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El almuerzo con el oficial Min había sido, muy a su pesar, una de sus mejores experiencias. El mayor lo había llevado a un balcón apartado del crucero, allí tomaron sus alimentos bajo un sol brillante sobre el mar. Yoongi le había contado sobre él, sus labores en el barco y simplemente cualquier cosa que se le ocurriera. Verlo hablar tan naturalmente lo había hecho olvidar todo lo que ocurrió esas últimas horas. Se sentía cálido y su corazón quería escucharlo hablar por horas, admirar sus pequeños gestos faciales o sus manos moviéndose para enfatizar algo.

Y para su desgracia, él tuvo razón; Yoongi lo había hecho reír más de la cuenta.

—Mi sueño de adolescencia fue navegar mi propio barco. Todos soñaban con grandes casas, hallar el amor, el éxito o la fortuna. En cambio, yo siempre deseé ser un aventurero —le confesó en un tono más relajado a lo usual—. Mi abuelo paterno me enseñó a fabricar mis primeros barcos de madera en su taller. Él también me contaba historias de sus antiguos navíos, lo que me atrajo desde muy temprana edad a este mundo. Coleccionaba barcos y figuras navales,  incluso mi habitación estaba ambientada como un pequeño barco —relató con calma—. Él era un simple timonel, pero no deberías subestimar a los timoneles. Ellos son los que conocen cada ubicación y punto débil del barco.

—Wow, es usted impresionante... —reconoció.

¿Por qué no podía apartar su vista de él? Min Yoongi... Comenzaba a odiar tanto ese nombre.

—Sólo soy un oficial, Jiminnie —negó modesto—. Tú te mereces más reconocimiento. Jamás podría leer tanto como tú haces, especialmente novelas de ese tipo —bromeó, refiriéndose al escritor favorito del menor.

—¡Min Yoongi! Deténgase, deje de meter a Kim Taehyung, por favor —puchereó—. Le dije que sólo soy un gran admirador.

—Te creo... —sonrió ladino, haciendo una pausa— Antes de que te des cuenta, tu corazón será sólo mío, Jiminnie... De nadie más.

Min Yoongi acarició su mejilla sobre la mesa. Lo veía como si fuera lo más preciado del mundo, y eso ya era demasiado para el oficial, pues tenía su querido mar a su lado.

Tras quedarse charlando un poco más, Jimin recibió una llamada que lo obligó a despedirse a su pesar

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Tras quedarse charlando un poco más, Jimin recibió una llamada que lo obligó a despedirse a su pesar. Yoongi lo observó irse corriendo apresuradamente hasta que desapareció de su campo visual. Tocó el bolsillo de su chaleco, notando que había olvidado devolverle su máscara. Y por si fuera poco, Park Jimin había dejado su pañuelo de seda también. ¿Es que este chico sólo sabía perder sus cosas?

—Qué despistado, Park Jimin... —negó en lo bajo.

Tomó el pañuelo de seda entre sus manos y lo acarició por varios segundos. Suave, tan suave como él, que desearía ser aquel pañuelo. Negó, volvió a negar otra vez. El mar estaba calmo pero debía volver a su trabajo pronto.

Min Yoongi sacó su celular del bolsillo delantero de su uniforme y marcó un número. Fue atendido enseguida.

—Namjoon-ah, ¿hiciste lo que te pedí? —preguntó.

ᴇʟ ᴄʀᴜᴄᴇʀᴏ ᴅᴇ ʟᴀ ᴍᴜᴇʀᴛᴇ - (ʏᴍ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora