Desde el día que Elina recibió aquel anillo de Cronos, su estado estaba mucho mejor, le pidió perdón a Hades por destruir las obras de Rembrandt que estaba obsesionado por la muerte. Un artista que llegó a conocer a Hades y así aseguro su éxito en sus trabajos que, actualmente era sumamente reconocidos con un gran valor en financias. El dios entendió a Elina. Todas las emociones de ella habían vuelto a la normalidad.
Por otro lado, Zeus no había respondido, ésto era la resistencia del dios del rayo. No iba a ceder su trono, no iba a darle el Olimpo a Hades. Asique la guerra continuaba. Elina siguió practicando sus poderes, esta vez su maestro era Cronos. Los ovillos de fuego eran la creación del mundo entero, capaz de purificar y recibir sacrificios a los dioses y también el mayor destructor, igualmente siendo uno de los elementos más poderosos de la naturaleza. Elina tenía que adaptarse a las técnicas de la oscuridad siendo capaz de dejar a todo el mundo sin luz, sin importar su fuente de creación, es decir provocar un enorme apagón eléctrico o natural, así como Prometeo había robado el fuego a los dioses y fue castigado por Hades, aún seguía en ese sitio, donde las águilas comían de sus órganos, el dios no lo liberó porque no confiaba en él. Los entrenamientos seguían. Los nuevos planes de ataques se iban comentando y perfeccionando. Los titanes ayudaban a Hades, aunque tuviera más experiencia sabía que ellos tenían una gran experiencia y entendimiento de las guerras.
A la noche, Hades terminó su reunión con los castigados y las hermanas Danaides, pronto volvió a su castillo para pasar el tiempo con su amada novia. Elina lo esperaba hacía rato, había estado pintando en un lienzo, no muy buena en ello pero la mantenía concentrada. Hoy sería un día diferente porque saldrían del inframundo visitarían a la mejor amiga de Elina, Tiffany. La joven se vistió con unos jeans de cuero, una blusa de mangas anchas de color rojo y unas botas de caña alta con varios cierres, al estilo gótico. Su cabello castaño lo llevó medio recogido, quedando el resto sobre sus hombros y sus puntas estaban teñidas de rojo intenso, dándole un aspecto más rudo a su estilo tradicional. Se veía muy hermosa a los ojos de Hades.
—¿Estás lista, cariño?—le preguntó Hades cambiando su vestimenta por una camisa negra, unos pantalones de vestir y zapatos del mismo color. Su cabello lo peinó con las manos, logrando que algunos mechones quedaran hacia atrás. Elina asintió, poniéndose de pie—¡Estás tan hermosa!
Ascendieron a la ciudad. El mundo mortal se veía distinto a los ojos de Elina, acostumbrada a vivir entre las penumbras y la oscuridad. Sentía sus ojos irritados con tantas luces iluminando la calle con intensidad, los ruidos de los autos y demás vehículos se mezclaban entre las voces de las personas que pasaban delante de ellos. Todo parecía tan ajeno, que no entendía cómo logro adaptarse a esta ciudad. Prefería haber aceptado la invitación de sus abuelos, cuando estaban vivos, de irse a vivir a un pequeño pueblo y cosechar maíz. Ahora, miraba todo esto y se sentía abrumada. Hades lo notó.
—Amor, ¿estás bien?—preguntó él.
—Sí, algo confundida, no recordaba que la ciudad fuese tan perturbadora y esos ruidos...Son extraños, ¿no te parece?—
—Sí, entiendo. Estás procesando el cambio del reino y la vida más libre de los humanos. Es así cómo se siente, yo he estado hace unos cuarenta años esta ciudad y siempre me pareció interesante. A diferencia de la década y de la evolución de inventos, sigue siendo cautivadora—respondió, besando la mano de ella—¿Dónde encontraremos a tu amiga, amor mío?
—Voy a llamar a Tiffany, así sabremos si está libre esta noche, o reunirnos más tarde con ella, mientras visitó a mi madre, ¿qué dices?—sugirió Elina con una sonrisa tierna.
—Me parece bien, amor. Es tu decisión, iré contigo dónde quieras.
Caminaron, observando a la gente esquivarlos, mirarlos con desconfianza. A ellos no les importó. Continuaron hacia un locutorio, uno bastante viejo y dentro olía a humedad y tabaco. Elina pidió una cabina por cincuenta dólares, Hades pagó mientras examinaba los dulces y bebidas para comprar. La joven se metió en la cabina, conocía el número de su amiga de memoria, marcó y espero ser atendida por Tiffany.
—¡No puede ser! ¡Elina!— dijo su amiga, en cuanto escuchó el saludo de la dichosa muchacha.
—¿Me has echado de menos? ¿Dónde estás?
—Sí, por supuesto, eres mi mejor amiga, siempre pienso en ti, ¿has regresado?
—Quisiéramos verte, Hades está conmigo ahora, ¿tú dónde estás?
—¡Vaya, vienes de visitas! ¡Me encanta eso de ti! —le dijo emocionada. Elina se rió.— Salí del trabajo hace una hora y vine por unas copas al bar de la plaza.
—Iremos allí.
Tiffany asintió. Se despidieron. Elina se reunión con su novio y le sonrió. Tomó su mano entrelazando sus dedos. Se dirigieron hacia aquella plaza a tres cuadras del shopping. La gente seguían observándolos, ¿Pero por qué? Había algo diferente en este mundo. En un momento, un hombre de setenta años, de ojos profundos y con un traje gris que olía a naftalina los hizo frenarse
—Hades, rey del inframundo —dijo el anciano.
—¿Disculpe? ¿Me conoce?—dijo él extrañado.
—Soy creyente de los dioses griegos, siempre creí en ustedes.
—De acuerdo, señor... ¿Cuál es su deseo?
—Sinceramente, señor Hades, no sé cuánto me falta para vivir, estoy viejo y algo enfermo del corazón, solo usted puede darme un poco de tiempo—dijo, inclinando su cabeza calva—Señor de los muertos daré mi ofrenda pronto. Quiero encontrar a mi hija, ella se separó de mí y estoy buscándola desde hace unos meses, cuando me dieron mi diagnóstico, ¿me entiende?
—Entiendo. Como sabrá, las ofrendas son importantes. Espero lo que pueda ofrecerme en mi templo estos días—dijo Hades.
—Sí, señor Hades, así lo haré—asintió el viejo hombre—. Dejaré que sigan su paseo, mis respetos...¡Oh, lamento su divorcio! No fue fácil, imagino.
Ese comentario los tomó por sorpresa a Hades y Elina, por lo visto la historia había empezado a difundirse por el mundo mortal. Se miraron. Estaban asombrados, extraños y esperaban ganar el Olimpo con más razones para vencer a Zeus. Se despidieron del anciano para continuar hacia el bar a unos metros de allí. El sitio estaba ubicado frente a la plaza, sobre una esquina. La fachada era de color marrón oscuro, con ladrillos rojos formando un estilo más rústico y tradicional. Había una terraza, donde algunos clientes estaban charlando y riéndose. Hades y Elina entraron directamente. Elina miró, mientras avanzaba. Al final del salón, había una mesa de ping - pong donde vio a Tiffany y otra chica jugando y riéndose. Elina tomó la mano de su amado novio para guiarlo hasta allí.
—Tiffany—llamó ella. Su amiga giró su cabeza, sonriendo automáticamente. Se corrió del juego para acercarse a ellos y los abrazó con cariño—¿Cómo estás? ¡Te eché de menos!
—Yo también te extrañé, Eli—asintió, tomándola de la mano y llevándola hacia la otra chica que estaba acompañándola—. Ella es Fátima, mi novia.
—¿Qué tal? Yo soy Elina y él es...
—Hades, el rey del inframundo—dijo la joven interrumpiendo a la chica. Extendió su mano a ambos.
Sí, el mundo estaba cambiando desde que Elina se mudó con el dios. La gente empezó a creer nuevamente. Ese anciano, ahora esta muchacha de unos veinte años siendo la nueva generación estaba enterada de los griegos. Los invitaron unas cervezas, Hades pidió una copa de vino tinto que el barista le aseguró que el vino más caro iba a cautivarlo en sabores exquisitos de las bodegas de Alemania. Los cuatro se pasaron toda la noche hablando sobre los dioses, sobre la desaparición de Hermes donde Elina se sentía culpable de eso, acerca de la nueva profecía y la liberación de castigados. La historia estaba cambiando, el mundo también.
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Ovillos de fuego y cenizas
FantasyHades sale del confort del inframundo aquel reino que gobernó durante milenios, ya nada era divertido. El amor de su vida, Perséfone, le recuerda que ya nada es igual, que ellos cambiaron, que cosas pasaron y duda que su significado haya muerto en t...