Daphne Tyson, una chica con una vida normal, una adolescente como cualquier otra. Vive en un pueblo pequeño de Indiana, Hawkins, con su abuela, un pueblo en el que supuestamente "no pasa nada".
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Capítulo 9: Billy Hargrove
El claxon del coche de Steve sonó dos veces en la puerta de mi casa, eso indicaba que ya estaba ahí.
Desde lo que lo había pasado, hace ya unos largos meses, cada mañana venía a recogerme a casa, para asegurarse que de camino al colegio no pasaba nada.
Normalmente también venía Nancy, pero esta vez no estaba, ya que había tenido que ir con su hermano. Eso explicó Steve.
— Es una mierda, lo sé — dijo, después de estar unos minutos sentados en su coche. Estaba leyendo su carta para acceder a la universidad, la cual no entendía mucho.
— No es una mierda — dije y lo miré, tratando de no sonar grosera.
— No está bien — siguió el, algo decepcionado de si mismo.
— Lo estará, Steve — sonreí para tratar de consolarlo — Solo hay que reorganizarla un poco — añadí moviendo mi mano libre sobre la carta. El suspiró, apoyando su cabeza en el volante — ¿Puedo escribir algo? —
— Supongo — asintió y me prestó un bolígrafo.
— Vale — suspiré y me acerqué un poco, para que viera lo que estaba escribiendo — Aquí, en el primer párrafo has usado el partido de baloncesto con Northerm como metáfora de tu vida y eso es genial — asintió y me miró. Notar su mirada en mi cuando yo no le prestaba atención todavía me erizaba la piel — Pero por aquí... — rodeé una parte de la carta — Hablas de la experiencia de tu abuelo en la guerra . Y no veo la conexión — dije algo confusa, mirándolo.
— Tienen relación porque... — hizo una pequeña pausa, mientras movía sus dedos, pensando en algo que decir — Porque... los dos ganamos — aclaró y yo asentí, tratando de no reír — ¿Debería empezar de cero? —
— No — añadí algo nerviosa — O sea... ¿Cuando la entregas? — pregunté, desviando el tema.
— Mañana empiezan las solicitudes — explicó y yo asentí — ¿Puedes venir a ayudarme? — preguntó y lo miré, sorprendida por su propuesta.
— Me encantaría — sonreí y el hizo lo mismo — Pero hoy Nancy y tu tenéis la cena con los padres de Barbara — comenté y suspiró — Yo ya fui la semana pasada, esta os toca a vosotros — rodó los ojos y se llevo las manos a la cabeza — No tienes porque ir, puedes hablar con Nancy... —
— No. ¿Qué mas da? — dijo abatido y me miró, apoyado en su asiento, sacándome el papel de la mano.
— Tranquilízate — me giré en mi asiento y lo miré.
— Estoy tranquilo — aclaró, claramente alterado — Estoy siendo sincero. Acabaré trabajado para mi padre —
— No creo. Eres inteligente y puedes buscarte cualquier cosa — añadí.
