—Dime que te gusta —musité nerviosa. No era la mejor en la cocina, pero me había esforzado por ofrecerle algo decente a Ryan.
—Me gusta —murmuró con la boca medio llena, reí—. Dios, mujer... cocinas delicioso —agregó. Sonreí complacida y aliviada.
Francamente me dio gusto tenerlo en el departamento, era una persona culta con la que podía tener cualquier tema de conversación, me ayudaba a no pensar en Marcus, a quien no volví a ver luego de nuestra fugaz platica. A la única que vi fue a su novia, pero no tenía el mejor semblante, me dio la impresión de que estaba triste, ausente. Vaya a saber uno si esos dos tenían problemas, siendo sincera, no me importaba para nada su relación.
—Te diría la típica frase que se dice a menudo hacia las mujeres que cocinan bien, pero sé que aspiras a algo más que casarte —dijo sonriendo ampliamente.
—Más te vale, esos comentarios no van conmigo, además, no tengo planes de casarme —respondí, aún no superaba a mi último esposo.
—Bueno, ya somos dos —coincidió.
Terminamos de cenar entre risas y una amena platica y nos dirigimos a la sala, ambos con una copa de vino en la mano, uno que Ryan trajo. Era costoso y muy rico; el silencio nos abrazó por unos minutos, solo escuchábamos el tráfico del exterior, estábamos completamente solos, Anna había salido para darnos privacidad, me hubiera gustado presentarle a Ryan, seguramente le agradaría.
—¿Quieres otra copa de vino? —Ofrecí amable, rompiendo el silencio al ver que su copa estaba vacía.
—¿Estás planeando emborracharme para llevarme a la cama? —Inquirió serio; lo miré con los ojos muy abiertos.
—Yo...
—Estoy bromeando, Luciana. No puedo creer que lo hayas creído —comentó entre risas. Respiré aliviada.
No estaba acostumbrada a bromear demasiado, solo con Anna; en mis antiguas relaciones con humanos, siempre fui reservada, manteniéndome alejada de ellos, no hice amigos, mucho menos les dirigí la palabra más allá de lo necesario. Ryan era el primero al que invitaba a mi espacio y con el que más cercanía había tenido.
—Eres un tono —musité, negando débilmente con la cabeza.
Él enarco una ceja y se acercó peligrosamente a mí. Su brazo se movió silenciosamente hacia mi cintura y la envolvió con delicadeza, posteriormente me atrajo a su cuerpo, sonreí. Me miró un momento a los ojos, luego bajó la mirada a mis labios, mi corazón se mantuvo pausado cuando él se inclinó hacia al frente para besarme. Suspiré sobre su boca y respondí a su beso. Cada movimiento era suave y caliente, los roces calculados y largos; nuestra saliva se mezcló, nuestros labios se movían en sincronía, profundizando con cada segundo transcurrido. Sin darme cuenta el beso fue subiendo de intensidad; su tacto se desplazó hacia mis muslos, apretó suave y detuve todo.
Ryan me miró intensamente, le sonreí con dulzura, haciéndole saber que todo estaba bien. Me incorporé y lo tomé de la mano, guiándolo a mi habitación.
Ya dentro é volvió a besarme, acunó mi rostro entre sus manos y aumentó el ritmo de sus besos. Fueron más agitados, fuertes, intensos; cuando reaccioné, él me recostaba sobre la cama. Encajó entre mis piernas y empujó despacio su pelvis contra la mía. Gemí bajito y mi mente traicionera me transportó a mis noches con Marcus mientras hacíamos el amor. Lo pensé a él, lo tuve a él bien presente, imaginé que era él quien me besaba, que eran sus manos las que acariciaban mis piernas con celeridad y desespero. Mi pecho se agitó, solté otro gemido cuando el toque en mis senos se acrecentó enviando punzadas de placer a mi entre pierna.
ESTÁS LEYENDO
Recuérdame ©
مصاص دماءLuciana regresará buscando a su amor eterno, pero tal vez cuando lo encuentre las cosas no sean como ella imaginó. ¿Podría luchar para recuperar el amor de Marcus? O tal vez lo mejor sería olvidar y dejar a Marcus donde pertenece: al pasado.