El nuevo castigo

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Cronos decidió darle otro poder a Elina, confiaba en ella. Eligió la Devastación y la Manipulación para la joven. La admiración de Hades sentía por su padre le daba fe, decisión y convicción. Realmente, Cronos había cambiado, esperaba no equivocarse. Mientras Elina aprendía de sus nuevos poderes practicando con algunas almas rebeldes siempre siendo vigilada por el titán, así le marcaba sus errores, Hades seguía trabajando. Los días eran menos. Esta vez, bajó a los calabozos donde estaba encerrado Teseo, atado de pies y manos contra el muro de piedra negra.

—Hades, ¿cómo estás?

—No me tuteas, Teseo.

—Como usted ordené, señor de los muertos—dijo. Hizo un movimiento para que el dios se acerqué más, él dio dos pasos—¿Cuál es tu motivo de su visita?

—Quería saber si tienes más información—respondió.

—Su ambición puede ser peligrosa, esa fuerza que tanto planifica puede perderse, el problema de todos los dioses, claro.—mencionó Teseo haciéndole burla.

—Oye, cálmate. No estás hablando con tus amiguitos, niño.

Teseo hizo una mueca con su boca, le divertía poder fastidiarlo. Hades se acercó más, cruzándose de brazos. Lo miró. Habían examinado las ropas del muchacho en caso que tuviera algún elemento escondido, ya que fue un héroe en sus mejores tiempos todavía Hades no confiaba en estos muchachos osados. Por suerte no había nada. Hades se sentó sobre un banco de madera, cruzó sus piernas y miró fijamente al joven.

—¡Vamos, no tengo nada más que decirte!—exclamó Teseo con impaciencia. El dios solo lo miraba—, tu ex esposa quiso envenenar y hacer sufrir en sueños a tu nueva amada. Sé que algunos dioses lo saben por Perséfone, pero no le creen, dicen que ella está cegada por perderte y no tiene nada mejor que hacer que ir por todo el Olimpo llorando.

—¿Perséfone? Ella está...triste por mí.

—Sí, mi señor. Lamento que haya causado tanto daño a su primera esposa pero, no vine solo por apoyarlos, también hablé con Deméter y me pidió que busqué algo que ella envío hace cuatro días—confesó Teseo, no podía hacer nada allí atado y vigilado por guerreros de Troya.

—¿Qué es lo buscabas, Teseo?

—Una carta de Hermes, dictada por la diosa de la agricultura, señor de los muertos.

—No conozco esa carta. La hermana Danaide que trabaja en el correo debe saber algo.—dijo pensativo—Gracias, Teseo. Hoy te dejaré comer cordero y papas.

—Sí, no es nada. Además ustedes sorprenderán a todos los dioses.

—Te voy a enviar la comida por Ixión, no hagas tonterías porque no te conviene hacerme enojar y lo sabes—dijo en despedida. Se puso de pie, miró por última vez a Teseo y salió de los calabozos, pensando sobre aquel mensaje de Deméter.

Perséfone buscaba venganza, quería arruinar sus planes y lo curioso es que nadie, ni siquiera su padre Zeus confiaba en ella. Su ex esposa era una marginada, eso debía hacerla sentir bastante mal de ánimos. Se dirigió al otro castillo de oro para buscar a la hermana Danaide, la joven de pelo rojo y ojos azules que muchos hombres la seducían con facilidad, era la más pequeña de las trece Danaide. La encontró en la biblioteca luego de preguntarle a otros castigados que se paseaba por los pasillos. Entró, buscándola con la mirada. La vio, ella estaba sentada con un libro pequeño entre sus manos morenas. La Danaide sintió que la observaba, al levantar su cabeza, soltó el libro y se puso de pie rápido, Hades se cruzó de brazos.

—¿No tienes algo del correo para mí, hermana?—preguntó él directamente, estaba molesto.

—Señor...

—No te justifiques. Mi correo siempre tiene que llegar a mis manos, muchacha.

—De acuerdo, fue una carta de la diosa Deméter, hablando sobre el sufrimiento de su Perséfone, le pido disculpas.

—¡Eres una atrevida! ¿Crees que eres digna de decir por mí? Es mi decisión hacerme cargo de mi ex, porque todavía voy a cuidarla aunque no estemos juntos—dijo Hades con enojo. — Dame la carta.

La hermana sacó el sobre que, aún guardaba en su vestido. Hades tomó el pergamino, comenzando a leer y sus ojos no podían creer lo que leía. Persefone estaba perdiendo sus poderes por esa gran tristeza que la sometía a no ser la diosa que todos creían y algunos apreciaban por sus jardines oscuros aquí abajo. Hades miró a la hermana, quien estaba sonrojada. El dios hizo que los libros de todos los estantes se cayeran.

—Recogerás todos los libros, todos los días, todos los meses y años—ordenó un nuevo castigo—. Te lo buscaste, hubieses pensando mejor antes de ocultarme algo tan importante, Danaide.

Hades salió de la biblioteca sin dejar que la hermana dijera algo para defenderse, él había tomado una decisión. El rey justo que se cansó que todos se reían en su cara. Cerró las puertas, que se trabaron con magia. Desde ahora comenzaba el castigo de los libros. Hades continuó su camino hacia la salida, estaba preocupado por Persefone pero no podía verla, ella había entrado al Olimpo y él no podía meterse, más que iniciar la guerra de una vez.

Ovillos de fuego y cenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora