Al día siguiente, Elina fue la primera en despertarse. Se dio una ducha, disfrutando el agua recorrer su cuerpo más tonificado por los duros entrenamientos durante dos meses seguidos. Tenía el abdomen más marcado, los músculos abdominales y las clavículas sobresaliendo, sus bíceps más fuertes. Sus piernas eran más anchas, manteniendo una resistencia. Elina estaba muy hermosa, el cuerpo de una guerrera y futura deidad cuando la profecía se cumpla. Estaba emocionada, amaba ver estos cambios en su físico que hacían amarse a sí misma. Salió de la ducha, empezó a vestirse con un vestido negro que llegaba hasta las rodillas y unos zapatos rojos de tres centímetros de taco. Su abundante y rizado cabello estaba húmedo, cayendo sobre sus hombros. Lo cepilló para luego recogerlo en una trenza cocida y colocarle un prendedor de un escarabajo dorado.
—Mi amor...¿estás en el baño?—dijo la voz soñolienta de Hades.
—Sí, me desperté antes, ¿quieres usar el baño?
—Estoy bien, pediré el desayuno a la habitación, ¿qué te parece?
—Iremos afuera, quiero saludar a otros amigos, de otro trabajo, cuando estaba viviendo con mamá—dijo ella, terminando de arreglarse y salió con sus cosas. Hades sonrió, verla tan preciosa evocaba una sensación de deseo infinito en el dios—¿Qué pasa?
—Te llevaría a la cama para poseerte hasta el amanecer, Elina. Estás muy bonita, cada día estoy confiado de casarme contigo—dijo sinceramente, las mejillas de la joven se tornaron rojas— ¿Me permites?
—Tú...
Hades frunció el ceño, tardó en reaccionar cuando Elina saltó sobre él, enredando sus piernas en la cintura de él y besarlo con una gran intensidad, devorando los labios de Hades que la sujetó rápidamente, retrocediendo hasta chocar contra la pared, se giró sin dejar de besarse y apoyó a Elina contra el muro. El dios bajó una mano para acariciar la vagina de ella sobre su ropa interior de encaje, al sentir esa tela hizo que él diera un gruñido de deseo. Siguieron besándose, pasando a la calentura que los caracterizaba desde el primer encuentro carnal. Hades cargó a la joven en sus brazos, ingresando a la habitación. Ambos se recostaron la cama para continuar. Hades retiró la ropa interior, metiendo sus dedos en la cavidad húmeda de Elina, moviéndolos en un frenesí sexual. Ella gimió, disfrutando aquella sensación de placer y goce que él lo ofrecía.
Entre el deseo y la ferocidad de sus cuerpos, los poderes de Elina fueron liberándose a su alrededor. El dormitorio empezó a calentarse, de repente. El calor no impidió que ellos tuvieran intimidad, más goce y más pasión en la joven Elina hicieron que la habitación encendiera un fuego auténtico. Las cortinas de seda se agitaban suavemente por el pesado ambiente, se prendieron fuego entre los gemidos húmedos de Elina, ¡Amaba a Hades!
Pasaron dos horas, cuando el fuego había comido las cortinas, las luces estallaron por la presión de ella. Cuando abrió los ojos, notó la oscuridad a su alrededor. Había provocado un accidente con sus poderes, ¿pero no era extraño que sus deseos carnales hayan causado tal destrucción en la habitación? Miró a Hades que estaba recostado sobre los pies de la cama, con el pecho subiendo y bajando de la intensidad de su sexualidad.
—¿Podrás reponer todo esto, amor?—preguntó ella—Aún usando el anillo provoqué un incendio, ¿crees que Cronos no vendió gato por liebre?
—No, amor. La circunstancia es lo que te debilitó, soy tu vulnerabilidad y tu mayor sueño. Es lo que pasa cuando sientes un quiebre espiritual por alguien que te trae tantas emociones—le explicó. Elina frunció el ceño.
—Pero...
—No eres la única. Yo también me dejó llevar en este momento. Ambos causamos el peligro aquí—le interrumpió, abrió los ojos y la miró—. Yo invoqué la oscuridad, por eso las luces se fundieron entre tus poderes y los míos. No te preocupes, haré que todo vuelva a la normalidad.
Elina asintió, bajó de la cama para comenzar a vestirse nuevamente. Hades hizo lo mismo, mientras su magia iba reconstruyendo lo que habían roto. Unas nubes negras se mezclaban a su alrededor, recuperando las telas de las cortinas, volviendo que los vidrios de los focos se unieran y los muebles, también fueran restaurados con su material genuino. Pronto todo estaba intacto. Ellos habían terminado de vestirse. Cogieron dinero y sus abrigos para salir del hotel, dirigiéndose en busca de un taxi hacia el bar de barrio donde Elina vivió unos tres años con su mamá.
El bar tenía un estilo latino, eran cuatro generaciones de venezolanos que inmigraron en los cincuenta al país. Los señores Barrios habían contratado a la madre de Elina, siendo que estaban en una situación muy crítica en la economía. Esta familia se hizo muy unida con Elina siendo una niña de nueve años, muy despierta y ayudaba a limpiar las mesas y barrer ya que su madre no tenía con quien dejarla cuando le tocaba trabajar horas extras o doble turnos.
Al llegar aquel barrio de clase media, Hades iba recibiendo gestos amables de las personas, cumplidos y agradecimientos. La gente iba tomando conciencia de quién era él. Hades, el rey del inframundo estaba cambiando la historia después de muchos siglos siendo abandonados por los gregorromanos. Entraron al sitio, llamando la atención de los clientes en sus mesas.
—¡Elina!—exclamó una mujer a la derecha, las separaba tres mesas. Aquella mujer tenía sesenta años, la segunda madre de la joven y la encargada del turno de la mañana hasta el mediodía—¡Mi niña preciosa! ¿Hace cuánto no nos vemos?
—Hola, Belinda.
La mujer dejó la jarra de café sobre la mesa cual estaba atendiendo, olvidándose de todos sus clientes para recibir a la joven con un enorme abrazo, apretujándola con gran entusiasmo y emoción. Elina llevaba siete años sin visitarlos, era obvio que su segunda madre estuviese tan conmovida por la sorpresa de la chica. También hizo una reverencia a Hades, con su permiso le dio un abrazo.
—Siéntense en la barra, en un momento los atiendo—dijo la mujer, ellos asintieron.
Allí, se sentaron. Había dos policías tomando café y comiendo unos huevos revueltos con algo de pan. El primero, a la derecha de Hades, le ofreció su último pan de queso. Una ofrenda en forma personal, el policía le pidió que cuidara de su mamá que falleció hace un mes por cáncer, aquella tanda de almas que Hades tuvo que recibir luego de pelear con Elina. La conoció.
—Teresa está bien, descuida—dijo el dios. El policía asintió.
Belinda regresó a la barra, rápidamente sirvió el café para ellos y los observó con los ojos lleno de orgullo. Elina se sonrojó, conociendo las ideas de la señora. Luego Belinda pidió a su cocinero que saqué dos platos de panqueques con miel y crema. Hades y Elina bebieron del café caliente, era delicioso. Tenía un gran sabor de granos de calidad, aunque sea un barcito pequeño con gente noble y trabajadora sus servicios eran excelentes. Belinda habló con ellos, acerca de su negocio y sus hijos que estaban estudiando medicina e ingeniería, esperaba que ellos se recibieran de ello y cumplieran sus sueños, la mujer comentó que le dio una gran ofrenda a Atenea para que sus pequeños muchachos tuvieran éxito en los estudios. La mañana iba avanzando, mientras ellos comían los panqueques y charlaban con Belinda, se despidieron hasta la próxima visita y regresaron al hotel.
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Ovillos de fuego y cenizas
FantasyHades sale del confort del inframundo aquel reino que gobernó durante milenios, ya nada era divertido. El amor de su vida, Perséfone, le recuerda que ya nada es igual, que ellos cambiaron, que cosas pasaron y duda que su significado haya muerto en t...