Capitulo 19

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Dánae estaba visiblemente afectada al revivir esos momentos tan dolorosos

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Dánae estaba visiblemente afectada al revivir esos momentos tan dolorosos. Medusa la miraba con ojos llenos de compasión, entendiendo la profundidad del sufrimiento que había vivido.

Dánae continuó, con la voz quebrada por la emoción:

—Dentro del cofre, todo estaba oscuro y apretado. El sonido del mar y el vaivén de las olas me hacían sentir nauseabunda y desesperada. El llanto de Perseo resonaba en el pequeño espacio, aumentando cada vez más mi angustia. Sentía que el aire se volvía más denso, la presión y el pánico se hicieron insoportables.

El cofre comenzó a moverse de manera errática, y el agua empezó a filtrarse por las pequeñas rendijas. Temí lo peor; la idea de que el cofre se hundiría y acabaríamos en el fondo del mar se apoderó de mí, sumiéndome en la desesperación. De repente, el agua comenzó a entrar más rápido, y sentí como si estuviéramos atrapados en una tormenta.

—En ese momento, abracé a mi hijo con fuerza, convencida de que ese sería nuestro final. Mis llantos se mezclaban con los suyos, resonando en el espacio reducido, como un eco de nuestra inevitable pérdida.

—Pero entonces, algo increíble ocurrió. El mar se calmó, y el cofre comenzó a flotar con más estabilidad. El agua dentro del cofre empezó a filtrarse lentamente, y los gritos de Perseo se redujeron, lo que me permitió calmarme. Sentí una presencia protectora alrededor del cofre, como si el mismo mar estuviera ayudándonos, guiando nuestro destino de alguna manera.

—Finalmente, la corriente nos llevó hacia la costa, donde la caja se atascó en la arena. Cuando sentí que podríamos estar en tierra firme, intenté gritar pidiendo ayuda, pero la voz no me salía. Sin voz, comencé a golpear las paredes del cofre con todas mis fuerzas, pero estaba tan agotada que mis golpes eran débiles. Aun así, no me rendí y seguí golpeando y gritando con mi débil voz, hasta que escuché que alguien desde fuera comenzó a golpear el cofre. Me aferré a mi hijo, llena de esperanza y miedo.

—Cuando finalmente abrieron el cofre, la luz del sol me cegó y cerré los ojos por inercia.

—"¡Por los dioses, ¿Qué es esto?!" —escuché que exclamó la persona que nos había salvado, y poco después, perdí el conocimiento.

—Me desperté en una cama, con mi hijo a mi lado, y aunque no sabía por qué, me sentí segura —

—Que bien sienta desahogarse — dijo para sus adentros mientras suspiraba como si al exhalar también soltara una pequeña parte del dolor que había guardado durante tantos años

Medusa la escuchaba con atención, y sus sentidos agudizados captaban hasta el más leve temblor en la voz de Dánae mientras esta relataba su historia.

—El hombre que me había salvado era Dictis —comenzó, su voz ahora algo más firme—. Era el general del reino. El rey lo considera su hermano, ya que la madre de Dictis lo amamantó cuando eran niños. Dictis, para protegerme, dijo a todos que yo era su joven esposa, que me había traído a vivir con él para cuidar de mí y de Perseo, quien, según él, era nuestro hijo. Me mantuvo a salvo con esa mentira, pero yo... —hizo una pausa, su rostro oscureciéndose— yo siempre estaba encerrada. El miedo seguía gobernando mi vida. No podía confiar en nadie más que en Dictis. Y aun así, me costó tiempo confiar plenamente en él.

Un Monstruo HermosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora