentido —le dije mientras encogía mis hombros—. Aprovechando que estás aquí me gustaría que participaras, ¿qué dices?

—Creí que sólo participarían los de tu grupo.

—De momento sí —le aclaré—. Aunque me gustaría que entraras, no veo nada de malo en eso —le insistí.

—No sé, tengo que pensarlo —guardó silencio por un momento, no parecía convencido.

—Claro, veo que las cosas no cambian —alcé mi voz—. No sientes la más mínima empatía por nadie, ni siquiera por mí —le dije decepcionada.

—¿Por qué tanto coraje hacia mí, Amanda? —apretó los cordones de su mochila.

—Todavía lo preguntas —mi molestia era visible.

—¿Y qué gano yo con esto?

—¡Deja de pensar un puto momento en ti!  —mis ojos se humedecieron por el coraje que sentía.

—Ya, tranquila —me abrazó—. Está bien, voy a participar.

—Tengo que irme —limpié mis lágrimas—, te veo después —me di la vuelta y seguí mi camino.

Odiaba su manera de resolver los problemas, odiaba su actitud, odiaba su indiferencia, como si realmente tuviera la necesidad de sufrir por alguien. “¡Te odio, Mauro Granate!”, dije entre dientes. Aun así, ¿a quién engañaba? estaba segura que lo buscaría terminando las clases… era una tonta.

Me dirigí a la clase de Almendra Bermellón. Era la hora de la verdad, me sentía ansiosa y estresada, pero con plena confianza en mí. “¡Por Dios, ahora ella!”, miré al cielo cuando vi llegar a Siena.

—Aún estás a tiempo para arrepentirte, Amanda —se paró frente a mí obstruyéndome el paso.

—Lárgate, Siena, hazte a un lado.

No tenía interés de hablar con ella, y mucho menos dejaría que me intimidara, ya fue suficiente de gente tóxica en mi vida.

Entré al salón y rápidamente tomé asiento. Almendra ya se encontraba en su escritorio, lista para impartir su materia.

—Buenos días, alumnos. Sin más preámbulos hablemos sobre las reglas del proyecto de la señorita Red —exclamó Bermellón—. Antes de comenzar, ¿alguien tiene un comentario que añadir? —echó un vistazo para ver si alguno levantaba la mano. —Perfecto —se levantó y dejó su carpeta en el escritorio—. Las reglas son las que mencionamos anteriormente; todos eliminaremos nuestras redes por una semana, y se prohíbe utilizar el celular para dicha actividad. Red será la encargada de supervisar todos los movimientos, aquel que sea sorprendido usándolas, automáticamente reprueba mi materia. El proyecto comienza mañana, así que disfruten el último día en sus plataformas. ¿Alguna duda?

—¿Cómo llevará a cargo ese control?, y ¿cómo podremos confiar en Amanda? —preguntó Siena ante el asombro de todos.

—Yo me reuniré con ella para definirlo... Y deben confiar, porque yo estaré supervisando todo, o acaso tampoco confía en mí, señorita Burdeos —lanzó una mirada de forma imponente.

Amanda RedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora