Capítulo 11

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—¿Qué sucede? —Exigí saber, mi expresión era de una mujer esperanzada, porque a pesar de la decisión que tomé sobre nosotros, me emocionaba la idea de que él me recordara.

—Te vi... nos vi... tú me explicabas por qué habías comprado ese collar

Mis esperanzas murieron, desvaneciéndose tal y como habían llegado. La emoción se esfumó como si nunca hubiera estado. Él solo vio un destello, por eso obtuve de él un atisbo de lo que fue, mas solo se trató de un momento efímero. No había forma de recuperarlo.

—Sí, sé de que hablas —murmuré cabizbaja. Su mano buscó la mía, dio un ligero apretón.

—De verdad te amé, Luciana, debes saberlo. —Mis ojos se inundaron de lágrimas.

—Basta ya, Marcus, deja el pasado donde pertenece —pedí, soltándome de su agarre.

—Demonios, Luciana, ¿por qué haces esto? Carajo. No puedes mirarme así y esperar que no me sienta como un bastardo, me haces odiarme, porque te lastimo y no es mi culpa, maldita sea. No lo es.

—Solo cállate —espeté irascible.

No quería discutir más, porque jamás terminaríamos y únicamente nos reprocharíamos una y otra vez, haciendo de esto un círculo de tortura que odiaba con todas mis fuerzas.

—Vámonos, Cecile te espera —agregué, dirigiéndome a la salida, pero él sujetó mi brazo, impidiendo que diera otro paso. Lo miré molesta—. No puedes hacerlo, Marcus. No puedes ilusionarme para después irte a la cama de Cecile, no puedes —finalicé. Su agarré se deshizo.

—Luciana...

—Basta, debemos irnos.

🥀🥀🥀

Me senté de golpe sobre la cama, miré a mi alrededor, estaba oscuro, pero todo lucía diferente, como una fotografía en sepia. La sensación que me embargó era abrazadora, sentía mucho calor, mi piel quemaba y eso se debía a la presencia de Marcus, cuando lo tenía cerca de esta forma, mis poderes de algún modo me ponían sobre aviso; siempre sucedía, pero en esta ocasión se intensificó por lo que él estaba haciendo conmigo.

Usaba sus dones, me indujo en un sueño, los sueños que él podía manipular a su antojo y donde mis poderes se debilitaban. Maldecía mi estupidez de bajar la guardia. Si me concentrara, no habría permitido que entrar a mi mente.

—¿Qué crees que estás haciendo? —Mascullé.

Marcus salió de entre las sombras. Mi corazón se paralizó por un instante, él seguía usando el mismo traje, Su figura imponente irradiaba oscuridad, mientras el carmín anclado en sus orbes se intensificaba con cada paso que daba; tragué saliva. Marcus lucía como lo que era: un vampiro.

—Sal de mis sueños, Marcus, no tienes ningún derecho.

—Quería estar contigo sin interrupciones —susurró con voz seductora—, sin que me reproches y huyas de mí.

Mi respiración se aceleró; hacía mucho que no lo veía de esta manera, que no se presentaba ante mí como un ser lleno de oscuridad y misterio, dispuesto a tomar lo que quisiera de mí.

—No puedes hacerlo, vete de una vez —espeté.

Me recosté sobre la cama nuevamente y me cubrí con el edredón, como si este fuera capaz de protegerme de las garras del vampiro, pero al menos me servía para no verlo. Lo ignoraría para que se fuera, no quería tenerlo cerca, aunque eso ya estaba de más el decirlo. Sin embargo, en contra de mis deseos, él se acercó aún más, sentí su cuerpo cerniéndose sobre el mío; abrí los ojos de golpe, sorprendida.

Recuérdame ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora