O11.

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—¿Entonces...?— Murmuró en un tono bajo el oso, quién expectante miraba a los ojos a Quackity, quien deseaba constantemente que la tierra se lo comiera.

El menor, sin saber qué decir, apartó su mirada al piso, su rostro estaba completamente rojo, no tenía las agallas de admitir que se había excitado por los besos de Rubén. Pero, ¿cómo no hacerlo?, el rubio poseía unos labios tersos y delicados, eran suave y algo pomposos, ligeramente rosados, y adictivos.

Rubén besaba de forma dulce, como si temiera lastimar, humedecía siempre sus labios con su lengua, era una mezcla que entre más lo procesaba, más caía en cuenta que le gustaba mucho.

Sumergido en sus pensamientos, el rojo de su rostro se volvió más intenso, y sintió pena, porque Rubén había retirado las manos del cuerpo de Quackity. 

Voy a tocar un poco...— Soltó el de ojos verdosos haciendo que la mirada inocente y perdida del más bajo observara todo sin entender a lo que se refería, sus ojos de cachorro pasearon por la mano de Rubén que de forma delicada se posaba en el muslo y masajeaba ligeramente. Alex dejó escapar un quejido suave cuando las caricias subieron aún más, dando un ligero roce con el bulto en su pantalón. Su rostro se retiró a un lado para que no le mirara.

El oso tomó esto a su favor, y estampó sus labios en el cuello del antes mencionado. Besó con fulgor y entusiasmo; empapando de saliva la zona logró hacer gemir al patito, gemir su nombre. "Rubén... No..." Era un sonido bajo, mezclado con su respiración.

No, ¿qué?— Cuestionó en su acto, su mano tomó el bulto con delicadez y acaricio de forma juguetona. Dando ligeras presiones, cosa que dio como resultado un gemido más alto por parte de Alex.  Hace bastante que no sentía aquello, ser tocado y obtener ese tipo de atención, se sentía como todo un precoz al ser tan sensible a su tacto. Sus manos se tensaban sobre sus propios muslos, dejándose tocar. —¿Lo hago bien? — La melodiosa voz inundó sus oídos, haciendo que el chico le mirara nuevamente y pidiera atreves de esta que siguiera, aun así asintió suave con su cabeza. La sonrisa de Rubius lo llenó de calma.

Se oía bajo el rozar de las sabanas con las manos de Quackity, que se apoyaba con sus manos, dejando su cuerpo un poco reclinado hacia atrás, dando cierto panorama de sus piernas levemente separadas, su cuerpo sentado en la cama y el bulto duro decorando su entrepierna.

Alex tragó un poco de saliva y se removió un poco cuando volvió a sentir las manos de Rubén sobre su cuerpo, acariciando desde su pecho, siguiendo la extensión de su abdomen hasta la cremallera de la prenda de vestir, bajando el cierre de a poco mientras la mirada oscura observaba a Rubén atento.

Se sentía atrevido de cierta forma, por ver tanto sus labios, por mirar tanto su pecho y sus brazos, por desear tanto ser tocado por albino.

Oh!— Dejó su sonar en el aire con delicadeza, ¿de verdad pensaba que él era pecaminoso?, teniendo a un oso devorarle con sus manos, aprovechándose de la timidez del patito.

Los dedos fríos trazaban un camino desde la punta del bulto hasta los muslos, así sucesivamente disfrutando del quejar de Quackity, le tomó desprevenido y tomó con su mano el bulto y empezó a masturbarlo con la tela de la ropa, el azabache alzaba ligeramente sus caderas en sentido de la mano de Rubén en busca de más contacto. Luchaba por no soltar más ruiditos.

Le avergonzaba ponerse de esa forma, Rubén había llevado sus dientes al cuello del chico y morder con fuerza robándole un quejido al más pequeño.  Rubén, contento por ver al chico de ese modo, depositó su fuerte respiración en su piel, olfateando un poco el aroma del ojinegro.

Rubén... No sigas...— Murmuraba, deseando que su martirio terminara, estaba soportando tanto, no sabía como estaba aún al tanto de su alrededor, aunque el pitido de sus oídos le daba a entender que estaba fuera de sí.

Rogaba al peliblanco detenerse, aunque el balanceo de sus caderas dijera lo contrario. — Quackity, no me detendré.— Afirmó confiado, besando su piel ligeramente, sintiendo en su propio cuerpo el cosquilleo, incesante, avisando en también nacía una erección.

Con un ligero empujón le recostó en la suave cama, aquello trajo a Alex a la realidad, pudiendo guardar en su memoria a aquel Rubén, con mirada calmada y labios entreabiertos, a ese Rubén despeinado y desafiante. — ¿Te acuestas conmigo?... — Fue lo único que el chico más bajo pudo decir, escuchando frente si una risa aireada. El peliblanco se recostó a lado del chico y posó su mirada en su compañero, quien trataba de evitar su mirar, por todo lo que había sentido hace unos momentos.

Te quiero... — Dijo entre jadeos el menor.

Los vellos rubios del brazo del contrario se erizaron, ¿le quería?, ahora él posaba su mirada en el techo blanquecino y levemente iluminado por la luz de la luna que yacía desde la ventana.

Y por un momento tuvo un recuerdo, como se negaba al cariño, de años en años. Era demasiado tímido para confesarse que al final se quedaba solo, con su cálido corazón entre sus manos, siempre intacto, y a la vez tan solo.

Ahora, tenía a ese alguien de quien tanto gustaba en la misma alcoba, y era un tanto raro de confesar. Alex siempre le dice lo lindo que es, y Rubén nunca sabe que responder, sin que sea algo repetitivo, el ojinegro le robaba el aliento.

Cada momento que pasan juntos se sorprende más de lo bueno que es para su alma, deseaba ser salvado de tanto cariño. Estaba asustado de tantas mariposas en su estómago, asustado de tanto pensar en él, y a la vez, feliz de por fin tener a su propio Valentín.

Yo también te quiero, Alex... — Respondió dulce y sincero, logrando obtener la mirada del chico. Ambas se apreciaron a la vez, negro y olivo, había tanta calidez entre ambos que olvidaron que tenían un ligero percance en sus entrepiernas.

 La suave mano de Quackity tomó la del otro y enlazaron sus dedos.

El más bajo con valor acortó la distancia, ansiando poder estar más cerca otra vez. Sus ojos finamente achinados se cerraron, para por fin, y con una enorme necesidad, presionar sus labios con los del oso. Quien, correspondió, uniéndose de forma dulce en un beso tan lento y delicado, que no era necesario desnudarse para sentir intimidad y transparencia del uno al otro.

Mostraron cariño, en ningún momento fue necesaria una señal, ninguno de los dos la esperaba. Nadie desperdiciaba su tiempo, puesto que se había detenido para dejar dentro de una burbuja a estos chicos, que con fulgor se querían mucho, y que de a poco el fuego de sus corazones creaba el amor. 

Y así, durante toda la noche, hubo caricias y lentos besos, sin llegar a nada más. Ambos estarían preparados para eso en algún otro momento.


«Estoy bien aquí, su amor, yo sé que es para mí...» Pensaba cada uno en su mente antes de caer rendidos en la cómoda cama.


—1216 p.

<3


Ya extrañaba escribir esta historia llena de cariñitos...


Ojos negros. - 𝑸 & 𝑹;;,Donde viven las historias. Descúbrelo ahora