Apariencias mal cubiertas

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La noche en que se enteró de lo que ocurría en la sede, entendió que el tiempo de paz había llegado a su fin. Apenas escuchó el nombre de aquel hombre, suspiró con pesadez de tan solo saberse bajo el mismo techo. Habían pasado cuatro años; los suficientes para cerrar la herida que aquel joven dejó sin remordimiento. O al menos eso creyó. Sin embargo, el acelerado latir de su corazón, el sudor frío y las incontrolables náuseas, le dieron a entender que estaba más dañado de lo que alguna vez dijo estar.

Con pesar, tuvo que admitir que Osamu Dazai estaba lejos de ser superado.

Recargado contra el lavamanos, y el agua corriendo libremente al mantener abierta la llave, cerró los ojos para alejar de sí mismo la sensación tan abrumadora de asfixia. Se estaba quedando sin aire. Trató de recordar la última vez que tuvo una crisis como aquella, y se detestó al darse cuenta de que el tiempo le jugaba una mala pasada, pues no fue más que hace dos años que no padecía de tal forma.

Contra toda mejora que logró, ahí estaba de nuevo. Con manos temblorosas, se hallaba aferrado a la cerámica, mientras los pedazos del cristal frente a él caían sin reparo alguno; el espejo que decoraba el muro del baño de su oficina estaba hecho añicos. Su derecha sangraba, pero no le tomó importancia, en ese momento le dolía el cuerpo entero como para preocuparse por solo un puño.

¿Qué carajos estaba haciendo Dazai en la sede?

No ¿Por qué tenían que ser las cosas de esa forma? ¿Por qué ahora, después de tanto sin saber absolutamente nada de él?

Tan solo pisar en la recepción, uno de sus subordinados le pasaba la peor noticia que pudiera recibir después de una larga misión en Francia: Port Mafia había capturado a Osamu Dazai. Esa debía ser la broma más jodida hasta ahora. Sin embargo, y para su desagrado, era real. Y con todos los malestares que le abrumaron en cuestión de minutos, se encaminó a los calabozos -lugar dónde le tenían- para confrontar su pasado, para ver con sus propios ojos en lo que se había convertido; para sentir en carne propia el dolor de los recuerdos.

Por supuesto que esa noche, después de liberar al castaño y ser manipulado por el mismo, lloró. Liberó el desconsuelo que le hacía temblar tan solo al evocar la imagen de un Dazai burlón, muy distinto que el anterior, con barreras más sólidas incluso. Tomó dos botellas de sus vinos más finos. Las terminó hasta que todo le daba vueltas, la cabeza punzaba con fuerza y sus ojos dejaron de enfocar las cosas; perdió la noción de la realidad, y se dejó llevar por el torbellino de emociones que solo le regresaban al mismo punto: la soledad. Esa misma que le pisaba los talones desde que tenía memoria. Entonces, se detestó.

Con pasos tambaleantes, lágrimas desbordadas y el rostro rojo hasta las orejas, tomó sábanas blancas; las suficientes para cubrir cada espejo y superficie que le pudiera dar una imagen clara de él. Soltó una carcajada demasiado amarga, al saber que había hecho lo mismo años atrás, cuando las cicatrices en su cuerpo le recordaban el único propósito que se le había dado a su vida, en contra de su voluntad. Las memorias de un laboratorio, un científico que sonreía con malicia ante cada súplica, la desesperación de estar solo sin poder defenderse... La casi pérdida de un ser amado. Él estaba retrocediendo, lo supo en cuanto tuvo que correr al baño, y devolvió el estómago, después de alcanzar a ver su figura en el tocador de su pieza. Le echó la culpa al alcohol y la alta ingesta, aunque muy en el fondo era consciente de que el problema tenía nombre: Osamu Dazai.

El tiempo no fue para mejor después de unas semanas. Las mismas en las que tuvo que buscar la manera de no toparse con el castaño. Seguido de su tan fortuita aparición, se les informó que trabajaba para la Agencia Armada de Detectives -aquello no le sorprendió- y que, para pesar de Akutagawa, era un enemigo peligroso. Chuuya tuvo que lidiar con las emociones que le quisieron hacer flaquear de nuevo; esas mismas que exigían una justificación. Claro que no la buscaría de los propios labios de él.

DARKNESS MY SORROW |SOUKOKUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora