Capítulo Seis:

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Ese fue el momento exacto en donde me detuve y lo pensé. Era una idea maravillosa y humilde para comenzar. Podría relacionarme con las personas, analizar por completo cada aspecto. ¿Qué canciones les atraía? ¿Cuáles ignoraban? ¿Qué era lo que consumían las personas? Quizás no gane el dinero que ganaba cantando en el restaurante de Albuquerque pero sería una buena investigación, una experiencia, una aventura sobre el terreno de la industria de la música.

Al día siguiente, me levanté temprano y con la guitarra que Ethan me había prestado caminé por Time Square visitando locales donde me recomendé a mi misma como una empleada con experiencia y muy hábil para lo que sea que se me presente. No recuerdo bien en qué, pero estoy seguro de que mentí más de lo que me sincere. Era casi como una actividad de supervivencia en donde ponía mis habilidades sobre un pedestal imaginario sobre mi cabeza que me superaba, pero que necesitaba.

Fueron manzanas largas completas dejando el teléfono de línea que había en la casa en cada local que veía. Y cuando me tocó recorrer Broadway sonreí dejando de igual manera mi contacto. Ya no me interesaba donde, como o cual fuera el trabajo, lo necesitaba porque necesitaba cumplir mi meta. Necesitaba comer.

Por el mediodía, casi por la tarde, me estancaba en alguna bonita esquina de Time Square con todas sus peculiaridades y cantaba tocando la guitarra sin parar. Si no fuera por como el cielo cambia de color anunciando que la noche esta llegando, estoy seguro de que hubiera seguido. Los fines de semana seguían tocando y tocando hasta tarde. Y lo hacía una y otra vez durante días, semanas y meses.

Al llegar a la casa en Flatbush le preguntóba a Ramón, quién pasó todo el día sentado en el sofá o en la mesa de comedor con un libro diferente entre manos para la universidad, si había recibido alguna llamada para mi.

―No―respondía sin sacar la mirada de sus libros.

―La respuesta es la misma de ayer.

―La respuesta es la misma que hace una semana.

Y lo peor: ―La respuesta es la misma que hace dos meses.

Lo que ganaba cantando en Time Square no era suficiente para sobrevivir allí. No podía dedicarme a cantar en la calle por el resto de mi vida. No podía, ni tampoco me lo permitiría, pero no tenía otra opción que conociera.

Ethan dijo que me recomendaba con cada persona que conocía al igual que Ramón, pero Lola apenas compartía el mismo aire.

―¿Y Lola?―comencé a preguntar cada vez que llegaba de Time Square y solo veía a Ethan y Ramon en la casa.

―Se fue hace un rato―contestaba alguno de los dos y durante un tiempo estuvo bien. Pero extrañaba compartir tiempo con los cuatro, todos juntos hablando con esperanzas sobre cómo nos dedicaremos a la música algún día.

Ethan estaba intentándolo con fuerzas. Había conseguido tocar en una banda de Brooklyn como suplente del guitarrista por cinco meses ya que el oficial había tenido un accidente en coche y no podía usar sus manos, ni sus piernas. De hecho la suplencia era indefinida, ahora que lo recuerdo. No se si habrá vuelto a la música.

Ramón, por su parte, estudiaba música en un conservatorio. Entró con beca completa y ahora no sacó su cabeza de libros o la batería por la cual ya había recibido un par de quejas constantes. Por eso Ramón tuvo que ir a tocar fuera de la casa, en alguna sala del conservatorio dejando la casa sola y obligándome a dar el número de Ethan para que me contacten.

Al final, nadie estaba en casa, no que yo supiera. Lo poco que sabía de Lola era que iba y venía y volvía a irse por la noche y volvió en la mañana. Dormía y se iba en el almuerzo, volvía por la tarde y se iba antes de que la noche cayera. No la vi en lo más mínimo así que lo único que sabía era por los chicos.

𝙀𝙡𝙡𝙞𝙚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora