Capítulo 23

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Transcurrió un mes y todo comenzó a calmarse. Durante ese tiempo me quedé en casa de Siena. Mi madre me visitó en algunas ocasiones para asegurarse de que todo estuviera bien y así mismo ponerme al tanto de cómo iban las cosas en la casa. En la ciudad comenzaron a disminuir las manifestaciones, y a final de cuentas, la universidad no cerró sus puertas. El encierro nunca me gustó, pero logró darme la paz que necesitaba. No volví a tener contacto con la cuenta desconocida y tampoco encendí el televisor. Mi celular permanecía en silencio ya que desinstalé todas las aplicaciones y solo sonaba por alguna llamada entrante de mi mamá. Me desconecté y eso me cayó de maravilla. Aun así, sabía que esto no sería para siempre, solo fue una forma de sanar para ir nuevamente a la guerra. El mes cuatro de mi embarazo comenzó a notarse y la madre de Siena me compró algo de ropa porque algunas de mis prendas dejaron de quedarme. Un parte de mí quería salir y otra moría de miedo por enfrentarme nuevamente al exterior. Mi teléfono comenzó a sonar, lo tomé y observé que el número no lo tenía guardado, sin embargo, respondí.

—Hola… —contesté un poco asustada.
—¿Qué tal, Amanda? Soy la madre de Mauro —me explicó—. Fui a buscarte a tu casa, pero me dijeron que no te encontrabas. Me urgía hablar contigo, así que pedí tu número. 

—¿Todo está bien? —pregunté sorprendida.

—Desde hace tiempo nada está bien. Tú más que nadie sabes que esta ciudad es escándalo tras escándalo y mi familia ya se cansó de eso. 

—Lo sé, entiendo que al igual que yo han sido muy perjudicados con todo lo que se dice. Yo también estoy harta.

—Solo quería comentarte que unos días nos vamos a marchar de esta ciudad. Sé que no he estado al pendiente de mi nieto o nieta y que no he cumplido lo que te dije aquel día en el juicio. Para mí no ha sido fácil, sin embargo, espero que todo esté bien con tu embarazo —comenzó a sollozar.

—Tranquila, yo tampoco he sido lo mejor para mi bebé, pero aquí sigo luchando para que tenga una mejor vida, o por lo menos una que sea una tranquila —traté de empatizar.

—Tal vez también sea buena idea que te vayas de aquí para comenzar de nuevo.

—Lo he pensado, posiblemente así sea después de terminar algunas cosas que tengo pendientes. 

—De corazón, espero que se resuelvan. Me gustaría que sigamos en contacto a pesar de la distancia. No pierdo la fe de que algún día nos volvamos encontrar en mejores circunstancias. 

—Me agrada la idea, esperemos que así sea. Gracias por llamar para despedirse, espero que donde sea que vaya encuentre la paz que necesita.

—Igualmente, Amanda. Cuídense mucho —colgó la llamada.

Desde el juicio no habíamos vuelto a tener contacto y por alguna razón su decisión no me sorprendía. Agradecía mucho su sinceridad y también comprendía completamente la situación. Me dolía que debido a las circunstancias mi hijo(a) no contaría con el apoyo de muchas personas. La familia de Mauro siempre fue muy tradicional y supongo que no pudieron con todo esto. Inconscientemente, fui culpable de eso, si no hubiera publicado esas imágenes, tal vez no estarían pensando en abandonar la ciudad. Una vez más, afecté a mi bebé. Creí que todas mis razones eran válidas, pero las consecuencias me hacían ver lo contrario. Esa llamada me hizo reflexionar demasiado. A pesar de tener múltiples pensamientos debía comenzar a alistarme. Mi madre no tardaba en llegar para llevarme a mi cita con el ginecólogo. 

Mamá pasó a recogerme y la madre de Siena insistió en acompañarnos, sin embargo, consideramos que no era bueno que la vieran con nosotras. No teníamos la intención de perjudicarla y menos por todo el apoyo que habíamos recibido de su parte. Estaba muy agradecida por como intentaba integrarse a nuestras vidas, pero estos límites eran necesarios. De alguna forma ella lo sabía, así que respetaba nuestras decisiones. Pedimos un taxi a través de la aplicación y nos dirigimos a la clínica.

Amanda RedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora