Capítulo 10

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Había pasado un mes desde los hechos que acontecieron aquella noche y la fecha del juicio estaba cada vez más cerca. Grandes cambios habían sucedido a lo largo de este tiempo.

Flavio me había visitado todos los días a la misma hora y nuestra relación se había fortalecido. Mis sospechas hacia él se habían desvanecido. A lo largo de este tiempo me había demostrado su apoyo y comprensión; me respetaba en todos los sentidos. No existía ningún tipo de presión. Agradecía que no forzara las cosas. La relación con mi madre era cada vez mejor, era increíble que anteriormente no valoré el cariño y confianza hacia ella; descubrí que no hay nada que no haría por mí. El estado de salud de Siena seguía siendo delicado y aún no había podido despertar del coma, sus familiares estaban pensando seriamente en desconectarla para que dejara de sufrir, sin embargo, habían decidido darle un poco más de tiempo, pero la posibilidad estaba latente. Había perdido todo el contacto con Almendra desde aquel correo en el cual daba por terminada nuestra relación de amistad. Ella me había dado la espalda cuando más la necesitaba y eso jamás lo olvidaría.

Durante ese mes, todo estaba relativamente tranquilo, lo único que me seguía atormentando era el hecho de no tener la remota idea de la tercera persona que estuvo involucrada en el asesinato de Mauro. El tiempo pasaba y esa persona era una de las pocas llaves que me podrían garantizar la libertad de forma permanente; tenía que aparecer.

Mantenerme alejada de todo me ayudó a manejar un poco la situación. Me distancié completamente de las redes sociales, la televisión y los medios de difusión masiva; no sabía nada de lo que ocurría en el exterior.

Mi madre era encargada de contarme sólo lo necesario. Aunque a veces tenía la curiosidad de saber un poco más, siendo consciente de que eso podría lastimarme. Cuando tenía el control de la televisión en mis manos, me sentía tentada a encenderla. Había ocasiones en las que me sentía en una cueva; quería salir, aunque fuera por un momento.

Para sentirme libre por un rato, encendí el televisor y de inmediato le cambié al canal del noticiero local, parece que elegí el momento exacto ya que estaban preparando una nota en la que antes era mi Universidad. Podía haberla apagado en ese momento, ya que tenía miedo de que esa nota hablara sobre mí, pero decidí soportar un poco más. Las cosas resultaron peor de lo que esperaba y el odio que hasta ese momento estaba sepultado en mí, resucitó a raíz del coraje de ver la noticia que transmitían. Estaban premiando a Almendra Bermellón por sus aportaciones a la sociedad, gracias a su proyecto de erradicar las redes sociales y crear un acto de conciencia sobre el impacto negativo que podían ocasionar.

“¡Esa maldita se robó mi idea y se llevó todo el crédito!”, aventé el control el remoto. Era increíble que se hubiera atrevido a hacerlo sin siquiera comentármelo o reconocerme como colaboradora. Fui utilizada por mi ex profesora de Sociología, quien siempre buscó sus ambiciones personales sin importar lo que pasara conmigo.
Era inevitable no pensar que, la que debería estar recibiendo ese premio era yo.

Las lágrimas brotaron de mí al ver mi proyecto en las manos de otra persona y lo peor es que no podía hacer nada al respecto. No era justo que yo siendo la autora intelectual, fuera odiada por gran parte de la ciudad y aquella que me robó la idea estuviera siendo ovacionada.

Apagué el televisor, ya era suficiente. La conmoción que generó en mí, logró despertar a todos los demonios que habían estado dormidos durante ese mes.

En ese instante estaba esperando a Flavio, pero esta vez su visita sería totalmente distinta a las demás; lo cuestionaría y descargaría mi furia hacia él. En ningún momento me comentó lo que estaba pasando con Almendra; aun sabiendo lo importante que ese proyecto era para mí, incluso esa fue la razón por la que se acercó a mí. Él juró que nunca me haría daño y al callar semejante noticia era como si me hubiera encajado un cuchillo en el corazón. Mi ser estaba lleno de heridas y mi alma se estaba desangrando por dentro.

Amanda RedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora