El chico lo sujetó con fuerza por los hombros, le dio una sacudida como si quisiera remover toda su moral y cordura.
—¡Tenemos que hacer esto!—gritó exasperado.
La voz era demandante y no daba lugar a rechazos. Hyungwon asintió levantando la mochila con las herramientas para el trabajo.
—No puedes arrepentirte ahora —advirtió peinando la cabellera rubia. Sonrió ejerciendo presión. El menor soltó un jadeo sujetando la mano que lo lastimaba.
—No estoy arrepentido —escupió soltándose.
El hombre rió apretando el hombro del menor. —Pareces asustado.
—Carajo ¡Lo estoy! —Hyungwon puso los ojos en blanco alejándose del líder.
—Ya te dije... nunca fallamos.
Hyungwon asintió sin detenerse. No era la primera vez que el grupo de ladrones cometía un atraco pero si era la primera y quizás, única vez que Hyungwon formaba parte de ellos. Las deudas con la arrendadora, su reciente despido en la oficina y su nevera vacía lo habían arrastrado hasta la puerta del líder de la banda. El préstamo que pidió fue negado pero en cambio le ofrecieron un trabajo para obtener todo el dinero que necesitaba.
Robar a la joyería más famosa de Seúl. Una estupidez para cualquiera y una oportunidad para ellos o bueno, era lo que Hyungwon quería creer. El plan estaba grabado de memoria pero la incertidumbre no desaparecía.
—Estás muy nervioso —Suh chasqueó la lengua apartándose de la escalera. —Te quedarás a vigilar.
—¿Ah? —Hyungwon negó asustado. —No, debo desactivar la alarma y...
Suh rodó los ojos sacándolo del callejón a jalones. El hombre no conocía la paciencia y Hyungwon estaba hartándose del trato que recibía.
—No quiero que tus nervios estropeen el trabajo —detuvo a Hyungwon del otro lado de la calle. Miró a ambos lados de la carretera y asintió. —Si ves personas acercándose nos llamas por la radio ¿Entendido?
—Si.
—Bien —sonrió dándose la vuelta.
Hyungwon suspiró deslizándose en la pared hasta quedar a ras de suelo. Había una banca cerca pero no contaba con la estabilidad necesaria para levantarse y caminar. Cerró los ojos sosteniendo su cabeza con ambas manos. Tenía que controlarse o saldría corriendo y Suh lo mataría por arruinar el trabajo. Pensándolo bien, no tenía nada que perder. En cualquier momento se quedaría sin casa y tendría que ir con su orgullo molido a mendigar asilo en la casa de sus padres.
Sacó su celular para perder el tiempo. No sabía cuántas horas estaría ahí pero ya estaba empezando a sentir sus párpados pesados. De un momento a otro terminó escuchando música a volumen alto olvidándose del mundo entero concentrando su atención en la letra de la canción. No se percató que sus ojos estaban cerrados hasta que unas molestas luces dieron directo en su cara.
—¿¡Qué!? —saltó recogiendo el radio. —¡La policía está aquí!
—YA LO ESCUCHAMOS IDIOTA.
Estaba muerto. Ya fuera por Suh o por la policía. A lo lejos vio a sus compañeros correr entre las azoteas. Él también debía huir antes que lo relacionaran con el robo lo cual no sería difícil tomando en cuenta su ropa oscura, el chaleco antibalas y la máscara.
Recogió sus cosas y se echó a correr por el primer callejón que encontró llamando la atención de los oficiales. Las pisadas a su espalda se escuchaban cada vez más cerca motivándolo a continuar su carrera.