Desengaño

1K 132 45
                                    

Las pesadillas le robaban el sueño continuamente. Había olvidado cuando dejó de contar, pero recuerda que lo último de lo que fue consciente era que el día quinientos treinta y dos ya había pasado, y él solo podía dormir de dos a tres horas diarias. El pasar de aquel tiempo, el desgaste emocional y físico, y la presión constante ante las exigencias de Mori, le empezaba a cobrar caro. Los recuerdos del inicio de todo le llevaban a perderse durante horas. Buscaba una razón, un camino a seguir, no solo vivir por ser necesario para la organización. No, él quería respuestas, y se dedicaba cada noche a tratar de dar con ellas.

Pero en aquella ocasión, fue diferente.

No se encontraba pensando en Port Mafia, ni indagó en la razón del por qué seguía ahí por voluntad. Tampoco pensaba en Dazai y su particular manera de hacerle pertenecer a un lugar en el que ni el castaño quería estar. No pensaba en los amigos que perdió, en la relación que guardaba con Verlaine, la muerte de Rimbaud... la traición de Shirase. Nada de eso le atormentó aquella noche, como de costumbre.

Mientras preparaba su café matutino, daba vueltas a la charla con Kouyou. Por la poca información que la pelirroja le había proporcionado, él no estaba en la mejor posición. Por primera vez se mordió las uñas con ansiedad, pensaba en cómo salir de la situación que Mori, y ahora Dazai, le habían metido. Suspiro con cansancio apenas entrando al comedor. Desayunaría algo ligero: café con un waffle. Y ya era ganancia el que lo hiciera, era común salir del departamento con nada más que el cigarrillo entre los dedos.

—Oh, has preparado café, Chibi —la molesta voz de su compañero le hizo cerrar los ojos y mostrar un gesto de molestia—. Que atento de tu parte.

No le miró, se quedó con los ojos cerrados, maldiciendo su poco tiempo de calidad estando solo.

Pudo percibir al otro tomar asiento frente a él, escuchó la silla al ser recorrida de su lugar, la taza con café ser puesta sobre la superficie de madera, y después notó el movimiento que alcanzó a interrumpir: Dazai había alargado el brazo para tomar el waffle del plato del pelirrojo, sabiendo que este lo comería.

Se vio detenido por la mano de Chuuya, quien le había interceptado a mitad del camino.

—No se toca lo que no se es suyo, Osamu —regañó.

Dazai le miró sorprendido, rara vez le llamaba por su nombre de pila. Entrecerró los ojos, analizando al chico frente a él, pensando que tal vez ya se había dado cuenta de su plan y, como era de esperarse, estaba molesto por ello.

Cruzó los brazos sonriendo divertido. Chuuya abrió los ojos y le lanzó una mirada cargada de odio. Si, definitivamente se había dado cuenta. Lo interesante comenzaba ahora.

—Así que, ¿Qué te tiene de malas, Chibi? —preguntó con fingida inocencia, mientras tomaba su taza de café y tomaba un sorbo.

—Dímelo tú. ¿Cómo le haces para verte al espejo cada mañana y aun así sonreír como imbécil?

—Tengo práctica, veo tu feo rostro todo el tiempo. Aun cuando no estás cerca.

—Anoche hable con Ane-san —dijo el pelirrojo, ignorando lo último. Sabía que su compañero solo quería molestarlo —. Me ha contado algunas cosas, pero necesito que seas sincero. No estoy para juegos.

—Que miedo, Chuuya, deberías ver tu rostro —se burló el castaño.

—Dije que no estoy para juegos, imbécil —amenazó, golpeando la mesa con el puño cerrado—. Me dirás ahora mismo qué es lo que planean, para qué quieren que use eso y cuando piensas hacer tu movimiento. Te advierto que estuve toda la noche en vela, una broma más al respecto y esta vez sí tendrás que usar vendajes después de cómo haga pedazos su espantosa cara.

DARKNESS MY SORROW |SOUKOKUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora