Te amo

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Las maletas estaban preparadas en la puerta, colocadas frente a las escaleras. La joven Elina estaba duchándose, disfrutando el agua caliente resbalar y golpear su cuerpo. Le gustaba bañarse así. Su cabello le llegaba por debajo de los hombros, los rizos deshechos que se pegaban a su fina piel y su rostro parecía un mar se deslizaba por sus pómulos bajos, su nariz redonda, sus labios gruesos y rosados. Su cuerpo delicado, esbelto y el agua rodeando sus senos redondos, su cintura estrecha y su abdomen marcado, sus piernas rellenas y sus caderas anchas. Era una hermosa mujer. Colocó champú, lavando bien todo su pelo castaño claro, que a veces parecía de un rubio cobrizo bajo los rayos de sol. Fue enjabonando cada parte de su cuerpo desde su cuello, sus brazos, su abdomen y zonas erógenas. Se detuvo, cuando escuchó unos pasos acercarse al baño.

—¿Quién es?—dijo ella, los pasos se frenaron.

—Soy yo. Hades... ¿puedo entrar a la ducha contigo?

—¿Pero, qué haces aquí?—dijo ella sorprendida.

—Vine antes, Eli. No podía esperar más.

—De acuerdo...Sí, entra conmigo.

Hades abrió la puerta. Ingresó, deshaciéndose de su túnica con magia. Su cuerpo era esbelto, con músculos marcados. Sus brazos tatuados en griego, estaban ejercitados. Sus piernas igual, eran fuertes y grandes. El cuerpo de un dios era toda la perfección que un simple mortal le costaba obtener en entrenamientos. Ingresó a la ducha, donde el vapor y el perfume de los productos hicieron un ambiente cálido. Las manos de Hades recorrieron los senos de Elina, atreviéndose a besarlos y lamer sus pezones. Ella dio un gemido, tocando el miembro erecto del dios de los muertos. Él la giró, arrimándola contra su erección, frotándolo contra ella. Estaban muy excitados en la ducha. Elina gemía y gemía, él la penetró con gran lujuria y pasión, dándole embestidas que Elina recibía y sentía el sexo como lo más impresionante de todas sus relaciones. Hades era una bestia, era tan fuerte y tan sensual, que la dominaba a su manera y a ella le encantaba eso, le fascinaba que un hombre la controlara en lo sexual.

—¡Eres...tan fuerte!—suspiró Elina, tan cerca de tener un orgasmo después de mucho tiempo.—¡Hazme tu reina, hazme...pedazos, Hades!

Él obedeció. La volteo, para probar esos labios que salían gemidos inesperados a su excitación y control sexual. Respiraban muy agitados. Era la mejor ducha en la vida de Elina. Ambos acabaron al mismo tiempo, Hades cerró la ducha y abrazó a Elina contra su gran pecho tatuado con Cerbero y sus tres cabezas de perro negro

—Te amo.—suspiró ella contra su desnudez.

Salieron. El agua y el vapor de sus cuerpos los llenaron de luces brillantes como nacidos bajo el fuego del sol. Se miraron por un largo tiempo. Elina cogió la toalla sobre un mueble y le entregó al dios que abrió sus ojos, entendiendo lo que ella quería. Las manos de Hades viajaron nuevamente por la piel mojada, secando con suavidad y dejando besos por cada fibra de piel blanca de ella, desde sus brazos delgados, desde su abdomen con estrías viejas y por sus piernas redondas con moretones de las veces que tropezaba en el trabajo o en su misma casa. El dios notó que no era el cuerpo que esperaba conocer. Él había visto la piel tersa, sin marcas humanas ni moretones en todas esas ninfas ni en su ex esposa. Pero Elina...era la humana que desconocía su imperfección. Hades se detuvo, levantó la cabeza y ella estaba sonrojada con timidez.

—¿Aún quieres volverme tu reina, sabiendo que mi cuerpo es débil a las guerras que tú y ella han atravesado? ¿Qué mi cuerpo no es tan fuerte, Hades?—dijo, arrodillándose frente a él. Hades se sentó a su lado. Elina lo miró.

—Es que te ves preciosa, nunca me equivocó cuando conozco a alguien, eres diferente a todas ellas, pero eres la mortal por la cual me detuve porque se llevaba a toda la gente por delante, sin importar que hagan o digan de ti, tú...vas contra la corriente, mi amor—le confesó.

—¿Eso es lo que viste?

—Sí, vi tu humanidad, vi tu rostro tan agotado de una misma rutina que te hostiga, pero me identifiqué contigo, Eli. Somos diferentes en muchas cosas, sin embargo sentimos de una misma forma—le aclaró, Elina se apoyó sobre su hombro—, haré que tu brillo sea más fuerte que el sol y las estrellas, cuando mi poder obtenga su trono que siempre debí tener, aunque mi hermano me ha puesto las cosas muy complicadas por mucho tiempo, ya no seguiré siendo el sumiso porque me controlé bastante.

—¿Al final, has decidido pelear contra todos ellos? Usarás tu casco me imagino, ¿verdad?

Hades se incorporó, suspirando. Miró a Elina, desnuda sentada sobre el suelo del baño, donde el vapor comenzó a dispersarse a su alrededor. Ella se puso de pie, caminando hacia él, intentando leer su mente pero no podía, solo le dio un pequeño beso en sus labios. Hades pasó sus brazos por la cintura de ella, abrazándola contra él.

—No te preocupes, todo estará bien, mi amor. Yo te entrenaré como una guerrera griega y serás una envidia para Artemisa y Atenea—dijo con cariño. Se separaron.

—¿Me ayudas?—dijo ella, señalando su ropa sobre el retrete.

—¿Quieres usar algo diferente para venir a mi reino?

—¿Tu magia?

Él asintió. La joven aceptó. Enseguida un vestido rojo pasión, fue modelando sus curvas. El escote apretó su cintura y sus pechos redondos con un bordado de cadenas de oro, su falda larga y de varias capas de telas rojas cubrieron sus piernas. Sus pies subieron en posición de tener unos tacones estilo griego, sintiendo como las cintas se aferraban a sus gemelos. El cabello castaño se peinó por la magia de Hades, creando una corona de trenzas y una tiara de hilos con rubíes decorándolo.

—Te ves muy hermosa. No puedo creer que este color te haga verte tan perfecta, ¡Por el inframundo!—dijo él, sonrojado. Tomó el rostro de Elina y lo llenó de besos. Ella reía complacida de ese lado tierno del dios—Vamos, amor mío. Hay trabajo que hacer.

Ovillos de fuego y cenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora