Sueños imparables, poesía era escrita en ellos, sus sueños eran tales tormentos que no podía descansar a pesar de que durmiera en todo el día, ojeras amoratadas decoraban sus ojos, esos ojitos tan lindos que podían enamorar con una mirada.
Se puso a lavar los platos, esperando que el dolor de sus sensibles puños pasará, golpeó con fuerza una pared negra que le separaba del hermoso campo que ansiaba visitar, la ansiada paz que tardaría en conocer. Durante largos minutos quedó triste y solo; bailando con su espectro en la sala. Solo y vacío, frío y abandonado.
Con la única compañía de sus harapos. Se arrastró por el piso hundiéndose en la alfombra mientras miraba en dirección al techo, la rugosidad del mismo, y el cómo buscaba formas en ello. Escudriñó en sus pensamientos a su gran amor y al que había tenido por varios años, re acomodando en grisáceos escalones sus sentimientos; alguien rompió su corazón, y ahora trataba de meterse en su mente, en su delicada mente.
Su cabeza golpeó secamente contra el suelo y chillo. Berreó relucientes cristales por sus mejillas, esas carnosas mejillas que se enrojecían por cualquier toque y llenas de lunares. Recordó como siempre todo lo que planeaba, con toda su alma se desmoronaba cuál galleta, y siempre, bajo sus pies; gritó en su oído la escalofriante voz de su imaginación «llora más», cuando los vio por la ventana a ambos caminando por los alrededores, con un gran letrero en su espalda pidiendo que siguiera rogando cuál perro abandonado.
Tomó rosas secas, aplastando las mismas en su pecho, rasguñando sin piedad el escudo de su corazón, castigándose, por permitir, que aquella asquerosa persona escupiese sobre sus pestañas. Su tez le recordaba a la leche, la leche le recordaba a la luz.
Su sueño finalizó cuando las largas pestañas se abrieron, dejando que la luz de la mañana quemara sus retinas, otro día más. Sin embargo, este era diferente, iba a ir a Andorra, y eso le emocionaba notablemente, sus sueños eran el único problema, no le permitían un buen descanso. Su humor mejoraba conforme a los días, pero su desconfianza en el mundo nunca cambió.
Acomodaba las últimas camisetas dentro de la maleta, empujaba la misma con su cuerpo riendo un poco al caerse al piso en su intento de cerrarla; pero al final lo consiguió. Por lo que llevaba en una mano un peluche para recostar su cabeza en el camino, y en la otra arrastraba la maleta hacia el taxi. Cerraba con pestillo su hogar; por fin, entrando al vehículo dando la indicación de ir al aeropuerto.
Papeles amarillentos volaban y quedaban bajo sus pies, se maldecía un poco al notar las letras de "se renta", aquella basura la generaba su vecina de a lado, esa mujer, desesperada, siempre anunciaba su casa.
— Rubius, ya voy en camino. :D
— Muy bien patito, con mucho cuidado. Mi casa es vuestra casa ;)
Escribió a Rubén cuando el auto avanzó, deslizando su mirada a la ventana al final, notando que en la siguiente calle se encontraba Wilbur caminando; asustado y a la vez aliviado de que no le encontraría en casa. Conectó su mirada oscura con la de él, y sintió temor. Los escalofríos pasaron por toda su espalda haciéndole temblar, trató de mostrar indiferencia, intentó que sus ojos no voltearan hacia él directamente, no quería darle a notar que le dedicaba desprecio.
La sensación de su alma despertar ante el miedo. Y el deseo imparable de tener a ambos en una cama infinita de lágrimas. Rayos... Tristeza, compañera sensual, maldita e inesperada, inseparable de la existencia de Quackity en los últimos meses. A veces tan insoportable pero en el fondo amado. Por hacerle entender la vida de una forma tan hermosamente melancólica.
Le arropa con sus brazos cuando se sitió solo, la carismática forma de deambular por la habitación mientras admira la estructura del techo.Corrió su mirar a sus manos temblorosas, tanto poder tenía ese monstruo, era tan culpable como él, por enamorarse, por extrañarlo. El recuerdo taladra su mente y los minutos se detienen. La depresión lo esperaba al regresar. Impaciente por entrar en el primer chance; su compañera es la felicidad, tan pequeña que solo era posible verla con una lupa. ¿Qué tengo de especial?, La gente vuela y viene. Mirando el llover de su oro y buenos momentos que creen merecer, convirtiéndose en las personas más enriquecedoras. Solo era él. Una persona transparente, con una tremenda facilidad de ser manipulado. Solo déjenle, como saben hacerlo. Se atrevieron a llamarlo loco por su actuar, pero, le vieron arder adentro de su ser y se mofaron. Entonces confiesen. ¿Él estaba mal?
Y con esto en su mente sobrevoló los cielos con su vista perdida, era como si su esfuerzo por estar tranquilo hubiese sido tirado a la basura.
Y al otro lado del país, unos ojos verdosos verificaban su casa, cada acomodo y mota de polvo que se encontraba ahí. Desde que había terminado con Irina, su vida era un desastre, pero aun así no sentía tristeza, y más por los buenos términos en los que habían quedado; sus órbitas estaban centradas en alguien más, en alguien de ojos oscuros, de baja estatura y de cabellos lacios. La manera en la que le apoyo en sus bajones había llenado de calidez su corazón. El cómo danzaba por ahí, y por allá tratando de hacerle reír.
Cuando pasaba a su alrededor en reuniones anteriores, a veces se embobaba en su mirar, y encontraba todo lo que estaba perdido para él, toda estabilidad. Se negaba a creer que realmente alguien sería capaz de lastimar a ese patito. Por tantas noches pensaba en él, en la mala suerte de tenerle tan lejos.
Solo le había visto en persona en dos ocasiones, pero era suficiente para cautivarlo, buscaba revivir cada momento una y otra vez, quería ver esos ojos negros nuevamente, deseaba caminar a su alrededor como el humo de los cigarros que solía fumar, si el chico no sentía lo mismo. No tenía nada que perder. Solo las noches en vela que le dedico, cada sueño que tuvo con él, además de las historias que se inventaba de vez en cuando. Cada recuerdo del brillo pasearse por sus cabellos, y su tierno rostro.
Deseaba que en estas semanas que estarían juntos Quackity aceptara su corazón, es raro, pero no le importaba. Su timidez no le detendría, no le importaba las diferencias que pudiesen tener, Solo sentía amor, solo eso. Quería ser dulce, cuál grano de azúcar, darle consuelo solo si el de patito se lo llegara a permitir.
1101 p.
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Ojos negros. - 𝑸 & 𝑹;;,
RomanceOjos profundos y llenos de sentimientos. Sus lágrimas brillaban por la luz del sol. Alguien había apagado su mirar, era alguien detrás de él. Algo se avecina. El soñar era su mayor temor. Fanfic Rubckity and more... #JUST FOR FUN.