Había llegado al departamento muy tarde, después de hablar con Marcus, me apresuré a terminar mi trabajo; fui tal vez la última al salir, pero agradecía tener algo en que distraerme para no pensar tanto en él.
—¿Qué tal tu día? —Preguntó Anna al verme entrar.
Ella no trabajaba, se la vivía de floja en el departamento y no la culpaba; ambas teníamos suficiente dinero para vivir sin preocupaciones el resto de nuestras vidas, pero al menos yo sí necesitaba mantenerme ocupada en algo, si me quedaba encerrada aquí me volvería loca.
—Pésimo —contesté, sentándome en el sofá. Frunció el ceño y ladeó la cabeza.
—¿Ahora qué ocurrió? —Indagó. Efectué una mueca y alcé la vista al techo.
—Le dije a Marcus que había sido su esposa —simplifiqué. Anna irguió la espalda, mirándome asombrada ante mi confesión.
—¿De verdad? ¿Y qué te dijo? —Cuestionó mostrando interés.
—Me tachó de loca —dije, suspirando triste, aun me dolía su reacción.
—Dale tiempo —aconsejó, tratando de darme ánimos. No servía de mucho.
—Eso es lo que haré —acoté.
—Él te buscará, la curiosidad podrá más ya verás —aseguró, sonreí.
—¿Y tú a dónde vas? —Indagué, reparando en su atuendo de vestido corto y zapatillas altas, parecía que iba de fiesta.
—A cenar —respondió, sin mencionar que su menú era el cuello de un humano—. ¿Vienes?
—No, estoy muy cansada y, además no me apetece ver cómo le sacas la sangre a un pobre infeliz —ella rio—, ahora solo quiero dormir
—Bien... no me esperes despierta —farfulló, guiñándome un ojo mientras se ponía de pie.
—No pensaba hacerlo —murmuré de vuelta.
Se despidió de mí y salió del departamento en un parpadeo; cansada fui a mi habitación, llené la tina y me di un largo y relajante baño, al finalizar, caí en la cama completamente rendida. Enseguida me entregué al sueño.
[***]
Desperté de improviso al advertir la presencia de alguien en mi habitación, aunque conocía a la perfección a ese alguien y no, no se trataba de Anna. Su inconfundible presencia y la loción de su perfume, mezclado con su aroma, lo volvían único para mis sentidos.
—¿Qué haces aquí, Marcus? —Inquirí, sentándome sobre la cama.
No encendí la luz, podía verlo claramente por la luz que entraba por la ventana; había dejado los trajes de lado y fue extraño mirarlo con aquellas prendas encima. Su pijama en la antigüedad, no se acercaba un poco a lo que usaba ahora, ese pants oscilando de su cadera y la camisa ajustada marcando los músculos definidos, yendo al contrario de las prendas sueltas que solía usar.
—Quiero una explicación —aseveró tajante.
—No me crees nada de lo que te digo. ¿Qué caso tiene que te la dé?
Dejó caer sus hombros muy despacio, relajándose.
—Recuerdo que Anna y Henry alguna vez me preguntaron por mi esposa, yo los llamé locos y no dijeron nada más. Y hoy, años después tú me dices esto, lo que ellos me dijeron tiene más sentido —dijo acercándose a mi—, lo que no entiendo es: ¿Por qué no te recuerdo?
Solté un largo suspiro, sentándome bien sobre el colchón. Veía las dudas en sus ojos, estaba perdido. Le contaría todo, desde el comienzo; aclararía sus dudas y le daría esa paz que necesitaba encontrar ahora, quizá al escucharme sin tacharme de loca, podría lograr que reaccionara y sino lo lograba, no me quedaría más opción que hacerme a un lado.
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Recuérdame ©
VampireLuciana regresará buscando a su amor eterno, pero tal vez cuando lo encuentre las cosas no sean como ella imaginó. ¿Podría luchar para recuperar el amor de Marcus? O tal vez lo mejor sería olvidar y dejar a Marcus donde pertenece: al pasado.