Capítulo Cinco:

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Nueva York está llena de mitos, de leyendas, de estrellas y de experiencias. Había un par de cosas antes, pero es Nueva York, siempre escucharás a alguien hablar de esta ciudad. Pero no será hasta el día que la pises y te acoples a ella para entender su magnitud. Los edificios te vuelven claustrofóbica y te generan un dolor infernal en tu cuello por pasar tanto tiempo observando su altitud. En ese momento en el que te paseas por primera vez en las calles de la gran ciudad, es cuando comprendes lo pequeña e insignificante que eres.

Hay tanta vida en una ciudad tan abundante, tantas historias de vida que se convierte en una biblioteca infinita en cada esquina. Los sonidos se saturan a tu alrededor y todo ese desastre forma una banda sonora única que te envuelve en cada paso y te succiona al núcleo de ella.

Una energía te sacude en cada cruce y no tienes idea hacia donde mirar pasan porque tantas cosas fascinantes por todas partes. Un grupo de hip-hop baila en una esquina, un señor de mediana edad toca el saxofón en las escaleras del subterráneo, una mujer soltó todos los globos que llevaban cruzando la calle por accidente y el cielo se vuelve un arcoiris de lunares brillantes, un vendedor ambulante rapea para atraer a los turistas, un par de personas se colocan como estatuas para juntar dinero vestidas extravagantemente, un grupo de jóvenes corren vestidos para una obra de teatro con pelucas que casi se lleva el viento. Todo sucede tan rápido y con tanta vivez. Todo sucede tan real y tan cruel, tan fugaz y tan maravilloso.

Y de repente tenía ganas de anclar mis pies en una esquina o en el Central Park y quedarme allí por el resto de mi vida. Tenía ganas de abrazar cada rincón de esta ciudad y correr a conocerla por completo. Era el mejor libro de aventuras que podia existir donde tu mismo elegias donde terminas, o no.

Ramón llamó a un taxi que nos llevó hasta Brooklyn porque allí es donde nos quedamos y tuvimos que acoplarnos como el juego tetrix dentro del vehículo con nuestras maletas.

―Es increíble ¿Verdad?―me preguntó mientras observaba la vista sobre el puente Brooklyn.

―Es fascinante―sonreí con emoción y me olvidé como había deseado horas antes que mi madre me despidiera en el aeropuerto como los padres de Lola, Ethan y Ramón a ellos. Olvidé cómo me hubiera deseado darle la noticia de que viajaría a Nueva York para cumplir mi sueño, y quizás el único al que me aferraba. Pero no podía olvidar ni pasar por encima como esa última discusión se apegaba a mi memoria una y otra vez.

Al llegar a la casa donde nos quedamos, en Flatbush, fue el momento en donde las expectativas fantasiosas que tenía de mi vida en Nueva York terminaron chocando con la realidad que debía comenzar a afrontar.

El departamento era aún más pequeño que el anterior y por la puerta debíamos pasar de a uno. Entonces esa primera noche, mientras Ramón salió a visitar la NYU y Lola desapareció sin razón, Ethan y yo nos quedamos en nuestro nuevo hogar, solos, en un ambiente terriblemente tenso que apenas podía soportar.

―¿No volverás a hablarme por el resto de mi vida?―pregunte saliendo del baño luego de ducharme.

―¿Ya sabes trabajar donde trabajaras?― respondió con otra pregunta mientras ordenaba su parte del cuarto sin mirarme.

Suspirar.

―Ya lo veré.

―¿Cómo es que no te preocupa ni siquiera un poco?―se giró a verme y pudo notar el enfado que aún se resguardaba en cada pensamiento. Como quería decirlo y al mismo tiempo no.

―No gano nada preocupándome cuando puedo usar ese tiempo para averiguarlo...

―Ellie, dime una cosa: ¿Acaso tienes una idea de para qué vienes a Nueva York? ¿O simplemente aceptaste un capricho para no quedarte sola en Albuquerque?

𝙀𝙡𝙡𝙞𝙚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora