Choques con el pasado- II

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Desperté al día siguiente, me levanté y elegí la ropa del día, igual a la anterior-sí ilógico, ¿verdad? Pero hoy la veía diferente. Sé que muchas veces he dicho esto y vuelvo a caer, pero cuando uno se cae el objetivo es levantarse y con más fuerza que la vez anterior.

Si Christian me vio llorar ayer, hoy me verá diferente. No quiero seguir siendo la chica que el rompió, la flor que él marchito. Esta flor es diferente, ya pasó el invierno por ella, ahora viene la primavera y luego vendrá el verano.

Me desvestí y entre al agua tan deliciosa, disfrute ese baño como pocas veces lo había hecho desde que estaba acá.

Mi relación con Christian iba a ser estrictamente profesional, él era mi doctor y yo, la paciente que él trataba de curar después de haberla enfermado.

Salí de la habitación directo a tomar el desayuno, al parecer mi estómago reclamaba mis huevos revueltos con bacon y un buen café o un jugo de naranja. Mientras que tomaba mi delicioso desayuno solo pensaba en toda mi infancia perfecta, mi familia perfecta, dinero por todos lados. Mis padres, los que siempre estuvieron para mí y yo los defraudé. Defraudé a mi mejor amiga, a mis amigos, a todos. Todo por el amor que nunca existió ni existirá, el amor perfecto.

 -Holaaaa-interrumpió alguien mis pensamientos.-me alegro que hayas salido de la habitación- me habló una Ana alegre antes de tomar asiento frente a mí. Ella solo traía una ensalada de frutas y un yogurt.

-Buenos días-respondí sonriéndole- yo también me alegro de haber salido de ahí, me quería volver más loca, aparte de que ya extrañaba este delicioso desayuno.

-¿Podrías vivir a puro huevo y bacon, verdad?-me dijo con la boca llena.

-Y con café-de verdad que Ana podía cambiarle el ánimo a cualquiera. Hasta tenía cierto parecido con Daphne, como la extraño.

-¡Penny! ¡Tierra llamando a Penélope!-

-¡Ah!

-¿En qué piensas? ¡Ah! ¡Ya sé! En el amor prohibido que dejaste en Texas-sonrío con malicia.

-No tengo amores prohibido-respondí seria-me han roto el corazón-continúe con una mueca de dramatismo.

-¿Quién? Dime quién ha roto tu corazón-respondió siguiendo mi juego.

-Christian-respondí, solo pude ver como la cara de Ana cambiaba a una cara de asombro increíble. –Sí, mi doctor. Es una larga historia que algún día te la contaré, pero por él estoy acá y por él soy la mierda de hoy.- hablé.

-Lo siento- respondió con culpabilidad-no quería arruinar el desayuno.

-Tranquila, nada ni nadie podría arruinarlo-le sonreí para cambiar el giro de la conversación.

-Que bueno Penélope, porque tu cita con el psicólogo empezó hace 20 minutos-habló Christian a mi espalda.

-Ah excepto de ti-le respondí-tú podrías arruinarme hasta mi tarta favorita- aunque no lo crean me divertía el juego, por qué sé lo que a él le molesta que le responda así. Pero a como el me complico la vida así se la voy a complicar yo. Vamos a ver quién es el más idiota al final.

-No me hables así.

-Bueno Ana, nos hablamos en el almuerzo. Creo que después de mi cita estaré en el patio trasero leyendo un libro que se llama "¿Cómo ignorar a los imbéciles? Y vieras como he aprendido-me dirigí a Ana cerrándole un ojo para luego retirarme dejando a Christian con la boca cerrada.

Caminé al despacho de mi psicólogo llenando todo mi almacén de paciencia por la regañada que me iba a dar por ser impuntual, pero había valido la pena. Sí que lo había valido.

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