7. Figuras paternas

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Nick y Mike se separaron inmediatamente tras oír el timbre.

– V- voy a abrir la puerta. – Dijo aceleradamente el rubio mientras bajaba las escaleras a toda velocidad, como si ese momento se fuese a desvanecer con cada pisada que diese en los escalones de madera.

Tomó el pomo dorado mientras lo giraba.

A medida que abría la puerta, una cabellera pelirroja se hacía presente.

– ¿Olivia?

...

*Una hora antes*

Alex se asomaba por la ventana mientras sentía la lluvia en sus dedos cuando sonó su móvil.
Rápidamente fue a por él, con esperanzas d que fuese Damian retomando el ensayo, Mike o Nick invitándola a hacer cualquier cosa.

Conocía a más gente, pero ese era su pequeño círculo de confianza.

Para su sorpresa, la pantalla se iluminó con un mensaje de Olivia.

Niña pelirroja: Dónde vive Nick?

La morena se sorprendió al ver el mensaje, se esperaba cualquier otra cosa menos esa.

Niña pelirroja: No tengo llaves, las tiene mi hermano y quiero entrar a mi casa.

Alex pasó de responder con un mensaje, la llamó.

Alex, dónde vive Nick. – No era una pregunta, sonaba más bien como una orden y, por su tono de voz apagado, se notaba que su cita no había ido bien. – ¿Dónde vive?

– ¿Dónde estás? Está lloviendo muchísimo, ¿tienes paraguas? ¿Sabes que puedes coger neumonía no?

Alex dime dónde cojones vive Nick. Y estoy en el instituto, estoy debajo de la cornisa, me cubre de la lluvia.

– Vale, espérame, no tardo nada, voy a recogerte.

¿Pero la direcci-?

– Es muy complicado de explicar dónde vive, son unos callejones muy complejos, es mejor que yo te lleve. – Era mentira. Nick vivía en una casa de color verde menta que se encontraba en una calle residencial muy bien señalizada. Solo quería salir un poco y acompañar a su amiga para comprobar que estaba bien. – Espérame ahí y no vayas a ningún lado, voy a por ti.

Tampoco tengo ningún otro sitio al que ir. – Dijo con un tono de reproche. – Ya no. – Susurró de forma irónica mientras resoplaba.

– Bueno, te dejo que voy a salir ya.

La morena colgó, mientras que se vestía a toda velocidad y cogía un paraguas negro.
Cerró la puerta y salió del portal.

Al cerrar la puerta de metal vio lo que no deseaba ver.

Un hombre entre treinta y cinco y cuarenta años de pelo castaño y una barba de unos días se encontraba apoyado a la barandilla de las escaleras, mientras fumaba un cigarrillo.

– Mierda. – Masculló la chica mientras sacaba su móvil.

– Anda, hola Alexandra.

Odiaba que la llamasen por su nombre completo, no odiaba en sí su nombre, odiaba como él lo pronunciaba, alargando las letras con su voz ronca y áspera.

– No tengo tiempo Peter. – Hizo amago de bajar las escaleras del edificio, pero el hombre la sujetó por el brazo en un movimiento rápido. Todavía con el cigarro en la otra mano.

– Suéltame.

– ¿O qué? ¿Vas a volver a tirar las cajas de tabaco a los contenedores? – Dijo con un tono bromista.

Rodando Hasta Tu Corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora