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—¿No eres la linda noviecita del hermano del imbécil Kim? —fueron las primeras palabras de uno de ellos.

Era un tipo alto, con una larga melena hasta por debajo de los hombros. Usaba una camiseta sin mangas, por lo cual, pese a la oscuridad, pude ver la serpiente tatuada en su brazo derecho. Esta era tan realista que incluso parecía moverse.

Retrocedí un poco, intentando mantener la cordura.

—No sé a quién te refieres —respondí —pero no soy la novia de nadie.

—¿Qué dijiste?

Mi voz había sonado demasiado baja.

Eché un rápido vistazo hacia atrás, hacia el tipo que estaba ahí.

—Dije que no soy la novia de nadie. No soy una chica. Soy un hombre.

El tipo se acercó a mí; y sin poder evitarlo llevó ambas manos a mi pecho.

—Una chica plana.

—¡No soy una chica! —chillé, liberándome de sus repulsivas manos, pero otro de los sujetos me tomó por los hombros.

—Tiene el rostro de una niña.

—Hay que comprobarlo —añadió otro, riéndose.

¿Qué pensaban hacer?

El hombre del tatuaje llevó su mano derecha a mi entrepierna, rozandome apenas. Di un grito y logré zafarme de ambos.

—Parece que si es un hombre. ¡Que desperdicio!

El hombre del tatuaje me dio la espalda. Respiré hondo, tal vez así me dejarían en paz.

—Oiga, jefe —escuché hablar al que me había sujetado por los hombros —a mí no me importa que sea un chico. Es bonito.

—Ya vas a empezar con tus mariconadas —le gruñó el del tatuaje, el que al parecer era el jefe. Pero tardé en darme cuenta del significado de las palabras del otro.

Volví a gritar cuando me tomó del mentón y me empujó contra la pared.

—Podría hacértelo aquí mismo —susurró en mi oído, la boca le apestaba a tabaco y sentí como se me revolvía el estomago. Y el sólo pensar en que pudiera tocarme me daba aún más asco.

De golpe recordé los consejos de Woo Hyun, esos que soltaba cada poco tiempo.

Flexioné la rodilla derecha e impulsando todo mi cuerpo le di en la parte baja al tipo, logrando con ello que se doblara en dos.

Sin pensármelo un segundo eché a correr por la calle, pero otro de esos hombres me detuvo por la mochila.

De nuevo actuando sin pensar me zafé las correas y seguí corriendo. Se habían quedado con mi mochila, muy bien, que les aprovechara.

Doblé en una esquina, con el corazón a tope. Podía escucharlos correr detrás de mí. En cualquier momento volverían a detenerme, por la ropa o tal vez por el cabello, el cual tenía un poco largo, lo suficiente para permitirles tirar de el.

Contuve un sollozo y seguí corriendo.
No tenía caso mentir a esas alturas. Estaba aterrorizado.

Divisé una luz intensa frente a mí.

La tienda de conveniencia.

Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas y aceleré el paso. Me dolían las costillas debido a mi poca condición física.

Iba a llegar a la tienda cuando una figura humana se atravesó en mi campo visual. Traté de frenar, pero era demasiado tarde. Choqué de frente con el extraño. Ya pensaba en la vergüenza y el miedo cuando la otra persona me sujetó por las muñecas.

Esto es amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora