Capítulo Tres:

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Todo el mundo dice que huir es para cobardes. Que debí quedarme, afrontar a mi madre, entenderla o por lo menos hacer que me entienda. Quizás. Pero en ese momento, en esa huida, no lo vi como tal. Me estaba alejando sin saber si quería volver. Porque estaba enojada, porque estaba frustrada, porque estaba decepcionada, porque estaba angustiada. No sabia si quería volver porque no sabía que alguna vez podría ver su rostro frente al mío después de que haya declarado que no confiaba en mí ni en mi fuerza de voluntad.

Esa tarde mi madre clavó un cuchillo en una de las alas del ruiseñor que había aprendido a volar. Ahí se encontró con un ala clavada a una pared de mi estómago. Y durante el pasar de los años el ruiseñor comenzó a cicatrizar la herida, con el cuchillo en su ala.

Si tan solo hubiera podido llevar mi televisor lo hubiera hecho para pasar mi vida abrazada a él, pero lleve lo básico y deje una carta sobre mi cama: "No me busques, no me raptaron. O quizás sí, un poco. Me rapto la idea de seguir mis sueños sin importar lo que digas. Me rapto la obsesión en la que me encasillaste al no verme capaz de lograrlo. Si alguna vez me ves en la calle no me saludes, ahora no tendrás que malgastar el dinero por el que has trabajó tanto tiempo. Tiene un gran hogar para una persona y una televisión que disfrute mucho. Quizás si tú también hubieras seguido tus sueños, no hubieras perdido nada en el camino".

Guarde mis cosas esa noche y salí por mi ventana. La verdad es que no tenia la menor idea de lo que hacia. Sinceramente sí creía que sería una aventura, pero ¿a qué costo?

Lloré en la casa de Ethan y él me dijo que todo estaría bien, pero tampoco fue capaz de creerse la idea de que quería dedicarme a la música.

―Nunca nos lo dijiste―comentó sobando mi espalda en las escaleras de su porche.

―¿Si te lo hubiera dicho que diferencia hay?―cuestione un tanto de mala gana.

Ethan decía poco y casi nada porque prefería guardar silencio antes que estropear el momento. Pero ese momento, en ese instante, mi cabeza tampoco entendió la magnitud de lo que había hecho.

Estaba enojada, y todo ese enojo permaneció varios meses, años. Ethan me prometió una y otra vez que todo estaría bien ya que todos irían a estudiar a Los Ángeles o Nueva York, ya que ellos sí tenían la oportunidad de asistir a universidades, ya que a sus padres si les creían y los apoyaban.

***

Conseguí trabajo en un restaurante a las afueras de la ciudad y Ethan y los chicos se tomaron un año sabático antes de irse a Nueva York. En ellos se encontraba la fuente que alimentaba mi sueño vivo de ser una estrella.

Lave platos y cubiertos durante un año completo, doble turno con apenas dieciocho años. Recuerdo puramente mis manos congelándose en el invierno, como temblaba en la vuelta al departamento de Lola que compartía con los chicos.

Nunca creí reconocer la soledad hasta la noche de mi cumpleaños número diecinueve. Ramón había ido a dormirse con su novia. A Lola la contrataron para cantar en un evento al día siguiente, temprano por la mañana, así que no estaba en casa. Y Ethan estaba demasiado ocupado preocupándose por donde iremos a parar en cuanto tomemos nuestro vuelo a Nueva York.

Esa noche, cuando el reloj tocó las doce, no se porque seguía despierta. Tenía la fina esperanza de que algo grande sucedería el día de mi cumpleaños. Y esa fina esperanza se prolongó porque se convirtió en lo único que llevaba conmigo a todas partes, se convirtió en lo único que tenía.

Encendí la televisión y coloque MTV. En ese momento me había obsesionado con el grupo Spice Girls y Oasis. Pero sigo convencida con que nadie podría opacar a Radio Coke, así que cuando uno de sus videos se mostró en la pantalla me senté frente a la televisión en el suelo y apoyé mi espalda en el sofá para apreciar ese momento.

Escribí mi primera canción esa misma noche, inspirada por la soledad de medianoche que dio inicio a un cumpleaños que parecía insignificante. Tome la guitarra de los chicos y toque acordes al azar hasta que conseguí algo que me gustó. No tenía idea sobre cómo escribir partituras, apenas sabía lo básico.

Llegué sin dormir a mi trabajo por la mañana, pero la canción estaba terminada. La había nombrado "Happy Loneliness" y la tarareé el resto del día. Esa jornada nada increíble sucedió, no como en las películas donde los milagros de cumpleaños resplandecen cuando comienzas a perder las esperanzas.

No tenía suficiente tiempo para pensar, pero estoy segura de que si lo hubiera tenido hubiera sufrido estar lejos de mi madre. No tengo recuerdo de haberlo pensado en ese momento porque aún seguía enojada, pero ahora mismo me pregunto cuán sola ella debería sentirse. Y quizás la culpa deba desgastar sus pensamientos.

No fue hasta dos meses después cuando en nombre de mi cumpleaños Ethan llegó al restaurante y preguntó por mi antes de que llegara el mediodía.

―¿Tienes un segundo?― empujó con entusiasmo sentado en una mesa libre en el centro del salón. Eran de las pocas que quedarán libres siempre, a nadie le agrada quedarse en el centro del comedor así que se la dieron a él.

―Todavía no es la hora de mi descanso.

―Será un segundo, lo promete.

―Ethan, van a...

―Es solo para darte esto―metió su mano en su mochila y sacó un sobre. Fruncí el ceño en el momento en el que lo colocó entre ambos y seque mis manos en mi uniforme húmedo y dos tallas mayor que yo―. Es tu regalo de cumpleaños, de parte de los chicos―sonrió―. No te sacaré más tiempo, nos vemos en la noche―dejo un beso en mi mejilla antes de irse corriendo mientras yo intentaba abrir el sobre blanco.

En el sobre vino un boleto a Nueva York. Para mi, ese era un regalo sumamente costoso, y nunca tuve uno de ese tipo en mi vida hasta ese momento. Lo abrí con incertidumbre sin entender que sería y lo vi de la misma forma, confundida, aturdida. La vida siguió a mi alrededor pero yo solo pude pensar en que no sabía cómo agradecer eso, que nunca encontraría la forma de hacerlo. Nunca me habían regalado algo que deseé con tantas ganas, y ahora que así era, no sabía cómo agradecerles el regalo.

Si, era una estúpida. Literalmente tenía el boleto al avión que me llevaría a cumplir mis sueños y yo solo podía pensar en lo que me faltaba. Viendo en retrospectiva, toda mi vida fue de esa forma. Y aún sigue siendo así.

𝙀𝙡𝙡𝙞𝙚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora