Prólogo

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Martina González siempre vivió enamorada de la vida, enamorada de la inmensidad de posibilidades que podían llegar a estar a su alcance con el simple hecho de tomar las decisiones correctas ó bueno, eso era lo que ella pensaba. La añoranza se había convertido en un concepto familiar a su cotidianidad, especialmente cuando se encontraba recargada sobre su codo suspirando mientras observaba el atardecer ilustrado en la ventana. 

Los colores pasteles que deleitaban su vista servían como una paleta de referencia para su imaginación, el vals de fondo proveía melodías que recorrían toda la sala hasta entrar por sus oídos y moldear, junto con la vista, un sueño en dónde se veía bailando con su ser amado. Su estado armonioso fue interrumpido por su propia tos, ya habían pasado varias semanas desde que se encontraba justamente en la misma cama de hospital.

Su madre, Inés, se encontraba dormida en la silla situada a un costado de su cama. Ambas habían estado la mayor parte del día viendo juntas viejos capítulos de la serie favorita de su madre durante su infancia, Candy Candy. La rubia pecosa había servido como un escape para Tini los últimos años, ya que siempre había visto a Candy como un rayito de sol a pesar de todas las dificultades que vivió en su historia. Y ahora, con una enfermedad que cada vez deterioraba más su calidad de vida, Candy parecía ser la única que podría entenderla en sus momentos más bajos. 

Desearía poder ser como ella - pensaba Martina, la idea de ser alguien tan optimista a pesar de las dificultades era algo que siempre había querido. Pero la idea de dejar este mundo antes de poder vivir su vida, le asustaba - claro cómo a cualquier niña de 12 años le afectaría el saber que su tiempo en este mundo se veía afectado por una estúpida enfermedad. 

De un minuto para otro, recuerdos comenzaban a apoderarse de su mente. Cada recuerdo atesorado de ella se proyectaba ante ella como si fuese una película que ella protagonizaba, la máquina del ritmo cardiaco comenzaba a acelerarse y a alertar a su madre, quién parecía decir algo pero a Tini le parecía incomprensible. 

Martina estiro su brazo izquierdo hacia la imagen de su madre que cada vez se volvía más borrosa, lágrimas parecían derramarse por su mejilla de manera inconsciente. No comprendía lo que pasaba a su alrededor. Sus pulmones no parecían recibir el suficiente aire, el palpitar de su corazón hacia eco por todo su cuerpo, los cuerpos de las enfermeras a su alrededor se volvían difusos junto con el cuarto que no dejaba de girar aceleradamente.

Luz.

Obscuridad.

Luz.

Obscuridad. 

Luz.

Obscuridad.

Hasta que ya no vio la luz,- ¡MARTINA! - y perdió noción de su alrededor llevándose consigo un último llanto a manera de grito que exclamaba su nombre. 

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Una serie de recuerdos ajenos comenzaron a surgir, imágenes pintorescas parecían hablarle de una nueva realidad que parecía conocida. La familiaridad que sentía con lo narrado dentro de su mente generaron calidez en el interior de la niña con cabellos de chocolate, el sentimiento de pertenencia hicieron que abriera los ojos de golpe. 

Se encontraba en un cuarto distinto al que ella recordaba como su cuarto de hospital, las paredes tenían decorados finos y amplias paredes que parecían tener extensión cercana al mismo cielo. La pequeña, de manera curiosa, comenzó a sentir su cuerpo dirigiendo sus manos cuidadosamente hacia su cabecera, sorprendida de la cantidad de cabello que se encontraba ahí. 

ENTRE LAS NUBES [T.G. Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora