Tragó saliva apenas escuchó los pasos acercarse a la puerta. Contó hasta tres y puso su mejor sonrisa. Estaba seguro de que no serviría de mucho, pero un buen saludo podía marcar la diferencia.
—Hola —dijo, manteniendo intacta su sonrisa.
El hombre frunció el ceño, analizó su rostro y apenas lo reconoció, sonrió.
—¡Oh, qué sorpresa! —se volvió hacia el interior del departamento y gritó —¡Hey, muchachos! Adivinen quién vino de visita.
Una mano se cerró en su camiseta negra y lo alzó sin cuidado.
—Nuestro apreciado amigo Won —siseó con el rostro muy cerca de Hyungwon —. ¿Dónde has estado, gusano infeliz?
El cuerpo de Hyungwon fue arrojado a los lobos sin remordimientos. El tiempo se detuvo pero los golpes a su cuerpo no. Haber salido de la casa de Hoseok fue su segundo grave error, el primero: trabajar para Suh.
Escupió la sangre que inundaba su boca y se limpió con el dorso de la mano. Abrió los ojos observando el tono rojizo de sus nudillos. Había intentado inútilmente defenderse y lo único que consiguió fue una lluvia interminable de golpes.
—¿Era necesario esto?
El hombre gruñó y lo pateó regresándolo al suelo. De todas maneras, no tenía la intención de levantarse, no cuando sentía sus costillas crujir cada vez que respiraba.
—¿Insatisfecho? —se burló—¿Tienes idea de los problemas que tuvimos? Perdí miles de wones sacando a estos idiotas de la cárcel, ¡Porque tú, pedazo de mierda no pudiste hacer tu jodido trabajo!
Los hombres a sus espaldas murmuraron maldiciones hacia el alto que yacía tirado en el piso sucio, en su propio sangre.
—Deberías agradecer que no me van los traseros flacos como el tuyo o estarías quejándote de otro dolor.
Hyungwon forzó una sonrisa.
—¿Qué te hace pensar que no me gusta?
Sí. Lo estaba retando, ¿pero qué más podía hacer? Prefería una y mil veces morir en manos de la pandilla de Suh que recibir el odio de Hoseok. La frialdad con que fue tratado en la mañana se mantenía fresca en su memoria y dolía. Dolía más que los multiples golpes.
Si solo hubiera hablado con la verdad desde un inicio, Hoseok estaría todavía a su lado. Conocía el corazón bondadoso de Hoseok. Aunque nunca se atrevió a explicar sus razones para fingir ser un muñeco, hasta la noche anterior. No obstante, su cuerpo supo hablar por él, y a la mañana siguiente el hombre cariñoso y atento desapareció. No se dio cuenta de que estaba llorando hasta que uno de los hombres de Suh se burló de ello y estaba bien. Usaría el maltrato como razón de su llanto.
—Vamos, levántate —Suh movió su mano señalando la silla frente a él —. Hay que hablar.
Hyungwon cerró los ojos. Maldijo a Suh y a todo su equipo mientras se ponía de pie. Cayó de rodillas en su primer intento, pese al dolor en las costillas se levantó y con lentos pasos se acercó a la mesa ocupando la única silla vacía.