Capítulo 13

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—Nicholas —susurré otra vez.

El chico me miraba confundido mientras avanzaba despacio hacia mí. Su cabellera casi rubia se movió con el viento y yo me encontré hipnotizada ante esa imagen, completamente abstraída en los rasgos de su faz, cada uno de ellos detallados a la perfección, siendo una réplica exacta de Nicholas. Sin embargo, me atrevería a decir que el joven, quien seguía observándome sin pestañear, era aún más apuesto.

—Creo que me confundes —corrigió—, mi nombre no es Nicholas, sino Luke, Nicholas era mi tatarabuelo, bueno —efectuó una mueca graciosa—, no sé cuántos tata debo agregar.

No cabía de la impresión, las palabras se negaban a salir de mi boca, esta se encontró sellada. Cientos de emociones recorrieron mi ser, emociones hermosas rebosantes de melancolía, esta siempre aparecía. No asimilaba que estuviera frente a alguien que era idéntico a mi Nicholas. Era como si la vida estuviera dándonos la oportunidad de continuar con lo que Marcus rompió. Desvió nuestros caminos y hoy nuevamente se cruzaban. Quise llorar de felicidad, no por ver en él a una opción, sino porque de alguna forma a través de Luke podría abrazar de nuevo a Nicholas.

Por instinto sonreí; Luke no tenía su voz, solo rozaban cierto parentesco, aunque sus ojos, sus ojos eran verdes y tenían ese brillo que tanto caracterizaba a mi Nicholas.

—Dime, extraña, ¿cómo conoces a mi tatarabuelo? No eres vieja y aunque lo fueras, él murió hace como doscientos años —comentó, pensativo. Mordí mi labio inferior y sacudí débilmente mi cabeza.

—Yo...

Me quedé callada, no sabía qué inventarle para que no saliera huyendo gritando que era una loca.

—Tú, ¿qué? —Persistió.

—Mi tatarabuela lo conocía —mentí—, yo lo hice por fotografías. De verdad me he llevado un susto —agregué, a lo que él solo rio.

—Entiendo, pensaste que quizás era su fantasma —suspiré y volví a negar—, ¿la extraña tiene un nombre? —Inquirió.

—Luciana —me presenté, le ofrecí mi mano, la aceptó. Cuando me tocó, me atravesó un cosquilleo.

—Suena como a esos nombres antiguos, pero es lindo —me sonrojé un poco—, mucho gusto, Luciana.

—Gracias, Luke —musité. Me sentía como una adolescente, intimidada y nerviosa por el chico que le gusta. ¡Era ridículo!

—¿Y qué hacías aquí? Si puedo saber. No suele venir mucha gente, ahora están más ocupados con la tecnología y esas cosas —murmuró, no dejaba de mirarme. Encogí mis hombros.

—Lo mismo te puedo preguntar —repliqué.

—Oye, yo pregunté primero —se quejó, reí y esperé su respuesta—. Pues bien, siendo sincero no hay un motivo especial, desde que llegué a esta ciudad me he sentido atraído por este sitio, ¿no te ha pasado? Visitas un lugar y es como si ya hubieras estado ahí antes.

Lo miré fijamente, escuchándolo muy atenta, mientras hablaba, su mirada se perdía y solo quedaba una nada anclada a sus ojos, como una carcasa vacía que era llenada por recuerdos de Nicholas. ¿Sería posible que existiera la reencarnación? Aunque por supuesto, si existían las brujas, vampiros y lobos, era probable que también pudiera suceder esto.

—Luciana —me llamó Luke, salí de mis pensamientos al escucharlo. Parpadeé avergonzada.

—Lo siento, tengo que irme —avisé. Ladeó la cabeza hacia un lado.

—¿Por qué? —Preguntó bajo su ceño fruncido.

—Tengo cosas que hacer y ya está oscureciendo —señalé. Ambos miramos brevemente al cielo.

Recuérdame ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora