No podía cenar tranquila, sentía una tensión horrible en la mesa, pero tal parecía que solo era entre Marcus, Luke y yo. Francamente no presté atención a nada de lo que sucedía a mi alrededor, escuchaba los murmullos de Marcus y Miguel y algunas veces también a Carla; mi vista se mantuvo fija en mi plato aun con comida que no pensaba ingerir, mi estomago estaba hecho un nudo.
Levanté la vista cuando Luke me tomó de la mano de forma disimulada. Lo Observé de soslayo.
—¿Estás bien? —Preguntó en un susurro.
—Sí, no te preocupes —contesté, dedicándole una pequeña sonrisa.
Él iba a responder, pero de pronto, todo quedó sumido en oscuridad, pegué un pequeño grito, no porque la luz se haya ido, sino por el trueno que hizo vibrar los vidrios de la mansión; maldición, quería meterme bajo las frazadas en mi cama, lejos de Marcus.
—Cariño, ve a buscar velas —escuché la voz de Carla. Yo seguí paralizada en mi lugar.
—¿No hay una planta de luz? —Indagué trémula.
—Sí, pero está inservible, nunca le pusimos demasiada atención, ya que jamás había ocurrido algo así —respondió Luke.
Pensé en lo conveniente que eso era precisamente hoy. Las cosas no podían seguir empeorando para mí.
—Luke, acompaña a tu padre por favor —dijo Carla. Marcus se mantenía en silencio.
Me quedé tensa cuando Luke me soltó. Quise pedirle que no lo hiciera, que no se apartara de mí, pero mi boca se negó a abrirse y, además, no quería sonar infantil y tonta.
—Luciana, Marcus, quédense aquí, en un momento los acompañáremos a sus habitaciones —anunció Carla. Solté un suspiro por lo bajo.
—De acuerdo —musité.
Marcus siguió sin pronunciar palabra alguna, pero podía sentir sus ojos en mí, incluso cuando yo no era capaz de ver a través de la oscuridad, siempre lo advertía. Entonces, de un momento a otro, un frio estremecedor me tocó el cuello; cerré los ojos, tenía los labios de Marcus en mi cuello, sus manos ejerciendo presión en mis hombros, obligándome a mantenerme en la misma posición; su aliento causaba miles de escalofríos en mi cuerpo.
—Basta, aléjate de mí por favor —supliqué lo más despacio que pude. Sonrió y mordisqueó el lugar exacto donde había dejado la mordida de la noche anterior. Volví a estremecerme.
—No puedo, mejor aún, no quiero —susurró en mi oído. Mi piel se erizó.
Depositó un beso, otro más, sus manos se hundieron más en mis hombros, su boca trazó un camino hasta mi oído, respiró lento, como si estuviera suspirando.
—Tu sangre corre deprisa, Luciana, te vuelves aún más apetecible para mí —dijo sin vergüenza.
—Listo, ya hemos hecho luz —habló Miguel, entró al comedor iluminando todo con las velas que traía en su mano.
Miré a Marcus, él ya se encontraba cómodamente sentado en su lugar, como si no hubiera pasado nada.
—Te llevaré a tu habitación —decretó Luke, quien traía otra vela en su mano.
Me puse de pie cuanto antes, tomé su mano, me despedí de todos casi de forma súbita y nos dirigimos a las escaleras; en toda la mansión se había instalado un silencio rotundo, atemorizante, solo se escuchaba el sonido del agua cayendo a cántaros. Caminamos por un pasillo que yo recordaba demasiado bien y al final llegamos a la puerta de la que alguna vez fue mi habitación con anterioridad. Mi suerte era una completa perra, de eso no me cabía duda.
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Recuérdame ©
Ma cà rồngLuciana regresará buscando a su amor eterno, pero tal vez cuando lo encuentre las cosas no sean como ella imaginó. ¿Podría luchar para recuperar el amor de Marcus? O tal vez lo mejor sería olvidar y dejar a Marcus donde pertenece: al pasado.