Tenía tres días de haber llegado a esta clínica, tres días de casi no comer, no hablar y si pudiera; no respiraría.
Empiezo a entender o no, a meterme en la cabeza a la fuerza que mis papás tenían razón con esta clínica.
En estos tres días no he salido de mi cuarto que me asignaron ni he querido dejar que nadie entre y al menos esos señores que fueron a mi casa por mí lo respetan. Y... aquí estoy en esta cama gigante donde recuerdo una y otra vez el día que me trajeron acá.
~flashback~
Llevaba dos semanas de estar en mi casa, mis padres estaban usando la "sobre-protección" hacia mí, aún después de haber explicado una y mil veces más que no volvería a pasar.
Mi mejor amiga estaba; ciertamente, resentida conmigo y mi comportamiento y yo ahí, en mi sano juicio sé que fue una idiotez la que cometí y que desde ese día en adelante Davis dejó de ser el idiota y me cedió el campo. Por otra parte en esas dos semanas no he vuelto a verlo ni una sola vez y creo que ha sido lo mejor que ha pasado...para los dos.
-Penélope, baja un momento-gritaba mi madre.
-Voy en seguida.
Bajé las escaleras y llegué al estudio de papá, los dos estaban ahí y me veían con cara de ¿temor, vergüenza? no lo sé. Y en una de las sillas se encontraban dos señores, una señora y un señor, entre los 40 y 50 años.
-¿Sí?-afirme, con miedo.
-Penélope, quiero que te sientes, escuches y no hables hasta que tengas la oportunidad-habló mi padre demasiado serio. Creo que unas dos o tres veces en la vida lo había hecho, y si entiendo que me lo merezco.
-Entiendo.
Mi padre sacó unos pequeños papeles que reconocí al instante y de una vez mi cuerpo reacciono.
-Ni lo sueñ....
-Penélope-habló mi padre-creo que dijiste que entendiste. Estos boletos son para Washington, uno de ida y otro de regreso-alzó la mano mostrándomelos- el de ida tiene fecha, pero el de regreso no-se detuvo, sé que le era difícil- son para una clínica de rehabilitación, te irás mañana y vendrás a esta casa el día que te den de alta estos doctores. El señor y la señora La...
-No me iré-interrumpí- te puedo jurar que no lo haré más, pero no me iré.
-Penny-intervino mi madre con ojos llorosos-no lo hagas más complicado.
-No madre, no me iré a una de esas clínicas donde van drogadictos...-grité.
-¿Drogadictos?-medito mi padre-¿entonces tú eres una drogadicta?, Dios sólo me diste una hija y me la diste así-casi gritó mi padre, pero eso que me dijo me golpeó tan fuerte que me hizo quedarme callada y quieta como una estatua.
En la vida unas palabras me habían hecho tan mierda como esas de mi padre.-Yo, yo no qu...-tartamudeó mi padre.
-Me iré hoy- hablé antes de retirarme.
Subí las gradas, saqué una maleta debajo de mi cama, y eché lo único que necesitaba; la foto de mi mejor amiga y algo de ropa.
A los minutos alguien tocó mi puerta.
No tuve la fuerza para responder, me sentía mal, no, mal no, pésimo.
-Penny-habló mi mejor amiga-soy yo.
Ni aun así pude responder. Ella entró y solo me abrazó, creo que eso era lo que necesitaba.
Dios en tan solo un mes todo lo que me había ocurrido era increíble. Todo era una odisea.

ESTÁS LEYENDO
Freedom
HumorUna relación que nos volverá locos; de furia, de amor, de tristeza.. Conoce la historia de Penélope Thomson y Davis Lawrence. No te atrevas a dejarlos solo recorriendo lo que será el camino hacia su libertad.