Capítulo 18

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—Luciana —susurró Anna, buscó tocarme, pero negué, alejándome de ella.

Sin prisas me dirigí a la planta alta, no había más llanto, ni una lagrima más derramaría por él, pese a que, dolía en lo profundo de mi alma que Marcus nunca me eligió a mí, que siempre fue Cecile y siempre iba a ser ella. En este tiempo yo no fui suficiente, en su mundo no era su alma gemela, solo se trataba de esa joven.

—Necesito hacer un hechizo —susurré en voz alta al estar dentro de mi habitación, parecía un autómata, un caparazón sin vida.

—¿Un hechizo? —Se aventuró a preguntar Anna, mirándome preocupada desde el umbral—, ¿de qué, Luciana?

—Para ocultarme de Marcus, para que por más que lo intente, nunca pueda encontrarme. Necesito matarlo, aunque no se trate de forma literal —musité.

—Te apoyó en lo que decidas —susurró—, has seguido sin él, jamás necesitaste el amor de Marcus, no lo harás ahora —la miré—, y yo estaré a tu lado en lo que necesites siempre.

—Gracias, Anna.

Me dejó sola, entonces tomé la caja donde descansaba mi vestido de novia, la puse en la cama, posteriormente cogí la foto del día de mi compromiso con Marcus y la metí dentro, seguido por el collar que compró para mí. No había más cosas de nosotros, las que quedaban se encontraban en mi memoria y ahí se desvanecerían con el tiempo, no me aferraría más a ellas.

Salí de la casa con rumbo al prado, me adentré en el bosque que lo rodeaba y cuando sentí que estaba lo suficientemente lejos, dejé las cosas en el suelo; las miré desde arriba, seguía esperando alguna lagrima, pero estas no llegaron.

—Se acabó, Marcus —musité.

Enseguida y sin pensarlo más les prendí fuego; permanecí abstraída en el fuego, atenta a sus llamas y como todo lo que me lastimaba era consumida por ellas; el fuego acababa con las cosas que me recordaban a una vida feliz. De alguna manera lo mismo estaba pasando con el amor que yo sentía por Marcus, se estaba consumiendo, diluyéndose, desapareciendo de mi corazón, como si nunca hubiera existido.

Deseé no recordar nada, olvidarme completamente de él, pero ese era un hechizo del que solo Emily sabía las palabras.

Sonreí cuando el fuego terminó, solo cenizas quedaron.

—Nunca podrás destruir lo que te ha marcado la piel del alma —dijo una voz.

Asustada, enfoqué mis ojos en una figura desconocida. Se trataba de un hombre de aspecto siniestro, ataviado con una gabardina negra que oscilaba bajo sus pies a causa del viento, la ropa oscura que llevaba debajo estaba malgastada y parecía vieja, mas no sucia. Cuando lo miré a la cara, un destello ámbar detonó en sus orbes. Eran los ojos más extraños que jamás haya visto.

—¿Quién eres?

—Deberías preguntar qué soy —replicó. Ladeé mi cabeza hacia un lado. Achiqué los ojos.

—Eres un brujo —determiné. Esbozó media sonrisa.

—He estado al tanto de tu vida, Luciana, siguiendo el trayecto de tus decisiones, todas terminan en ese vampiro —dijo, sin mover un musculo—. Fue como ver una novela trágica y con bastante drama.

—Si vienes a burlarte, puedes regresar por donde viniste.

En un abrir y cerrar de ojos lo tuve frente a mí. Ahogué un jadeo, consumida por el impacto de sus movimientos.

—Él no te ama, lo que Marcus Vladek es ahora no es ni un atisbo de lo que fue hace doscientos años. Cuando borras la memoria de alguien, no solo eliminas sus recuerdos, también su esencia, la esencia de su alma —detalló—. Ese vampiro es solo el cuerpo de tu amor del pasado, pero te equivocas si crees que de verdad el antiguo Marcus está ahí.

—Él me recordó brevemente.

—Son recuerdos que no le pertenecen. No sé quien ocupa el cuerpo de tu vampiro, pero no es quien buscas.

Sacó un cuaderno de piel en color vino, se veía desgastado, había un par de cuerdas apretando sus hojas. El brujo lo extendió hacia mí.

—¿Qué es eso?

—El viejo grimorio de Emily, ahí se encuentra el hechizo para que le devuelvas el alma a tu vampiro.

La sorpresa me sostuvo mientras mis dedos rozaban la piel del grimorio. Lo agarré con lentitud, mi corazón no paraba de bombear sangre a gran velocidad. Luego de tanto tiempo, al fin tenía en mis manos lo que necesitaba para traerlo de vuelta. Sin embargo, mis deseos por hacerlo se habían ido. No importaba lo que el brujo dijera, el dolor por la elección de Marcus seguía doliéndome y no podría traerlo de regreso sin mirarlo con rencor.

—Ya tomaste una decisión, Luciana —dijo, mirándome a los ojos—, espero no te arrepientas de ella.

—Gracias —musité, ignorando su comentario.

—Si me necesitas, estaré aquí, ven a mí cuando lo requieras.

—¿Cómo te llamas? —Me atreví a preguntar.

—Edril.

Y sin decir más se marchó.

[***]

Estaba sentada en el suelo de la sala, mis dedos se movían a través de las paginas del grimorio que Edril me dio. Los hechizos estaban ahí, podía comprenderlos perfectamente, también era capaz de llevarlos a cabo. El que utilizó Emily relucía con letras que parecían haber sido escritas con sangre; toqué cada una de ellas, era el hechizo que utilizaría.

Borraría de la mente de Marcus mi recuerdo y luego, borraría el suyo de mi memoria.

No quería volver a él, no quería tenerlo conmigo. Lo de nosotros se rompió, se desgastó con los años, ya no era lo mismo.

Cerré el grimorio y me puse de pie cuando la puerta de entrada se abrió de golpe. Anna entró y con ella venía Henry, quien tenía su rostro lleno de preocupación, enseguida supe que esta se debía por Marcus, solo por eso él estaría aquí.

—¿Qué sucede? —Pregunté hacia ellos.

—Marcus está en problemas —contestó Henry.

—Y eso me importa, ¿por? —Inquirí, cruzándome de brazos.

—Porque lo amas —sentenció Anna. Rodé los ojos.

—Lo que le suceda a Marcus ya no es mi problema —espeté hacia los dos.

—Van a matarlo, Luciana —simplificó Henry, sentí mi corazón detenerse por un mínimo segundo.

—¿De qué hablas?

—Lo han capturado, vampiros, a él y a Cecile

—¿Ella no estaba en el hospital? —Pregunté confundida.

—Sí, pero Marcus la llevó al castillo, en Rumanía, si ella no se reponía iba a convertirla —informó.

Sentí un golpe en mi corazón al escuchar eso.

—No lo mal entiendas, Luciana, si él quería hacer eso es porque se sentía culpable del estado de Cecile.

—¿Cómo es que lo capturaron? —Evadí el tema.

—No lo sé, cuando volví al castillo todo el lugar estaba rodeado de vampiros. Ellos lo están torturando y él simplemente parece que se ha dado por vencido —mencionó despacio—. No puedo luchar contra ellos solo —continuó—, son demasiados, es por eso que vine a buscarlas, Marcus nos necesita.

Anna que había permanecido en silencio me miró y después hablo.

—Es tu decisión ir o no, Luciana. Yo lo haré, Marcus me ha salvado una infinidad de veces, se lo debo, pero tú no estás obligada a hacerlo

Sospesé sus palabras brevemente; lo que le sucediera a Marcus no debería de importarme, pero no podía dejarlo así, tampoco a Cecile. Suspiré y apreté el grimorio entre mis dedos, repitiendo en mi cabeza el hechizo que pondría sobre Marcus cuando lo salvara de esto.

—Vamos, es lo último que haré por el —sentencié.

Sin decir más salí de la casa, fijando la meta de mi destino en mi mente.

Recuérdame ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora