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La cita doble en el acuario había salido mejor de lo que pensaban. Pudieron llegar a tiempo, incluso aunque Jungkook era el que manejaba el Google Maps y había llevado a Yoongi por rutas incorrectas. Comenzaron a discutir, o bueno, el mayor se quejaba por la incompetencia de Jungkook pero todo volvió a estar bien cuando Jimin logró encender el GPS del coche y llegaron justo cuando las puertas comenzaban a ser abiertas.

Habían sido los últimos en ingresar en la fila, pero eso no importaba. Al menos la pareja excéntrica había pagado todo y eso era lo único que consolaba a Yoongi de estar ahí.

Eso y la sonrisa enorme que no se borraba del rostro de Jimin al ver cada pez y escuchar su historia. Lucía como un niño, no, él era capaz de lucir más hermoso que cualquiera de los mocosos alrededor. Yoongi lo supo, que quería cuidar su sonrisa toda la vida y tal vez no había sido tan mala idea venir a este acuario. Incluso aunque Taehyung y Jungkook corretearan y los hicieran pasar vergüenzas con sus tonterías. En algún momento habían hecho la apuesta de jugar piedra, papel o tijera y el perdedor pagaría los bungeo-ppang, desafortunadamente Yoongi había perdido.

Así que tuvo que soportar que el auto que había comprado, del que todavía tenía cuotas por pagar, se llenara de migajas por culpa de los menores, quienes lo habían hecho comprar una docena de esos estúpidos peces rellenos. ¿Acaso esos imbéciles no habían almorzado o quién en su sano juicio comería tanta masa junta hasta reventar?

Más allá de esos detalles, la excursión había sido divertida y dejó que Jimin le robara algunos besos cuando iba distraído. Se habían tomado de la mano y pudo ver el reflejo de los peces de colores brillar en sus pupilas. A Yoongi no le gustaban demasiado los acuarios, especialmente porque como marino prefería la libertad de los animales, verlos en el mar, especies de peces salvajes y gigantes que no encontrarías en acuarios comerciales como este. Sin embargo lo había puesto feliz ver tanta agua y vida marina alrededor.

De vez en cuando, extrañaba el altamar. Sólo quedaban seis meses de su condena y había hablado mucho con Jimin acerca de eso.

El lunes siguiente Jimin salió de casa a las nueve de la mañana en dirección al trabajo. Como era costumbre, Yoongi estaba en su departamento, decidido a hacer la limpieza de cada inicio de semana luego de responder algunos correos de trabajo. Estaba lavando las vajillas que usaron en el desayuno cuando en ese momento, recibió una llamada de Namjoon. Secó sus manos y con ello toda su pereza antes de atender.

—¿Qué sucede? —respondió arisco, colocando en altavoz para seguir con su limpieza.

—Creí que cuando le pedirías a Jiminnie ser tu novio oficialmente, tu amargura se disiparía. Pero me temo que no, ya van seis meses con la misma esperanza —bromeó su medio hermano—. ¿Estás en su casa?

—Ah, sí.

—¿Cuándo aceptarás que están viviendo juntos?

—No estamos viviendo juntos —rezongó.

—Hermano, tienes valijas ahí con ropa tuya e incluso él llena el refrigerador de mandarinas sabiendo que vendrás a atacarlo de madrugada —se carcajeó.

Yoongi hundió el entrecejo. A pesar de que ya dejó de fumar hace tiempo, su obsesión por las mandarinas había continuado de una manera sana.

—Eso no cuenta como vivir juntos. Él sabe cuánto me gustan las mandarinas y simplemente tener cosas mías aquí es más cómodo —justificó, pero empezaba a molestarse—. Joder, métete en tus asuntos.

—Eres tan terco. Apuesto a que Jiminnie se divierte mucho burlándose de lo adorable que puedes ser con él.

—¿Llamabas para burlarte de mí? Si es así, colgaré, tengo limpieza por hacer —amenazó.

ᴇʟ ᴄʀᴜᴄᴇʀᴏ ᴅᴇ ʟᴀ ᴍᴜᴇʀᴛᴇ - (ʏᴍ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora