Me encontraba cansada por el recorrido hacia el castillo, sin embargo, mis poderes se mantenían igual de fuertes; frente a mí había un sinfín de vampiros, ellos merodeaban los alrededores del castillo, pero eran incapaces de notar mi presencia.
Caminé despacio entre la espesura del bosque que rodeaba aquel lugar, mis pies se arrastraban lento, las hojas y ramas se quebraban en cada paso. Había una determinación en mí, el miedo no existía, el poder serpenteaba a través de mi medula y se extendía por mis venas, en cada extremidad de mi ser. Hacia mucho que no asesinaba a tantos vampiros, que no mostraba mi poder en su máxima expresión. Hoy acabaría con todos.
—Luciana. —No me volví a ver a Anna, ella se postró a mi lado.
—Al fin llegan —susurré con la mirada aún en el castillo.
—Son demasiados —señaló lo que yo ya sabía.
—Lo sé, pero con mi ayuda podrán acabar con ellos. ¿Están listos? —Pregunté, enfrentándolos.
—Sí, vamos, es hora —dijo Henry.
Caminamos hacia el castillo, iba delante de ellos, protegiéndolos; yo no les temía en lo absoluto a los vampiros, ninguno de ellos podría llegar a tocarme a menos que se los permitiera, algo que no haría.
Apenas atravesamos el jardín frente el lago y cinco vampiros obstruyeron nuestro camino. Esbocé una pérfida sonrisa y alcé ambas palmas abiertas frente a mi cuerpo; el poder se aglomeró en ellas y recayó sobre las figuras pálidas de los vampiros. Todos cayeron de rodillas, agarraban sus cabezas mientras infligía dolor en ellos hasta que no lo soportaron más y se volvieron cenizas.
Mi cuerpo se flexionó levemente, pero volví a incorporarme, Anna y Henry arrancaban las cabezas y corazones de otros vampiros que se habían acercado, de un momento a otro se volvieron demasiados y tuve que encargarme de ellos, ayudando a mis amigos hasta que acabamos con todos.
—Sin ti estaríamos muertos —murmuró Henry mientras arrojaba el cuerpo de un vampiro al suelo y este se desvanecía.
No dije nada, caminé en dirección al castillo; cuando puse un pie dentro, más vampiros salieron a nuestro encuentro.
—¡Vayan, yo me encargo! —Gritó Henry, enfrentándose a ellos, no se trataban de muchos.
Anna se adelantó y cuando arribé adonde ella, ya había abierto la puerta que llevaba al calabozo del castillo; entonces pude advertir voces, gritos, gritos agónicos, estos pertenecían a Cecile, podía jurarlo. De Marcus no escuchaba nada, absolutamente nada y temí lo peor.
Me adelanté, pasando de largo de Anna, adentrándome a través del calabozo. La sangre se palpaba en el ambiente y tuve miedo de enfocar mi vista más allá.
—Pero ¿qué tenemos aquí? —Inquirió burlón un vampiro que nunca antes había visto. Llevaba una daga filosa en su mano y esta se hallaba cubierta de sangre—, una humana y una vampira.
Se movió deprisa hacia mí, antes de verlo venir me sostenía del cuello con solidez. Sonreí con malicia; Anna permaneció detrás de mí, ella era consciente de que yo podía contra él.
—Libéralos y sácalos de aquí —ordené hacia mi amiga, el vampiro nos miró confundido.
Me soltó de forma súbita y trató de impedir el paso a Anna, pero lo hice arrodillarse de dolor en un segundo. Soltó la daga, luchaba contra mí, buscaba tocarme, pero solo pudo mirarme mientras la sangre salpicaba de sus ojos, boca y oídos.
—¡Bruja maldita! —Bramó antes de que lo asesinara.
Sin esperar más corrí hacia donde se encontraba Marcus, era un lugar similar en el que alguna vez lo tuvo preso Emily.
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Recuérdame ©
VampireLuciana regresará buscando a su amor eterno, pero tal vez cuando lo encuentre las cosas no sean como ella imaginó. ¿Podría luchar para recuperar el amor de Marcus? O tal vez lo mejor sería olvidar y dejar a Marcus donde pertenece: al pasado.