O13.

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Al paso de varios minutos, el temporizador del teléfono de Quackity sonó, avisando que las galletas dentro del horno estaban listas. A pasos rápidos fue al horno y sacó con la ayuda de unos guantes térmicos la charola, dejando la misma sobre una rejilla para que pudiesen enfriarse las galletas que tenían una forma algo curiosa. 

Aquello le avergonzó un poco, nunca fue bueno para la cocina. Ni siquiera un poco. 

Recordó brevemente sus intentos fallidos de ser un buen chef estando solo en casa, terminaba por quemarlo todo o que tuviera el aperitivo un sabor exótico. 

Los brazos de Rubén tomaron desprevenido al pobre pato, sacándolo de sus pensamientos, quien del susto quemó la punta de su dedo pulgar. — PUTA MADRE, MI DEDO. — Sopló un poco de aire frío sobre el mismo, tratando de calmar el ardor lo más que podía. La risa aireada de Doblas se hizo presente dando la vuelta al más pequeño, para tenerlo frente a frente y poder revisar el dedo rojizo y tibio. — Pobre patito. — Murmuró en un tono dulce sosteniendo la pomposa mano del chico; con delicadeza llevo el tierno dedo a sus labios y dejó un piquito ahí, antes de meter el mismo un poco a su boca y dar un poco de alivio con su saliva. De forma delicada sacó la extremidad del lugar antes mencionado, posando por último sobre sus labios en forma de descanso, dirigiendo su mirar olivo justo a la oscura de Alex, quien se encontraba igual de rojo que su dedo, una acogedora sonrisa se dibujó en los finos labios de Rubén.

Quien ahora sostenía la cintura del chico con ímpetu para así poder besar al chico a su antojo. Alex simplemente se dejaba ser, en una lenta y cariñosa danza entre los labios de ambos. El sonido de sus pieles llenaba el hogar de pura calidez.

Las galletas est-tán listas... — Logró pronunciar el tonto chico desde su posición, era la única forma que se le ocurría para sacar de sus pensamientos al de mayor edad. El último enternecido dio una cariñosa lamida en sus labios antes de separarse.

Que te perece si voy a por algunas bebidas fuera de aquí, y los acompañamos con las ricas galletas que horneaste?— Murmuraba en un tono dulzón mientras su izquierda acariciaba el moflete del chico. Este mismo asintió un poco y finalmente el oso se separó en busca de la comida.

El pato, solo se puso a dar saltitos de felicidad en cuanto el dueño del hogar se alejó de su campo de visión. Por fin tenía el corazón de Rubén, el mismísimo Rubius correspondía sus sentimientos, sus delicados sentimientos junto a su roto corazón, aun impregnado de tristeza gracias a una gran herida que era difícil de curar. 

La idea de no sanar su trauma le deprimía profundamente... Mejoraba un poco con ese sentimiento indesechable deseando estar cerca del albino, Quackity no era capaz de confiar, ni en nada, ni en nadie, se sentía traicionado por el mundo, como si una parte de su humanidad se le fuese arrebatado; sabía en lo profundo de su ser que nadie iba a ser cien porciento honesto con su persona. 

Sentía que en algún momento iba a ser traicionado, que el resto de su compasión iba a ser arrebatada de por vida. Su mente estaba aturdida mientras trabajaba en automáticamente, lavando cada utensilio, fregando la isla de la cocina, y quedándose quieto en la sala. 

Disociaba y recordaba vívidamente como fue traicionado. La curiosidad picó su nuca, y tomó el teléfono. Desbloqueando el mismo, hace tiempo que no respondía de forma activa los mensajes. 

Se engañaba a sí mismo. 

En realidad deseaba ver como estaba Wilbur. Era una sensación asquerosa.

 El estar atado

Podía pretender abiertamente que no le interesaba y únicamente hacer caso omiso al tema. Hacer como si nada hubiese pasado y seguir su vida. 

Era una gran mentira. No le amaba, en lo absoluto, no amaba a Wilbur. Lo odiaba mucho por arruinarle. Arruinar lo que era. Por jugar con la muerte y sentenciarlo a sufrir la misma, queriéndole hundir, y estar en la misma tumba. 

Quizá hasta ese siempre fue su propósito, ¿no?, hundirle por meses, ignorándolo, usándolo de sobra. Llenarlo de obsequios cuando se volvían a ver y nuevamente abandonarle. Quizá por eso estaba encadenado a Wilbur. A revisar una y otra vez su perfil y su chat. A no poder dormir por la incertidumbre si todavía pensaba en él, como si mismo pensaba en el rizado. 


Darse cuenta de que un "tipying..." a veces existía en la parte superior del chat. Pero nunca llegaba nada. Pensar que ambos se buscaban y revisaban de forma enfermiza. Le asqueaba.

Quackity en sus noches de pesadillas e insomnio se arrepentía de dejarlo. Extrañaba el estrés y la ansiedad que le provocaba el rizado. El profundo miedo cuando se enojaba. Incluso hacer cosas que no debería para recibir un poco de amor. Extrañaba la extrema tristeza de ser abandonado por semanas, extrañaba ese estilo de vida, por el simple hecho de estar atado a Wilbur. 


Se conocía, sabía que su forma de vivir no era correcta, solo se había acostumbrado a la mala vida, por eso luchaba tanto y trataba de ignorar todo. Y de a poco poder vivir en paz. Tenía la espina clavada en uno de sus pies, dolorosa en cada paso que daba, le decía que su historia no había acabado. Algo estaba por venir. 

Sus sentidos se aturdieron, estaba demasiado perdido en sus pensamientos. Su cabeza comenzaba a doler, y era claro el porqué. Mierda, sabía que estaba petrificado en medio de la cocina. No podía moverse. Su respiración era tan lenta que los latidos se experimentaban desde su cien, hasta sus oídos. Su cuerpo le pedía a gritos que regresara. 

Y eso hizo cuando su teléfono dio dos sonidos de notificación. Respiro exaltado y dejando una lagrimita correrse por su mejilla. 

Fuera de sí, levantó el teléfono y ahí lo apreció. 

"William S. " 


Pienso en ti siempre. 


:/

Alex, algo perturbado, miró el mensaje sin poder creerlo. Él también pensaba en él. Pero no de una forma romántica. El azabache no se permitiría olvidar la razón por la cual lo mandó a la mierda. 

Cada suceso que para él fueron simples segundos, fueron varios y varios minutos. El chico teñido había vuelto a casa, con un café americano y un chocolate caliente con canela. 

—Patito. — Le llamó dejando ambas bebida en la sala sin despegar la mirada hacia el chico de peculiares lunares, notando su semblante. — ¿Qué sucede? ¿Estás bien? — Se encaminó a pasos largos al más bajito, tomando sus hombros con increíble delicadeza. 

El último mencionado alzó su teléfono mostrándole el mensaje de Wilbur, este, al verlo, dio un pequeño suspiro y tomo el dispositivo, pidiendo acceder. Alex miraba atento el mapa de interacción, la aplicación, el chat, los tres puntitos, ver más, reportar y bloquear. 

Alzó la mirada oscura y la conectó con el olivo, le observó todo su rostro y le regalo una tierna sonrisa. En verdad, Rubius le hacía bien. 


—1202 p.

 <3

SEÑORINES, he regresado. Dejen su cariño y no olviden de votar, HASTA LA PRÓXIMA. 


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⏰ Última actualización: Jun 21, 2023 ⏰

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Ojos negros. - 𝑸 & 𝑹;;,Donde viven las historias. Descúbrelo ahora