Todos los días se obligaba a mover sus piernas hacia el lado contrario donde se encontraba el barrio de Hoseok. Casualidad o no, uno de sus trabajos, la cafetería, estaba en la dirección opuesta a la casa de Hoseok. Al salir del agujero de Suh se detenía justo en el medio, queriendo cambiar su rumbo y volver a los brazos de su dueño.
Nunca lo intentó. Cuando avanzaba un paso recordaba la mirada vacía de Hoseok y daba la vuelta.
Quiso llamarlo pero probablemente Hoseok no respondería. Buscarlo en la universidad aunque él podría evitarlo o fingir no conocerlo. Tal vez visitarlo pero el riesgo de no ser recibido le pesaba. Estaba convencido que la distancia entre ellos era un castigo por todas las mentiras dichas, además, lo mantenía a salvo. Con Hyungwon lejos, Suh no lo molestaría. Sus esfuerzos por mantenerse al margen estaban funcionando, ya no pensaba tanto en él. Pero entonces su amo jugó sucio apareciendo, sin previo aviso, en el bar.
—¿Por qué? ¿Por qué tenías que venir aquí? —apretó la franela en su mano y maldijo en silencio.
Era su primera noche a cargo de la barra y no existía poder en el mundo que le permitiera volver a casa y mucho menos alguien que quisiera cambiarle el puesto. Su única opción era quedarse quieto y rogar para que Hoseok no se acercara a la barra o mirara en esa dirección.
Con precaución se movió hasta el baño de empleados para intentar cambiar su apariencia. Una semana atrás había cambiado su cabello rubio por un color más oscuro, no era una gran diferencia, pero ya no era tan llamativo. Alborotó su cabello y robó los lentes de un compañero. Salió del baño y volvió con la cabeza gacha manteniéndose de esta forma el mayor tiempo posible. Mientras volvía a la barra comprobó el lugar que Hoseok y su acompañante compartían. La mesa cerca del escenario, al otro extremo de la barra y para suerte de Hyungwon, sentado de espaldas. Bien, no podía verlo.
—Hola bombón, te molesto con dos Moscow mule y una botella de Whisky —Hyo Jin sonrió guiñándole un ojo.
Hyungwon asintió mirándola sobre los lentes.
—En un segundo —susurró.
Preparó los dos cocteles con las manos un poco torpes pero muy notorias para los ojos curiosos de Hyo Jin.
—¿Estás nervioso? No es la primera vez que estás aquí. Tu última vez hiciste un trabajo espectacular —le recordó con una sonrisa.
Hyungwon correspondió al gesto. Si quería parecer tranquilo debía hacer ese tipo de cosas.
—Suerte. Gana muchos billetes —ordenó como una frase de apoyo.
La chica se alejó lanzándole un beso. En ocasiones, Hyo Jin se permitía ser coqueta cosa que le causaba gracia a Hyungwon. Él creía que su preferencia era obvia. Nunca miraba a las bailarinas o a las chicas del jefe.
—Dame lo más fuerte que tengas —exclamó con la voz cansada, como si acabara una pesada jornada laboral.
Asintió girando hacia los estantes que presumían las botellas de alcohol.