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Mis padres se habían divorciado cuando tenía diez años, a días de cumplir once. Durante mucho tiempo creí que era culpa mía, después comprendí que era culpa de ellos. De los dos por igual.

Mamá volvió a salir, a divertirse, pero yo no podía olvidar.

Poco a poco las visitas de mi padre fueron  disminuyendo hasta llegar al punto en que ya no lo ví más.

Y hacia tres años mamá se había vuelto a casar; con un hombre también divorciado y que encima tenía un hijo mayor que yo. Parecía una pesadilla.

Veía a Myung Soo huyendo aterrado, presa de su vergüenza y de su miedo, pero entonces surgió L para frenarlo.

La relación con Sung Kyu había sido mala al principio gracias a mí. Él puso todo de su parte para llevarnos bien, pero para mí era muy difícil aceptarlo. La única persona cercana a mí era Sung Yeol y no quería (ni necesitaba) a nadie más.

Sung Kyu era torpe, despistado y arrogante en cuanto a su nuevo papel de hermano mayor. Eso ocasionó todavía más distanciamiento entre nosotros.

Pero Sung Kyu era mucho más de lo que aparentaba. Él fue el único que descubrió la existencia de Myung Soo oculta debajo del disfraz de L.

Creo que eso le ganó mi respeto.

Eso y que me dejara ir a vivir con él una vez se hubo independizado.

Desperté pensando en ello. No tenía un motivo en particular, simplemente lo hice.

Me incorporé a medias sobre la cama para tomar mi celular y ver la hora: 9:23 A. M. Había dormido bastante y aún así me sentía cansado.

Una ola de recuerdos me llegó de golpe.

Sung Kyu, Woo Hyun... y Sung Jong.

Sung Jong.

Ese extraño chico con facciones demasiado delicadas para ser de un hombre.

¿En que rayos estaba pensando cuando le pedí que fuésemos amigos?

No me interesaba tener amigos. Y menos a un chico como él.

Me froté el cabello con fastidio y me levanté de la cama, convencido de que todo había sido efecto del cansancio.

No podía siquiera considerar la posibilidad de aceptar que Sung Jong me parecía interesante.

Había ruido en la cocina.

Me extrañó un poco. Ni Sung Kyu ni yo cocinabamos. A lo más que llegábamos era a preparar café.

Me paralicé un segundo al ver de quién se trataba.

—Sung Jong.

El aludido dió un salto y se volvió de golpe, con las manos llenas de jabón y un plato entre ellas.

La luz del sol entraba de lleno por la ventana, reflejando su cabello castaño. Esto y el leve rubor que había aparecido en sus mejillas lo hacían ver adorable.

¿Que?

Fruncí el ceño y tomé asiento.

¿Que clase de pensamiento estúpido había pasado por mi cabeza? ¿Adorable, él?

—Buenos días —saludó Sung Jong con timidez, dándome la espalda.

—¿Dónde está Woo Hyun? —inquirí, tomando una servilleta para jugar con ella.

—Aún duerme. No quise despertarlo.

—¿Sabes? No tienes que hacer eso —comenté.

Sung Jong volvió el rostro y sonrió.

Esto es amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora