Apuntes se hallaba recostado sobre un diván granate. Posó sus pies descalzos sobre el reposabrazos y se estiró. El anciano veía con gracia a su secretario. La criatura había cerrado los ojos e inhalaba el aire como deseando que todo el aroma de los alimentos llegara a sus pulmones.
El Guardián se había sentado en una de las sillas frente al comedor. Un leve gesto de amargura cruzó su rostro, pero no dejó que ninguno de los presentes lo viera. Volvió a su semblante tranquilo y se cruzó de piernas. Sin embargo, no podía dejar de pensar en los acontecimientos de los últimos días, y las imágenes pasaban por su mente una y otra vez. Llevaba tantos años salvaguardando la ciudad que daba por hecho que ningún demonio osaría cruzar el manto. Lo único que lo mantenía tranquilo era el gran trabajo de las tejedoras. Habían creado un magnífico manto con el arte del ánfora. Era tan poderoso que el anciano osó a compararlo con el que existió en los tiempos de su maestra.
Dio un largo suspiro y se relajó.
Los Míston vivián en una casa tan normal como cualquier otra. Estaba construida al Sur de la ciudad, sobre una calle poco transitada. Consistía en tres plantas. La primera había sido designada para la sala de estar y la cocina. Al fondo se veía una puerta blanca que daba a un patio trasero con un pequeño jardín. Había un comedor cuadrado de cuatro puestos cerca de la cocina. Tomando como punto de partida la puerta principal, en la pared izquierda se alzaban dos estantes llenos de libros académicos; y a la derecha, varios cuadros decorativos y una escalera de madera que daba al segundo piso.
En la segunda planta estaban las habitaciones de los señores Míston y de Apuntes, un baño y una alcoba que usaban como guardarropa. Subiendo a la tercera planta, y cruzando una puerta de madera roja, se llegaba a un ático. Era el lugar más importante de la casa. Allí, contra las paredes, habían colgados doce cuadros. Cada uno ilustraba una puerta de matiz y aspecto distinto. Entre las pinturas, se veía con claridad la misma puerta blanca con pomo negro del taller.
El anciano dejó escapar un sonoro bostezo.
—¿Falta mucho, Agatha? —preguntó—. Me desmayo del hambre.
—¡Estamos, amo! —secundó Apuntes.
El señor Míston lo vio con desaprobación.
—Denme un momento —respondió la anciana. Tomó una olleta y vertió el contenido en tres pocillos de cerámica.
Sirvió unos huevos revueltos sobre tres platos y los llevó a la mesa.
—Buen provecho, Custo. —Agatha miró como Apuntes se lamía los labios al ver un tercer plato sobre la mesa—. Buen provecho, pequeño.
—Gracias señora Míston, es usted muy amable. —Lo dijo tan educado que hasta el anciano se asombró.
Agatha se devolvió por las tazas y volvió a la mesa. Se sentó frente al señor Míston.
El hombre tomó uno de los tenedores del juego de cubiertos y pinchó los huevos. Tomó un gran pedazo. Lo llevó a la boca, y con una mirada de complacencia, agradeció a su esposa.
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El Guardián de la noche
Fantasia(Completa). Los Míston han sido los guardianes de la ciudad por décadas; sin embargo; el último heredero de la familia es un hombre senil y sin descendencia. Emma y Hugo, un par de hermanos que han estado toda su vida en el Orfanato Central, se ver...