pasitos de pingüino | Nahyo

O41

Nayeon logró, sin saber como, soltarse del agarre para dar pasos apresurados hacía atrás, con la intención de alejarse.

El hombre cayó al suelo, sin lograr mantener el equilibrio. Se quedó llorando en el piso, diciendo que era un asqueroso ser humano y merecía ir al infierno.

Nayeon era demasiado buena, por lo que no pudo evitar sentir lástima por él. Aunque la hubiera lastimado.

Aunque incluso la hubiera dejado con un trauma eterno.

Jihyo fue a abrazarla, sintió el corazón de la menor latir acelerado pero ella estaba tratando de regular su respiración.

En un movimiento rápido, el hombre se levantó del suelo y les dio una última mirada a todas, pateó la puerta y se fue corriendo sin que Jihyo pudiera alcanzarlo.

Nayeon se sentó junto a su madre en el piso y comenzó a llorar.

—Mi amor, tú no tienes la culpa de nada. No mal gastes lágrimas en alguien que no vale la pena, además yo estaré bien. Mami es fuerte y estará junto a ti mucho tiempo más, igual que Jihyo.

Nayeon poco a poco se fue calmando, la policia llegó poco después y su madre tuvo que salir a hablar con ellos por el desastre de la casa.

Jihyo se quedó adentro con la de cabellos rosas, le dio muchos besos por todo el rostro, limpiando los rastros de lagrimitas que había en sus mejillas.

Ambas subieron juntas a ordenar el caos de la habitación de la más baja.

La menor se sentó frente a la pared que antes tenía su dibujo, y se le oprimió el corazoncito.

Su esfuerzo se desvaneció en rasguños y cortes en la pintura.

Ya no se veía nada bien.

La japonesa la levantó de allí, después de que la mujer les avisara que cerraran bien todo para que Nayeon pudiera descansar. Mañana tendrían que ir a declarar.

Se acostaron juntas y Mina besó los labios de Chaeyoung, una y otra vez.

Luego acarició su cabello, asegurándole que nunca había estado tan orgullosa de ella y su valentía.