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A la mañana siguiente, cuando Jimin despertó con el timbre de la correspondencia, no creyó encontrarse con aquello. Talló sus ojos intentando despabilar, se supone que el correo pasaba temprano en el crucero SKY y él mismo había sido testigo de semejante atrocidad al sueño, pero esta vez el reloj de su mesa de luz marcaba la una del mediodía, la hora del almuerzo.

Con un prominente mareo producto de su resaca, Jimin se calzó sus pantuflas y atendió al corresponsal, avergonzado al notar que llevaba aún las ropas del día anterior. Se encontró con un muchacho uniformado, aunque éste no pertenecía a la marina.

—¿Park Jimin?

—Con él habla... —ahogó su matutino bostezo.

—Tengo correspondencia para usted —se la entregó.

—Genial, muchas gracias.

—No hay de qué. Con permiso —el muchacho esbozó una reverencia y entonces se retiró.

Jimin sonrió amable y cerró la puerta, pensando que no le vendría mal dormir un poco más y saltearse el almuerzo. Esperen... ¿¡Por qué tenía un ramo de rosas en su mano!? Su sorpresa fue tal que casi lanza el ramo al suelo al notarlo. Estaba tan resacoso y adormilado que no había logrado procesarlo en el momento.

Un poco más despierto, Jimin admiró el ramo frente a sus ojos. Una docena de rosas rojas perfectamente cortadas se envolvían en un plástico transparente de dorados bordados, su aroma era increíblemente fresco como si estuvieran recién cosechadas. El rubio las olfateó profundamente, cerrando sus ojos para prolongar la sensación. De inmediato sus pómulos se colorearon levemente. ¿Quién habría tomado ese atrevimiento? Debía confesar que era la primera vez que alguien le regalaba rosas y según él, aquello sólo significaba un claro cortejo.

Ansioso, comenzó a buscar alguna nota dentro del ramo o en sus costados, aunque sin resultado. Hasta que sus ojos escanearon el suelo y encontró una pequeña carta. Probablemente se le había caído en un descuido, el papel era de un suave marfil y podría reconocer aquella letra de cualquier manera posible pues le había generado una impresión difícil de olvidar.

Los trazos descuidados, la tinta gruesa y una ligera inclinación entre las iniciales M.Y. No había ningún mensaje más que su firma y aquello lo había desconcertado, esperaba al menos alguna explicación. Suspiró, sus planes de continuar durmiendo se habían ido a la basura, no podría quedarse con los brazos cruzados tras esto.

Respiró el aroma de las rosas un rato más. Eran realmente preciosas, de un color rojo fuerte, pero incluso su belleza no era incapaz de disipar el hecho de que provenían del Primer Oficial, a quien ya no podría llamar molesto, pero tampoco encontraba algún adjetivo para describir el tipo de lazo que estaban creando. Las rosas eran bonitas, pero ellas no podían evitar el sabor amargo de las espinas.

Jimin dejó el ramo en un frasco con agua y decidió tomar una ducha para aprovechar el resto del día, ignorando en lo posible los recuerdos de la noche anterior que no dejaban de aparecer en su mente como pensamientos intrusivos. Motivado por la vergüenza, se prometió a sí mismo no volver a emborracharse otra vez, su lado cariñoso y sensible salía a luz y lo instaba a actuar estúpidamente, pero esta vez había arrastrado al Primer Oficial consigo y no podía perdonarse ese hecho.

Tras ducharse y dejar todo ordenado en su habitación, abrió el balcón para refrescar el ambiente, no sin antes haber observado el precioso color de las rosas una vez más. Soplaba un viento húmedo del sur, probablemente las tormentas de verano se acercaban y eso podría atraer complicaciones en el mar. Jimin tomó su bolso con su libreta y salió, encontrándose casualmente a Kim Namjoon en el camino.

—¡Hola, hyung! —saludó amablemente.

—Ah, eres tú Jimin —sonrió al verlo—. ¿Irás a almorzar?

ᴇʟ ᴄʀᴜᴄᴇʀᴏ ᴅᴇ ʟᴀ ᴍᴜᴇʀᴛᴇ - (ʏᴍ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora