Duele | Kimchay

II. Angustia

Llegó a la casa de la familia principal, donde tomó el ascensor hasta el último piso, en el cual se encontraba su hermano mayor esperándolo para explicarle qué estaba sucediendo.

"Como comenté en la llamada, los franceses me han mandado un mensaje. Dicen que nuestros servicios ya no son de su agrado y que debíamos compensarlos" explicó una vez que el menor se acomodó en aquella habitación.

Comprendió al instante que aquel mensaje seguramente no había sido para nada amistoso.
Con algo de frustración pensó en una solución. No era la primera vez que los franceses los amenazaban por su desconformidad respecto a la cantidad de mercancía que les enviaban.

"¿Tienes algo en mente?" Preguntó el de cabellos largos.

"Si te soy sincero estoy algo cansado de esta situación. Más que nadie sabes como son los franceses, hace tiempo están poco conformes con nuestros envíos" explicó con un notable cansancio.

Entendió como debían manejar la situación. Luego se asentir se levantó de su asiento y antes de retirarse dijo:

"Avísame cuando te reúnas con ellos, me aseguraré de revisar el historial de compras de los franceses y te avisaré si noto algo extraño" sin esperar una respuesta se retiró y subió nuevamente al ascensor, dispuesto a regresar a su hogar.

Sin embargo, el destino le preparaba otra cosa. El ascensor se detuvo en uno de los pisos del medio y la puerta se abrió, dejando ver a ese individuo con el cual estaba evitando encontrarse.
Sus miradas se conectaron instantáneamente y un largo silencio incómodo reinó en el lugar. Corriendo su vista de esos hermosos ojos oscuros del menor, Kim se movió a un borde del elevador, dándole espacio al contrario para entrar y no estar tan cerca de él.
Aún en silencio bajaban, los dos se dirigían a la planta baja. El mayor deseaba huir, pero a la vez quería que ese momento durará por siempre, que estuvieran juntos durante el mayor tiempo posible. Sabía que Porchay no pensaba lo mismo, que seguramente lo quería lejos y que no soportaba estar en ese lugar, quizás era cierto, quizás no, simplemente no lo sabía.

Por su lado, el más joven no sabía qué hacer, no sabía si seguir callado, si hablar con el artista o llorar. Obviamente la última opción no la haría frente al mayor, no le daría el gusto de ver que aún le afectaba todo lo que había sucedido.

El sonido de la puerta abrirse interrumpió los pensamientos de ambos masculinos, haciendo que bajen y que unan sus miradas una vez más, reflejando el anhelo que guardaban en sus corazones. Susurrando un suave te necesito con simplemente sus miradas.

No necesitaron palabras, ambos continuaron sus caminos con dolor, con angustia, con enojo y con arrepentimiento.

Con sus corazones latiendo al máximo, ambos ignoraron sus presencias y siguieron con su rutina, a pesar de que no pararon de pensar en el otro ni un solo segundo.

¿Acaso así era el amor? ¿Dolor y angustia? ¿Tristeza y soledad? Así no era como lo contaban los demás.