Un rey justo

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Elina estaba confundida, ¿por qué Hades quería pedirle matrimonio ni siquiera eran novios? Algo estaba mal, empezó a respirar lento y pausado. Se bajó el cierre de su campera, caminaba hacia su nuevo departamento. Junto a ella iba el dios en silencio, demasiado preocupado por la propuesta de esta tarde, donde ella le pidió tiempo. Él tenía miedo, nunca había sentido algo así por una mortal, o al menos no recordaba que así fuese. Miró a la joven, le quitaba dos cabezas de altura. Tenía esa campera verde de cuero con tachas sobre los hombros y unas cadenas cayendo por el pecho. Se veía hermosa con cualquier prenda que utilicé, ella era preciosa y única.

—¿Elina?— dijo Hades.

—¿Sí?

—¿Estás bien?— preguntó Hades.

-—Sí, estoy bien.

—¿Te pareció mal lo que hice hoy?

—Oye, está bien...Solo quiero descansar, lo siento.

—¿Estás enojada?

—No, no estoy enojada. Solo quiero descansar, ¿te parece?

—Claro, descansa.

Elina entró a su departamento, Hades la siguió. Ella se quitó la campera y la tiró sobre la cama. Se sentó en esta, estaba cansada. Hades se sentó a su lado, le acarició la espalda.

—¿Estás segura de que estás bien?

—Sí, estoy bien. Solo estoy cansada.

—¿Quieres que te traiga algo?

—No, gracias.

—¿Estás segura?

—Sí, estoy segura.

—De acuerdo.

Hades se levantó de la cama, se dirigió a la puerta.

—¿Te vas?

—Sí, te dejaré descansar.

—¿Vas a volver?—preguntó Elina

—Claro que sí.

—¿Cuándo?

—No lo sé, ¿cuándo quieres que vuelva?—dijo él.

—No lo sé.

—De acuerdo, te llamaré.

Hades salió del departamento, cerró la puerta. Se quedó afuera, pensando en lo que había hecho. No quería asustarla, pero no podía evitarlo. Él estaba enamorado de ella. El dios pidió un taxi que pasaba justo por ahí, subió y le dio el destino hacia su hotel. Se arrellanó en el asiento, mientras oía las noticias de la economía del país, pero él estaba esforzándose para que todo saliera bien. En ese instante, el hombre del taxi lo miró curioso y apagó la radio, el dios lo agradeció en silencio.

—Día difícil, ¿eh?—mencionó el sujeto con una gorra de béisbol.

—Sí, hasta mi vida aquí es complicada.

—Te ves angustiado, amigo. Lamento que las cosas no estén saliendo como quieres, pero encontrarás el modo, siempre lo hacemos.

—Ojalá que tengas razón, porque le pedí que se casé conmigo y sea...mi mundo.

—¡No puede ser! ¿Tu novia dijo que no?—dijo el conductor, cada vez más interesado en el dios—Hermano, debes investigar lo que ella quiere, no tienes que aventarte así, ¿le has preguntado antes si desea eso en su vida o solo tener una unión libre?

—¿Una qué?

—Claro, ser solo novios y formar una familia o un futuro. Es lo que pasa en estos tiempos.

Hades había cometido el error de no tomar en cuenta de lo que quería Elina. Tan enamorado y siendo egoísta de lo que él anhelaba de ella. El conductor tenía razón. Llegó a su hotel, pagó y bajó, fue cuando un hombre de su edad aproximadamente se acercó rápido, Hades reaccionó a tiempo cuando un rayo salió de la mano de ese tipo, lo esquivó y se perdió en el ruido de la calle. Era Zeus, uno de los grandes. El dios del inframundo y de los muertos se enojó. Su cuerpo comenzó a transformarse en fuego, Zeus no se intimidó y le lanzó otro rayo, que él lo desvío hacia un puesto de flores que estalló, la gente empezó a detenerse, decidiendo correr o lo que sea.

—¡HADES!—grito su hermano —Estas descuidando tu reino, ¿Qué te pasa?

—No, ¿Qué te sucede a ti? ¡Deja de atacarme!—pidió el dios confundido y enojado.— Perséfone está allí, no hay problema.

—¡Mientes! Ella no está, dejó el trono, idiota—replico Zeus—Vuelve ahora mismo y deja de ser un mortal, no perteneces aquí.

Hades frunció el ceño, las llamas ardían en todo su cuerpo. Zeus no mentía, estaba serio y molesto. El fuego de Hades fue disminuyendo, creía en la palabra de su hermano, Perséfone no estaba en el inframundo. Eso era un error, volvió a enojarse y soltó un puñetazo sobre un buzón de periódicos que se prendió fuego al instante. Hades pegó un grito de ira. Zeus, seguía allí, mostró una sonrisa burlona que el rey del inframundo estaba perdiendo el control y su esposa, Perséfone, le faltó el respeto otra vez.

—Cálmate, Hades. No quiero lastimarte si te sigues enojando así.—dijo Zeus.

—¡Tú, me tienes harto! ¡Tu reino y los otros se burlan de mí, a la mierda el Olimpo!—espeto Hades—Siempre deciden sobre mi vida. Me diste la idea de secuestrar a Perséfone, porque le tenías rencor a su madre ¡Y mira, ella se fue y dejo mi reino sin control! ¡Voy a prender fuego el Olimpo, te juro que no me vieron enojado nunca!

—Hades, no es para tanto, tienes que regresar a tu reino, solo vine por eso—dijo Zeus calmado.

—¡Me cagó en ti y tus virtudes de meterte en todo!

Hades entró al hotel, dejando que su hermano se preocupara por él. Al dios le hervía la sangre inmortal y azul. El Olimpo siempre le trajo problemas y desprecio, puede que se haya equivocado pero jamás fracasó en sus tareas. Entró a su suite, quitándose las botas y caminó descalzo, las llamas desaparecieron hace rato. Necesitaba un trago. Se preparó un cóctel fuerte y lo bebió. Todo estaba saliendo mal. Tenía que volver y liderar el Hades. Su esposa abandonó el trono, solo que no quería dejar a Elina, la amaba pero tenía que cumplir su tarea.

"Elina, debo volver a casa. Lo siento"

Le escribió. Un nudo se formó en su garganta, bebió otro trago y otro y otro empezando a tranquilizarse. Se sentó sobre el sillón, cuando respondiera ella, él ya se habrá marchado. Hades estaba enojado, no quería volver al inframundo. Se sentía solo y triste, quería estar con Elina. Era lo único que le importaba en ese momento, pero debía cumplir su deber. Zeus tenía razón, Perséfone no estaba en el reino de los muertos. Hades no sabía qué hacer, se sentía perdido.

Ovillos de fuego y cenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora